Qué tenemos y qué nos falta
| Lunes 07 octubre, 2013
Es posible la esperanza para nosotros ya que podemos avanzar hacia un desarrollo armónico y sostenible
Qué tenemos y qué nos falta
Si vemos cómo está calificado Costa Rica en los diferentes índices que miden las condiciones de cada país, tomando en cuenta una serie de parámetros, comprobamos que es posible la esperanza para nosotros ya que podemos avanzar hacia un desarrollo armónico y sostenible.
Somos educados y talentosos porque hemos invertido en educación. Como lo indican los índices del Reporte de Capital Humano, del que hablábamos en el recién pasado fin de semana.
Y el Índice de Inclusión Social 2013 nos dice que ocupamos el primer lugar mundial en derechos a la mujer y el cuarto puesto en inclusión social general.
Tenemos por otro lado enorme riqueza natural que nos permite invitar a los turistas del mundo a conocerla y disfrutarla, con lo cual hemos desarrollado una importante industria de turismo.
¿Cuáles son los principales retos pendientes?
Los notables convocados por la presidenta Chinchilla hicieron un encomiable trabajo, pero en su mayoría eso quedó en el papel.
Sin embargo, los mencionados índices son claros en cuanto a que debemos invertir y trabajar, para completar el camino hacia el éxito.
Debemos dotar al país de una suficiente y buena infraestructura (vial, portuaria, hospitalaria, educativa…). Hay que dar un salto cualitativo en educación. Dotar de tecnología de última generación y de los mejores profesionales al sistema de salud de la Caja.
Pero también debemos convertir en eficiente y eficaz el Estado en general, eliminar duplicidad de funciones en el sector público y digitalizar todas sus compras para lograr ahorro y transparencia.
Todo esto se puede lograr y favorecerá el crecimiento económico, el empleo y la paz social.
Sin embargo, otras condiciones también se deberán crear para hacer posible todo lo anterior: cobrar bien los tributos, combatir la corrupción, supervisar y rendir cuentas.
Esto, como sabemos, es lo que puede restituir la credibilidad de la población en sus gobernantes y en la clase política en general.