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De cal y de arena

Alvaro Madrigal cuyameltica@yahoo.com | Jueves 17 enero, 2008


De cal y de arena

Alvaro Madrigal

Cuando la democracia es secuestrada por la oligarquía, se estrechan los espacios de la crítica y se bloquea cualquier movimiento de resistencia al poder detentado. Económica, política o militar, como sea, la oligarquía impone lo que los sociólogos llaman “la ley de hierro” por virtud de la cual se blinda debidamente la concentración de poder construida con paciencia y con ciencia, con firmeza y con sutileza. La oligarquía tolera la disensión mientras no ponga en riesgo sus privilegios. Pero es implacable con quien intente invadir su coto de caza y mucho más con quien intente defenestrarla. Emerge, así, la “democracia” secuestrada, una realidad de larga data en Centroamérica. Temo que Costa Rica ha tomado la senda de los vecinos desde que aquí se forjó y se institucionalizó la alianza del poder económico con el poder político y el poder mediático. Los unifica la sed de poder, ya no la afinidad ideológica. La oligarquía económica habilidosamente hizo las de Pirro en Troya: infiltró los partidos políticos y sedujo a sus cúpulas para asegurarse influencia y dominación de los centros de toma de decisiones en el aparato gubernamental. Herramienta principalísima en esta estrategia son los medios de comunicación, consolidado su control con la concentración en grandes cadenas. Los medios sometidos se uniforman en una misma línea de pensamiento. Paralelamente, desde las arcas públicas se deforma el sentido de la publicidad y con la gracia de una dúctil ética periodística en muchos, se convierte al periodista en mera faja de polea para transmitir determinada visión de sociedad y de Estado. Esta es la realidad que estamos viviendo y que algunos no nos cansamos de denunciar por lo pernicioso que tiene para la vivencia de las libertades y de la democracia auténtica.
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La oligarquía criolla superó las barreras partidistas y hoy conforma una gran alianza, no precisamente santa. No va a ceder un dieciséis en su proyecto político/financiero; lo defenderá a capa y espada —como lo ha venido haciendo— y no dudará en aplastar a quien descubra como un potencial enemigo con capacidad para socavarlo. Los recursos a que apeló a propósito del TLC (en particular la estrategia del terror) y la acción demoledora emprendida contra todo reducto de la crítica (el caso del rector del Instituto Tecnológico, de la resistencia de los académicos y ahora el del Partido Acción Ciudadana) evidencian qué es lo que se oculta tras este juego de poderes. A propósito, lo sucedido a la periodista mexicana Carmen Aristegui a quien la alianza TELEVISA/PRISA (en Costa Rica está PRISA también) le canceló el espacio radiofónico donde se practicaba el periodismo con las reglas deontológicas propias de la profesión —pluralidad, ejercicio del derecho de réplica, equilibrio y accesibilidad— sencillamente porque resultaba incompatible con la línea editorial de la empresa. ¿Alguna semejanza habrá aquí?

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