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Merecer admiración

| Jueves 18 abril, 2013


Desde el momento mismo en que uno está a la cabeza de un equipo, debe construir las bases para ganarse la credibilidad, la confianza, la empatía, pero sobre todo la lealtad de sus colaboradores


Merecer admiración

Los incentivos en el trabajo siempre generan agrado y contribuyen a valorar más ese empleo. Pero la satisfacción de tener un jefe/una jefa que se admira es el mejor antídoto contra la pérdida de pasión y fatiga que es hasta natural llegar a sentir. Los equipos que admiran a sus jefes son altamente más productivos que aquellos que los desaprueban con fundamentos de fondo.
El liderazgo es un tema que merece la atención delicada de todas las jefaturas. El clima organizacional depende de todos, pero los subalternos siempre buscarán ejemplaridad de acción, emocional y valores personales sólidos en quien recae la responsabilidad de guiarlo laboralmente.
Desde el momento mismo en que uno está a la cabeza de un equipo, debe construir las bases para ganarse la credibilidad, la confianza, la empatía, pero sobre todo la lealtad de sus colaboradores.
En mi carrera profesional he aprendido de mis tres jefaturas. A mi primer jefe le guardo mucho aprecio. De mi segunda jefa: aprendí todo lo que no debe hacerse y todo lo que no quiero ser. De mis jefes actuales: aprendí que aún me queda mucho camino por recorrer para llegar a ser una lideresa de su nivel, pero que definitivamente vale la pena dar mi máximo esfuerzo para seguir cultivando los hábitos que definirán el carácter de la lideresa que quiero ser.
Cada uno de ustedes definirá las características que quiera incorporar a su ADN. Yo siento admiración exponencial por la imagen tan consolidada de mis jefes actuales. Definitivamente serían excepciones y no reglas quienes se atrevieran a cuestionar su liderazgo basado en gran parte en su credibilidad. “Yo practico el mensaje que ellos me comunican porque creo en el mensajero”.
Si ellos proponen un tema hacia “afuera” de la organización, lo vuelven parte natural también de su empresa. Cuando instan a la excelencia, a los primeros que se les ve exigírsela es a ellos mismos. Al esperar empatía de la gente, se les ve asegurarse de conocer y entender a la gente que les rodea.
Se les percibe creer en el talento y capacidad de la gente incluso más que ellos. Y por sobre todo algo que ha calado profundamente en mí es su capacidad para verte a los ojos y no solo decirte cuáles son las debilidades que debe uno subsanar —así, de frente— sino cómo subsanarlas… y todo esto lo hacen con una impecabilidad de palabras y actos que hace inevitable admirarlos más cuando uno termina de hablar con ellos. Al mismo tiempo que exigen retos mayores, se aseguran que las enfrentes con pasión.
En el camino de la vida, al cumplir 40 uno no siempre sabe lo que quiere hacer, pero es de esperar que al menos uno sí tenga claro lo que definitivamente no quiere ser ni hacer con su vida. En parte por eso se considera una década sublime.
Ese aprendizaje no puede ni debe durar cuatro décadas cuando se dirige un equipo.
Merecer admiración no es una cosa que se consiga fácil. No le sugiero tratar de ser una jefatura perfecta, pero sí: tener claro el punto de partida de su liderazgo, sea este punto: 1) lo que definitivamente no quiere practicar, o sea este 2) el tipo de hábitos que quiere formar y afirmar. Aprender de los errores. Festejar sus triunfos. Buscar las oportunidades para mejorar. Pero sobre todo desarrollar una poderosa fuerza de voluntad para convertirse en el líder del que usted mismo se sentiría orgulloso.


Alejandra Esquivel Guzmán
Gerente general, Corporación Álvarez y Marín
alejandra@esquivelguzman.com

 






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