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Martes, 8 de octubre de 2024



FORO DE LECTORES


Y si nos desconectamos… Y si lo pensamos…

Lucía Chaverri chaverrilucia@gmail.com | Viernes 27 septiembre, 2024


Lucía Chaverrí


La inmediatez se ha convertido en un valor casi sagrado. La capacidad de recibir y enviar información al instante ha transformado nuestras interacciones diarias. La espera de la respuesta rápida y el consumo de contenido poco profundo y sencillo han traído consigo una presión constante que nos empuja a actuar y responder sin pensar, dejando una superficialidad en muchas de las acciones que ejecutamos.

Hoy en día, la expectativa de una respuesta inmediata se ha infiltrado en todos los aspectos de nuestras vidas. Desde los mensajes de texto hasta las redes sociales, la norma parece ser contestar al instante. Ignorar un mensaje durante unos minutos puede generar ansiedad tanto en el remitente como en el receptor. Esta presión por ser rápidos nos lleva a priorizar la velocidad sobre la calidad de nuestras respuestas y reflexiones. Lo mismo ocurre en otros entornos: escuchamos con frecuencia frases como “no hay tiempo para esto” o “no hay tiempo para aquello”, y acelerar las conversaciones a 1.5x para escuchar más rápido parece ser lo adecuado en aras de no desperdiciar el tiempo.

Hablar despacio y tomarse el tiempo para pensar no debería ser visto como una debilidad o una falta de interés. Al contrario, la pausa puede ser una herramienta poderosa. Nos permite procesar la información, considerar diferentes perspectivas y formular respuestas más reflexivas y significativas. En un mundo donde la rapidez es a menudo sinónimo de eficiencia, es crucial recordar que la profundidad y la claridad de pensamiento son igualmente valiosas.

La inmediatez no solo afecta nuestra comunicación, sino que también tiene repercusiones en nuestra salud mental. La presión constante de estar siempre disponibles y de responder rápidamente puede llevar al agotamiento, la ansiedad y el estrés. Además, esta cultura de la velocidad dificulta la construcción de relaciones significativas, ya que las interacciones superficiales se vuelven la norma.

Cada vez es más común ver a personas haciendo varias cosas al mismo tiempo mientras mantienen una conversación. Fingimos prestar atención mientras revisamos nuestro teléfono o respondemos a otros estímulos, pero en realidad, estamos desconectados de la interacción presente. Esto no solo disminuye la calidad de nuestras relaciones, sino que también nos impide conectarnos de manera auténtica y profunda con los demás. La multitarea constante nos roba la capacidad de estar plenamente presentes y de crear vínculos verdaderamente significativos.

En un mundo que constantemente nos empuja hacia la velocidad, tomarse el tiempo para pensar y actuar con intención es un acto de valentía y autenticidad. Al desacelerar, podemos recuperar el control sobre nuestras decisiones y emociones, creando espacio para conexiones más genuinas y significativas. En lugar de dejarnos llevar por la inmediatez, priorizamos la calidad de nuestras interacciones, lo que enriquece nuestras relaciones y nos permite estar verdaderamente presentes.

Vivir de manera más consciente nos ayuda a liberarnos de la presión de responder rápido y de la multitarea. En esa pausa intencional, encontramos una mayor claridad, lo que nos permite disfrutar del momento y actuar con propósito. Así, no solo construimos vínculos más profundos, sino que también logramos vivir con más plenitud y equilibrio.







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