Una concertación necesaria
| Martes 26 agosto, 2008
Una concertación necesaria
A mediados del año pasado, se llevó a cabo un proceso en nuestro vecino Panamá, que lo denominaron: Concertación Nacional para el Desarrollo de Panamá. Este ejercicio fue un diálogo nacional amplio y participativo, que tuvo como finalidad actualizar los planes nacionales de desarrollo y darles un perfil de políticas de Estado y despojarlos, en la medida de lo posible, de la peculiaridad político - partidista de corto plazo.
La idea fundamental que se analizó en el transcurso de los trabajos consistió en que los planes nacionales de desarrollos se debían estructurar con un carácter de largo plazo y que debían ser apoyados y puestos en práctica, independientemente de cuál formación política estuviera en el gobierno.
El proceso panameño de marras fue respaldado por el sistema de Naciones Unidas, a través del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD); organismo internacional que ha apoyado a Panamá en la facilitación de los diálogos que se han dado durante las últimas dos décadas, luego del retorno a la democracia.
En la marcha de la iniciativa se contó con la participación activa de más de 1.700 panameños de las nueve provincias y de las tres comarcas indígenas, así también con representantes de 16 sectores de la sociedad civil, quienes se congregaron en cinco mesas de trabajo, definieron los objetivos, las metas y las estrategias de desarrollo, dirigidas principalmente a la superación de la pobreza, que es, sin duda alguna, el lastre principal que entraba el desarrollo del país.
Después de un largo y dificultoso camino para decidir quiénes serían los llamados a la mesa de la concertación y también para decidir bajo qué método se trabajaría, se puso en marcha la iniciativa. Esta, no menos compleja y difícil, llevó a deliberaciones y debates entre los partidos políticos, los gremios empresariales, laborales, académicos, las organizaciones de la sociedad civil de la más diversa índole, las congregaciones religiosas, las representaciones provinciales, distritales y de los pueblos indígenas, entre muchos otros.
Este ejemplo panameño está al alcance de la mano, lo podemos emular los costarricenses, aunque nos sirva únicamente de modelo o simplemente a manera de ilustración.
Los costarricenses estamos actualmente frente a un esquema político y partidista confuso, con liderazgos futuros inciertos, con una atomización de los partidos como nunca la tuvimos. El TLC con Centroamérica, República Dominicana y los Estados Unidos nos polarizó y consumió millones de valiosas horas- hombre. Esta situación, sin duda alguna, hace muy difícil la labor de los gobernantes, se dificultan los acuerdos y las negociaciones políticas, paraliza al país en momentos en que el mundo corre hacia metas definidas de bienestar y desarrollo.
Por su lado nuestra Asamblea Legislativa se volvió, prácticamente monotemática, con multiplicidad de interlocutores con diversos intereses y peso político, y además poco productiva. Son muchos los problemas que el país arrastra; ha llagado la hora de que nos pongamos de acuerdo, que negociemos al menos algunos temas de carácter fundamental, tales como: seguridad ciudadana, educación, salud, pobreza, vivienda, infraestructura, tamaño del Estado, entre otros.
Una concertación nacional se hace urgente, podría ser un foro nacional para la búsqueda de acuerdos mínimos, compromisos que sean respetados por todos los estamentos de la sociedad y principalmente por los partidos políticos, independientemente de cual de ellos nos gobierne. Un consenso como el propuesto, nos permitirá dibujar una hoja de ruta que nos señale un camino para el mediano y corto plazo, como lo está intentando, con éxito Panamá.
Johnny Sáurez Sandí
Abogado y notario
A mediados del año pasado, se llevó a cabo un proceso en nuestro vecino Panamá, que lo denominaron: Concertación Nacional para el Desarrollo de Panamá. Este ejercicio fue un diálogo nacional amplio y participativo, que tuvo como finalidad actualizar los planes nacionales de desarrollo y darles un perfil de políticas de Estado y despojarlos, en la medida de lo posible, de la peculiaridad político - partidista de corto plazo.
La idea fundamental que se analizó en el transcurso de los trabajos consistió en que los planes nacionales de desarrollos se debían estructurar con un carácter de largo plazo y que debían ser apoyados y puestos en práctica, independientemente de cuál formación política estuviera en el gobierno.
El proceso panameño de marras fue respaldado por el sistema de Naciones Unidas, a través del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD); organismo internacional que ha apoyado a Panamá en la facilitación de los diálogos que se han dado durante las últimas dos décadas, luego del retorno a la democracia.
En la marcha de la iniciativa se contó con la participación activa de más de 1.700 panameños de las nueve provincias y de las tres comarcas indígenas, así también con representantes de 16 sectores de la sociedad civil, quienes se congregaron en cinco mesas de trabajo, definieron los objetivos, las metas y las estrategias de desarrollo, dirigidas principalmente a la superación de la pobreza, que es, sin duda alguna, el lastre principal que entraba el desarrollo del país.
Después de un largo y dificultoso camino para decidir quiénes serían los llamados a la mesa de la concertación y también para decidir bajo qué método se trabajaría, se puso en marcha la iniciativa. Esta, no menos compleja y difícil, llevó a deliberaciones y debates entre los partidos políticos, los gremios empresariales, laborales, académicos, las organizaciones de la sociedad civil de la más diversa índole, las congregaciones religiosas, las representaciones provinciales, distritales y de los pueblos indígenas, entre muchos otros.
Este ejemplo panameño está al alcance de la mano, lo podemos emular los costarricenses, aunque nos sirva únicamente de modelo o simplemente a manera de ilustración.
Los costarricenses estamos actualmente frente a un esquema político y partidista confuso, con liderazgos futuros inciertos, con una atomización de los partidos como nunca la tuvimos. El TLC con Centroamérica, República Dominicana y los Estados Unidos nos polarizó y consumió millones de valiosas horas- hombre. Esta situación, sin duda alguna, hace muy difícil la labor de los gobernantes, se dificultan los acuerdos y las negociaciones políticas, paraliza al país en momentos en que el mundo corre hacia metas definidas de bienestar y desarrollo.
Por su lado nuestra Asamblea Legislativa se volvió, prácticamente monotemática, con multiplicidad de interlocutores con diversos intereses y peso político, y además poco productiva. Son muchos los problemas que el país arrastra; ha llagado la hora de que nos pongamos de acuerdo, que negociemos al menos algunos temas de carácter fundamental, tales como: seguridad ciudadana, educación, salud, pobreza, vivienda, infraestructura, tamaño del Estado, entre otros.
Una concertación nacional se hace urgente, podría ser un foro nacional para la búsqueda de acuerdos mínimos, compromisos que sean respetados por todos los estamentos de la sociedad y principalmente por los partidos políticos, independientemente de cual de ellos nos gobierne. Un consenso como el propuesto, nos permitirá dibujar una hoja de ruta que nos señale un camino para el mediano y corto plazo, como lo está intentando, con éxito Panamá.
Johnny Sáurez Sandí
Abogado y notario