Costa Rica armada violentando el derecho a vivir en paz
| Sábado 23 julio, 2011
Costa Rica armada violentando el derecho a vivir en paz
Desde la antropología social se analiza el comportamiento humano con base en su cultura. Según el antropólogo Geertz (1973), la cultura se encuentra en el entendimiento y el corazón de hombres y mujeres, consiste en toda la red de significados que se han establecido socialmente.
Con la abolición del ejército (1949), Costa Rica se enorgullece de ser un país con cultura de paz. Ahora, el comportamiento humano violento me aturde. Siendo antropóloga que trabaja en pro de los derechos humanos, la consternación y el dolor invaden mi capacidad de entendimiento.
Alejandro, hijo de mi amigo Rubén, pitó al ver que otro carro se le atravesó, pero este pitazo alteró al asesino quien le propició la muerte con un arma de fuego. El sábado 25 de junio a las 4 a.m. estuve pensando: ¿Qué estaría sintiendo o pensando el asesino 15 horas después del hecho? ¿Tendría conciencia del dolor que ha causado?
Rubén, a quien admiro profundamente por su compromiso y trabajo arduo por más de 35 años en la defensa de los derechos humanos de pueblos indígenas, participante en la elaboración del Informe Anual sobre el Estado de los Derechos Humanos y Conflictividad en Centroamérica, activista comprometido por las causas justas, por una humanidad solidaria en amor; a mi querido amigo Rubén quisiera poder minimizar un dolor que es imposible.
La muerte es un acontecimiento difícil de manejar, pero la muerte de un hijo, de un ser amado, por alguien desquiciado que asumió el poder y la potestad de matar, es otra cosa. Quien tiene un arma sabe que la puede disparar. Un hombre con poder para adquirir un carro y un arma, con la incapacidad de manejar sus emociones violentas demostrando una masculinidad irracional, incapaz de controlar su ira, frustración, enojo, su mísera valentía enfundando y disparando, es un ser humano que perdió toda la noción de humanidad.
La gente está enferma espiritual, emocional e intelectualmente en esta sociedad consumista, egoísta y violenta que promueve una cultura autodestructiva desde el vientre hasta la muerte para gran cantidad de personas, muchas de las cuales se convierten en homicidas.
Ese ser tenía un arma en su poder y se convirtió en un asesino que aniquiló la vida de un joven dedicado a la defensa por el derecho humano al agua, con una vida que aportaba y aportaría a una sociedad mejor.
Este problema trasciende a ese asesino, es un problema estructural de una sociedad con un sistema cultural educativo, económico y político donde la dignidad humana es irrespetada y se perdió el derecho a vivir en paz.
Este hecho se suma a otros de la misma índole en un país con el mito de la paz cuando es ineficiente para controlar el tráfico de armas, incapaz de promover condiciones de vida digna, una Costa Rica con su ciudadanía armada o sin propuesta para el desarme; porque este es un problema de usted, de mí, de aquel, de aquella, de nosotros y nosotras, de diputados, ministros, la presidenta y el gobierno en su totalidad. La solución va más allá de reducir la edad de la pena, o hacer “limpias barriales” al estilo centroamericano, implica propuesta y acciones de reconstrucción sociocultural basadas en los derechos humanos.
Grettel Gamboa Fallas
Antropóloga social
Desde la antropología social se analiza el comportamiento humano con base en su cultura. Según el antropólogo Geertz (1973), la cultura se encuentra en el entendimiento y el corazón de hombres y mujeres, consiste en toda la red de significados que se han establecido socialmente.
Con la abolición del ejército (1949), Costa Rica se enorgullece de ser un país con cultura de paz. Ahora, el comportamiento humano violento me aturde. Siendo antropóloga que trabaja en pro de los derechos humanos, la consternación y el dolor invaden mi capacidad de entendimiento.
Alejandro, hijo de mi amigo Rubén, pitó al ver que otro carro se le atravesó, pero este pitazo alteró al asesino quien le propició la muerte con un arma de fuego. El sábado 25 de junio a las 4 a.m. estuve pensando: ¿Qué estaría sintiendo o pensando el asesino 15 horas después del hecho? ¿Tendría conciencia del dolor que ha causado?
Rubén, a quien admiro profundamente por su compromiso y trabajo arduo por más de 35 años en la defensa de los derechos humanos de pueblos indígenas, participante en la elaboración del Informe Anual sobre el Estado de los Derechos Humanos y Conflictividad en Centroamérica, activista comprometido por las causas justas, por una humanidad solidaria en amor; a mi querido amigo Rubén quisiera poder minimizar un dolor que es imposible.
La muerte es un acontecimiento difícil de manejar, pero la muerte de un hijo, de un ser amado, por alguien desquiciado que asumió el poder y la potestad de matar, es otra cosa. Quien tiene un arma sabe que la puede disparar. Un hombre con poder para adquirir un carro y un arma, con la incapacidad de manejar sus emociones violentas demostrando una masculinidad irracional, incapaz de controlar su ira, frustración, enojo, su mísera valentía enfundando y disparando, es un ser humano que perdió toda la noción de humanidad.
La gente está enferma espiritual, emocional e intelectualmente en esta sociedad consumista, egoísta y violenta que promueve una cultura autodestructiva desde el vientre hasta la muerte para gran cantidad de personas, muchas de las cuales se convierten en homicidas.
Ese ser tenía un arma en su poder y se convirtió en un asesino que aniquiló la vida de un joven dedicado a la defensa por el derecho humano al agua, con una vida que aportaba y aportaría a una sociedad mejor.
Este problema trasciende a ese asesino, es un problema estructural de una sociedad con un sistema cultural educativo, económico y político donde la dignidad humana es irrespetada y se perdió el derecho a vivir en paz.
Este hecho se suma a otros de la misma índole en un país con el mito de la paz cuando es ineficiente para controlar el tráfico de armas, incapaz de promover condiciones de vida digna, una Costa Rica con su ciudadanía armada o sin propuesta para el desarme; porque este es un problema de usted, de mí, de aquel, de aquella, de nosotros y nosotras, de diputados, ministros, la presidenta y el gobierno en su totalidad. La solución va más allá de reducir la edad de la pena, o hacer “limpias barriales” al estilo centroamericano, implica propuesta y acciones de reconstrucción sociocultural basadas en los derechos humanos.
Grettel Gamboa Fallas
Antropóloga social