Mayor participación, mayor representación
| Sábado 05 abril, 2008
Mayor participación, mayor representación
Recientemente se ha generado en los medios de comunicación un debate sobre la necesidad de que nuestro sistema electoral —en el caso de los diputados— mejore para tener una representación más acorde con la realidad de la cantidad de los votos otorgados por los electores a cada candidato. Supongo que el tema lo motiva la preocupación por la inoperancia que caracteriza a nuestra Asamblea Legislativa, a la que muchos deseamos acelerar y verla tomando decisiones fundamentales, pues actualmente los diputados se caracterizan por ser gigantes de la discusión pero enanos en la toma de decisión.
El problema del Congreso no solamente está en la fórmula matemática de definirlos, sino en el mismo sistema de su selección. Pues las listas que los partidos políticos presentan, obligan a votar por una nómina de candidatos provinciales —tamaño actual del distrito electoral— que elimina la discrecionalidad del votante para seleccionar a individuos honorables, capaces y comprometidos, pues con su voto avala toda la lista.
Lo más apropiado sería que el elector escogiera a los diputados por distritos electorales pequeños definidos por una cantidad determinada de votantes, en vez de esas grandes listas provinciales. Por ejemplo: en el caso de los cantones con pocos electores se agruparían en distritos electorales de acuerdo con su ubicación geográfica, y los grandes conformarían otros distritos. En ambos casos, el ciudadano tendría la oportunidad de seleccionar diputados que realmente representen a su región y a su interés. También, debería permitirse la reelección continua de los diputados para que sea la comunidad la llamada a evaluarlos y determinar si merecen o no otra oportunidad, y no el favoritismo partidario que premia el servilismo y la mediocridad.
Esto empoderaría a las comunidades. El ciudadano en particular se sentiría más cercano al proceso, pues al reducirse el tamaño del distrito electoral tendría más control y comunicación con sus representantes. Por ejemplo, en el caso de un habitante de Tibás o Guadalupe, ya no votaría por la lista de 20 candidatos de San José, sino que elegiría directamente a uno o dos diputados. Esto obliga a otro cambio para no debilitar el sistema de partidos políticos —tan importante en la democracia— que sería el de elegir otro grupo de diputados “nacionales” de una lista de nombres propuestos por el candidato o el partido; con la idea de mantener una coherencia en las políticas públicas propuestas por el ganador de las elecciones, aquí se aplicaría el método de coeficiente con los cambios requeridos para una justa selección y representación.
Para ello se requiere al menos un aumento de 57 a 87 diputados en el parlamento; de estos, 20 podrían ser de carácter “nacional” y seleccionados tomando en cuenta todos los votos emitidos; los restantes 67 serían distribuidos en distritos electorales pequeños. Ahora bien, al costarricense le es difícil digerir un aumento de diputados, por el desprestigio que normalmente gozan, empero explicando la importancia de una mayor participación y representación ciudadana, sumada a la oportunidad de obligar a los candidatos a dar la cara a sus electores, seguramente variaría su percepción.
Así, al momento de votar tendríamos dos listas para diputados: una por distrito electoral regional, con la cual se elegiría directamente a uno o dos; y otra lista “nacional” de 20 diputados. Se mantendrían tres papeletas para el día de las elecciones, pues la lógica indica que la de regidores debe presentarse en las elecciones de alcaldes y síndicos.
Como vemos, este sí es un tema de referéndum, de consulta popular, para que sea el pueblo el que decida sobre una participación más activa y una democracia más directa, que produzca mejores líderes. Desgraciadamente pareciera que por un lado los partidos políticos —que no tienen interés de ceder poder al ciudadano— y por otro el debilitamiento sufrido por la Comisión de Asuntos Electorales que tan bien venía trabajando en la Asamblea Legislativa, se confabulan en eliminar la posibilidad de mejorar la selección y conformación de nuestro parlamento.
Claudio Alpízar Otoya
Politólogo, 363-9908
Recientemente se ha generado en los medios de comunicación un debate sobre la necesidad de que nuestro sistema electoral —en el caso de los diputados— mejore para tener una representación más acorde con la realidad de la cantidad de los votos otorgados por los electores a cada candidato. Supongo que el tema lo motiva la preocupación por la inoperancia que caracteriza a nuestra Asamblea Legislativa, a la que muchos deseamos acelerar y verla tomando decisiones fundamentales, pues actualmente los diputados se caracterizan por ser gigantes de la discusión pero enanos en la toma de decisión.
El problema del Congreso no solamente está en la fórmula matemática de definirlos, sino en el mismo sistema de su selección. Pues las listas que los partidos políticos presentan, obligan a votar por una nómina de candidatos provinciales —tamaño actual del distrito electoral— que elimina la discrecionalidad del votante para seleccionar a individuos honorables, capaces y comprometidos, pues con su voto avala toda la lista.
Lo más apropiado sería que el elector escogiera a los diputados por distritos electorales pequeños definidos por una cantidad determinada de votantes, en vez de esas grandes listas provinciales. Por ejemplo: en el caso de los cantones con pocos electores se agruparían en distritos electorales de acuerdo con su ubicación geográfica, y los grandes conformarían otros distritos. En ambos casos, el ciudadano tendría la oportunidad de seleccionar diputados que realmente representen a su región y a su interés. También, debería permitirse la reelección continua de los diputados para que sea la comunidad la llamada a evaluarlos y determinar si merecen o no otra oportunidad, y no el favoritismo partidario que premia el servilismo y la mediocridad.
Esto empoderaría a las comunidades. El ciudadano en particular se sentiría más cercano al proceso, pues al reducirse el tamaño del distrito electoral tendría más control y comunicación con sus representantes. Por ejemplo, en el caso de un habitante de Tibás o Guadalupe, ya no votaría por la lista de 20 candidatos de San José, sino que elegiría directamente a uno o dos diputados. Esto obliga a otro cambio para no debilitar el sistema de partidos políticos —tan importante en la democracia— que sería el de elegir otro grupo de diputados “nacionales” de una lista de nombres propuestos por el candidato o el partido; con la idea de mantener una coherencia en las políticas públicas propuestas por el ganador de las elecciones, aquí se aplicaría el método de coeficiente con los cambios requeridos para una justa selección y representación.
Para ello se requiere al menos un aumento de 57 a 87 diputados en el parlamento; de estos, 20 podrían ser de carácter “nacional” y seleccionados tomando en cuenta todos los votos emitidos; los restantes 67 serían distribuidos en distritos electorales pequeños. Ahora bien, al costarricense le es difícil digerir un aumento de diputados, por el desprestigio que normalmente gozan, empero explicando la importancia de una mayor participación y representación ciudadana, sumada a la oportunidad de obligar a los candidatos a dar la cara a sus electores, seguramente variaría su percepción.
Así, al momento de votar tendríamos dos listas para diputados: una por distrito electoral regional, con la cual se elegiría directamente a uno o dos; y otra lista “nacional” de 20 diputados. Se mantendrían tres papeletas para el día de las elecciones, pues la lógica indica que la de regidores debe presentarse en las elecciones de alcaldes y síndicos.
Como vemos, este sí es un tema de referéndum, de consulta popular, para que sea el pueblo el que decida sobre una participación más activa y una democracia más directa, que produzca mejores líderes. Desgraciadamente pareciera que por un lado los partidos políticos —que no tienen interés de ceder poder al ciudadano— y por otro el debilitamiento sufrido por la Comisión de Asuntos Electorales que tan bien venía trabajando en la Asamblea Legislativa, se confabulan en eliminar la posibilidad de mejorar la selección y conformación de nuestro parlamento.
Claudio Alpízar Otoya
Politólogo, 363-9908