Apuestas críticas
| Martes 02 junio, 2009
Apuestas críticas
Los puntos a favor del Plan Escudo son válidos, una oposición al plan por mera politiquería podría considerarse filibusterismo. Pero no debe pasarse por alto que toda acción —en la física, en la política o hasta en el fútbol— trae una reacción, y pensar que este plan no tiene costo es ignorar esto.
Reducir horas laborales a dos trabajadores en vez de despedir uno, busca repartir el golpe solidariamente, minimizando la pérdida completa del sustento. Lo anterior no es lo mismo que atacar desempleo, pues la cantidad de dinero entrante sigue siendo escasa. La medida particular se trata de una política social que busca “democratizar” la escasez de empleo. Por su carácter social, hay que cuidar que la flexibilidad laboral del Plan Escudo no sirva de “escudo” a empresas que buscan evitar pagar prestaciones. Un arreglo en el que el patrón tiene la posición —por derecho o defecto— de demandar flexibilidad, más bien acentúa el despotismo laboral en lugar de ayudar. Esto se puede evitar ya sea pagando al trabajador la fracción de prestaciones equivalente a las horas perdidas, o garantizándole, en caso de despido, las prestaciones como si estuviese trabajando tiempo completo.
Salvado lo anterior, es decir, tomando como punto de partida que la medida va a ser absolutamente voluntaria, fiscalizada, y castigado su incorrecto aprovechamiento, se llega al punto en donde es necesario leer el entorno pues se convierte en una apuesta. Si la empresa logra no quebrar a pesar de la crisis —cosa que muchas, sin crisis, ya estaban casi en la quiebra—, el trabajador sufre por unos meses, pero conserva su trabajo y luego todo vuelve a la normalidad. Si la crisis es más larga de lo que la empresa puede soportar, el trabajador perdió la oportunidad de buscar otro empleo antes de que la situación llegue a su punto más crítico, con el gran riesgo de que la empresa no pueda ni siquiera pagar prestaciones —nunca faltan— y simplemente se vaya.
Más aún, para ese momento son meses de estar ganando menos de lo que necesita por lo que sus ahorros son nulos o inexistentes, muy probablemente hasta con microcréditos de alto interés. La reducción de horas laborales debería verse, incluso condicionarse, como un estímulo a las empresas para innovar, a sabiendas de que, o se mueven o les toca; y no como un “cortis” para que continúen con sus obsoletos métodos y poca competitividad. Son trabajadores de compañías mediocres a los que realmente no les conviene quedarse en un barco que se va a hundir, lamentablemente son los mismos los que no tienen otra opción al ser en general mano de obra no calificada. Con respecto a esto se deja ver una muy buena medida: las becas-INA para obreros en riesgo. Es importante que esto pase a la práctica con la importancia que tiene, y no como un adorno segundón. La reeducación de estos sectores es uno de los pilares para salir de una crisis.
Otra consideración importante; una de las formas de subempleo se da cuando una persona no gana ni para sus necesidades básicas. Cuando en una crisis muchos pierden su trabajo se da una de-inflación generalizada y los precios caen, como consecuencia los que lograron mantener su empleo se les multiplica su poder de adquisición. Estos “suertudos” realizan micro-inversiones, lo cual ayuda a multiplicar el dinero y al cabo de un tiempo cierra el ciclo de crisis. Es pensable que la disminución generalizada de jornadas laborales puede llegar a desencadenar un subempleo generalizado si no se toma cuidado en sus proporciones.
Un subempleo generalizado significaría que la mayoría de los ticos se va a encontrar por debajo de la línea de subsistencia y lo anterior no se va a dar. La apuesta en este sentido es a que la crisis va a ser corta y por ende la capacidad de endeudamiento tico —nuestra versión de plan financiero— va a ser suficiente para crear estas mini-inversiones.
En el momento en que la crisis sea más larga de lo que la capacidad de endeudamiento pueda sostener, la economía tica va a tener que esperar que todos los demás salgan de la crisis para que empiecen a venir a surfear y ver tucanes, es decir, estar en crisis varios años más que el resto del mundo. Por esto, el carácter temporal de la medida es importante, y abrir espacio a extenderla posteriormente es peligroso.
En conjunto, la propuesta del Gobierno es una apuesta que, tomando cuidado de detalles de forma y aplicación, tiene cierta lógica. Sin embargo, como en toda apuesta, se debe saber cuándo retirarse. Al final, si solo una parte del pueblo requiere arroz y manteca gratis, el resto los puede sufragar de alguna manera, en cambio, si todos necesitan fósforos, va a haber que inventar la forma de cocinar sin fuego.
José Bolaños
Estudiante de Relaciones Internacionales Unión Europea
Los puntos a favor del Plan Escudo son válidos, una oposición al plan por mera politiquería podría considerarse filibusterismo. Pero no debe pasarse por alto que toda acción —en la física, en la política o hasta en el fútbol— trae una reacción, y pensar que este plan no tiene costo es ignorar esto.
Reducir horas laborales a dos trabajadores en vez de despedir uno, busca repartir el golpe solidariamente, minimizando la pérdida completa del sustento. Lo anterior no es lo mismo que atacar desempleo, pues la cantidad de dinero entrante sigue siendo escasa. La medida particular se trata de una política social que busca “democratizar” la escasez de empleo. Por su carácter social, hay que cuidar que la flexibilidad laboral del Plan Escudo no sirva de “escudo” a empresas que buscan evitar pagar prestaciones. Un arreglo en el que el patrón tiene la posición —por derecho o defecto— de demandar flexibilidad, más bien acentúa el despotismo laboral en lugar de ayudar. Esto se puede evitar ya sea pagando al trabajador la fracción de prestaciones equivalente a las horas perdidas, o garantizándole, en caso de despido, las prestaciones como si estuviese trabajando tiempo completo.
Salvado lo anterior, es decir, tomando como punto de partida que la medida va a ser absolutamente voluntaria, fiscalizada, y castigado su incorrecto aprovechamiento, se llega al punto en donde es necesario leer el entorno pues se convierte en una apuesta. Si la empresa logra no quebrar a pesar de la crisis —cosa que muchas, sin crisis, ya estaban casi en la quiebra—, el trabajador sufre por unos meses, pero conserva su trabajo y luego todo vuelve a la normalidad. Si la crisis es más larga de lo que la empresa puede soportar, el trabajador perdió la oportunidad de buscar otro empleo antes de que la situación llegue a su punto más crítico, con el gran riesgo de que la empresa no pueda ni siquiera pagar prestaciones —nunca faltan— y simplemente se vaya.
Más aún, para ese momento son meses de estar ganando menos de lo que necesita por lo que sus ahorros son nulos o inexistentes, muy probablemente hasta con microcréditos de alto interés. La reducción de horas laborales debería verse, incluso condicionarse, como un estímulo a las empresas para innovar, a sabiendas de que, o se mueven o les toca; y no como un “cortis” para que continúen con sus obsoletos métodos y poca competitividad. Son trabajadores de compañías mediocres a los que realmente no les conviene quedarse en un barco que se va a hundir, lamentablemente son los mismos los que no tienen otra opción al ser en general mano de obra no calificada. Con respecto a esto se deja ver una muy buena medida: las becas-INA para obreros en riesgo. Es importante que esto pase a la práctica con la importancia que tiene, y no como un adorno segundón. La reeducación de estos sectores es uno de los pilares para salir de una crisis.
Otra consideración importante; una de las formas de subempleo se da cuando una persona no gana ni para sus necesidades básicas. Cuando en una crisis muchos pierden su trabajo se da una de-inflación generalizada y los precios caen, como consecuencia los que lograron mantener su empleo se les multiplica su poder de adquisición. Estos “suertudos” realizan micro-inversiones, lo cual ayuda a multiplicar el dinero y al cabo de un tiempo cierra el ciclo de crisis. Es pensable que la disminución generalizada de jornadas laborales puede llegar a desencadenar un subempleo generalizado si no se toma cuidado en sus proporciones.
Un subempleo generalizado significaría que la mayoría de los ticos se va a encontrar por debajo de la línea de subsistencia y lo anterior no se va a dar. La apuesta en este sentido es a que la crisis va a ser corta y por ende la capacidad de endeudamiento tico —nuestra versión de plan financiero— va a ser suficiente para crear estas mini-inversiones.
En el momento en que la crisis sea más larga de lo que la capacidad de endeudamiento pueda sostener, la economía tica va a tener que esperar que todos los demás salgan de la crisis para que empiecen a venir a surfear y ver tucanes, es decir, estar en crisis varios años más que el resto del mundo. Por esto, el carácter temporal de la medida es importante, y abrir espacio a extenderla posteriormente es peligroso.
En conjunto, la propuesta del Gobierno es una apuesta que, tomando cuidado de detalles de forma y aplicación, tiene cierta lógica. Sin embargo, como en toda apuesta, se debe saber cuándo retirarse. Al final, si solo una parte del pueblo requiere arroz y manteca gratis, el resto los puede sufragar de alguna manera, en cambio, si todos necesitan fósforos, va a haber que inventar la forma de cocinar sin fuego.
José Bolaños
Estudiante de Relaciones Internacionales Unión Europea