De miedos y progreso
| Martes 19 febrero, 2008
De miedos y progreso
Es imposible no entrar en estado de shock ciudadano ante la situación de inmovilidad crónica que vive el país, el ejemplo más concreto y aparente para el ciudadano común es lo que a infraestructura vial se refiere. El anquilosamiento en este campo sobrepasa cualquier argumento válido para el sentido común.
Sabemos que no es un problema de trasfondo técnico, porque capacidad sobra, y tampoco de orden económico, pues aun agarrándolas del rabo se logran financiar los proyectos. Todo al final se esconde en tramposos legalismos utilizados por bandos políticos y grupos de presión para manipular el oculto temor del costarricense al cambio y el proyecto o la obra en cuestión se paraliza.
No queremos salir del nicho en que hemos vivido respirando una atmósfera de trasnochados mitos que nos da temor desarraigar y cualquier líder oportunista o advenedizo sabe cómo manejar este fenómeno, ya sea por ser parte de él o por estrategia.
Da la impresión de que nos horrorizara dar pasos hacia el modernismo, como que arrancamos y nos quedamos. Es como cuando uno estaba aprendiendo a consumir en las pozas de los ríos, el proceso se iniciaba cuando uno se encaramaba a una piedra, después comenzaba a decir me tiro o no me tiro, hasta que llegaba el hermanillo y lo empujaba.
Los empujones amenazantes de perder competitividad y posicionamiento internacional son los que nos hacen caminar, pero aun así vamos a pasitos temerosos con visión de corto plazo, como andaría un miope sin anteojos, lo cual está enredando la vida ciudadana, empresarial e institucional. Así es imposible lograr un consenso nacional de desarrollo.
No existe ese deseo colectivo de un cambio nacido de espíritus libres y seguros de sus capacidades que bien nos podría transformar en un país líder. Pera peor de males, cuando alguien logra algo en este sentido es poco valorado, como sucedió con el Premio Nobel de don Oscar Arias.
Carlos Climent dice: “El miedo no es tanto a lo desconocido como a apartarnos de lo conocido”. Yo le agregué: “Por eso nos aferramos insistentemente a personas, recuerdos, ideas, prejuicios y estilos de vida, poniendo pretextos revestidos de moralidad, sensatez y sano juicio para ocultar así nuestra propia inseguridad”.
¿Cómo se puede interpretar que en los años 80 el presidente Carazo quiso implementar la utilización del etanol en la gasolina, quería fundar cooperativas rurales para que lo produjeran, era un buen plan y se lo bloquearon? ¿Que hace bastantes años hubo oposición a generalizar el inglés en la educación para no pervertir el español? ¿Que las leyes contra la criminalidad y delincuencia común duren años en modificarse en beneficio de la comunidad?¿ Qué en diez años no se pueda tener un aeropuerto decente?¿Qué en 20 años la carretera a Orotina apenas se reinicia?
En gran medida la oposición al TLC no es más que temor a dar pasos como país grande, como dicen a jugar en las grandes ligas.
Las leyes y reglamentos han de permitir la evolución coherente, armónica y ética de una sociedad, pero jamás ser el refugio de los temerosos a las transformaciones, ni el mecanismo para los políticos oportunistas, ni soporte a la inoperancia. Se necesitan más empresarios con ética y visión de futuro liderando este país.
Jaime del Castillo R.
Es imposible no entrar en estado de shock ciudadano ante la situación de inmovilidad crónica que vive el país, el ejemplo más concreto y aparente para el ciudadano común es lo que a infraestructura vial se refiere. El anquilosamiento en este campo sobrepasa cualquier argumento válido para el sentido común.
Sabemos que no es un problema de trasfondo técnico, porque capacidad sobra, y tampoco de orden económico, pues aun agarrándolas del rabo se logran financiar los proyectos. Todo al final se esconde en tramposos legalismos utilizados por bandos políticos y grupos de presión para manipular el oculto temor del costarricense al cambio y el proyecto o la obra en cuestión se paraliza.
No queremos salir del nicho en que hemos vivido respirando una atmósfera de trasnochados mitos que nos da temor desarraigar y cualquier líder oportunista o advenedizo sabe cómo manejar este fenómeno, ya sea por ser parte de él o por estrategia.
Da la impresión de que nos horrorizara dar pasos hacia el modernismo, como que arrancamos y nos quedamos. Es como cuando uno estaba aprendiendo a consumir en las pozas de los ríos, el proceso se iniciaba cuando uno se encaramaba a una piedra, después comenzaba a decir me tiro o no me tiro, hasta que llegaba el hermanillo y lo empujaba.
Los empujones amenazantes de perder competitividad y posicionamiento internacional son los que nos hacen caminar, pero aun así vamos a pasitos temerosos con visión de corto plazo, como andaría un miope sin anteojos, lo cual está enredando la vida ciudadana, empresarial e institucional. Así es imposible lograr un consenso nacional de desarrollo.
No existe ese deseo colectivo de un cambio nacido de espíritus libres y seguros de sus capacidades que bien nos podría transformar en un país líder. Pera peor de males, cuando alguien logra algo en este sentido es poco valorado, como sucedió con el Premio Nobel de don Oscar Arias.
Carlos Climent dice: “El miedo no es tanto a lo desconocido como a apartarnos de lo conocido”. Yo le agregué: “Por eso nos aferramos insistentemente a personas, recuerdos, ideas, prejuicios y estilos de vida, poniendo pretextos revestidos de moralidad, sensatez y sano juicio para ocultar así nuestra propia inseguridad”.
¿Cómo se puede interpretar que en los años 80 el presidente Carazo quiso implementar la utilización del etanol en la gasolina, quería fundar cooperativas rurales para que lo produjeran, era un buen plan y se lo bloquearon? ¿Que hace bastantes años hubo oposición a generalizar el inglés en la educación para no pervertir el español? ¿Que las leyes contra la criminalidad y delincuencia común duren años en modificarse en beneficio de la comunidad?¿ Qué en diez años no se pueda tener un aeropuerto decente?¿Qué en 20 años la carretera a Orotina apenas se reinicia?
En gran medida la oposición al TLC no es más que temor a dar pasos como país grande, como dicen a jugar en las grandes ligas.
Las leyes y reglamentos han de permitir la evolución coherente, armónica y ética de una sociedad, pero jamás ser el refugio de los temerosos a las transformaciones, ni el mecanismo para los políticos oportunistas, ni soporte a la inoperancia. Se necesitan más empresarios con ética y visión de futuro liderando este país.
Jaime del Castillo R.