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Jueves, 28 de marzo de 2024



EDITORIAL


Por qué la sordera

Redacción La República redaccion@larepublica.net | Lunes 26 noviembre, 2007


Editorial


El tema es materia permanente de preocupación y conversación entre las personas, en sus hogares, en sus trabajos, donde sea que un grupo humano se reúna diariamente por algún motivo.

Nos referimos a la amenaza constante a la que está sometida la población de ser atacada por delincuentes. Estos son a veces parte del crimen organizado, que entra a casas, negocios, bancos u otros y despoja a la gente de sus bienes y en ocasiones de su vida o, cuando menos, la deja sufriendo las consecuencias de la agresión víctima de gran temor e inseguridad.

Algunas veces las personas son atacadas por delincuentes medianamente organizados y en múltiples casos por otros sin más estrategia que la que su mente les ha susurrado en medio del hambre, las drogas y la desocupación y que los ha lanzado a las calles a asaltar vehículos y peatones con las armas de que dispongan.

La peligrosa situación crece día a día. Hasta ministros u otros miembros del gobierno han sido víctimas del hampa y han sentido en carne propia, junto con sus familias, la sensación de peligro que agobia a la población permanentemente.

Al impresionante caos vial y a la cantidad de accidentes de tránsito causados por imprudencias, hay que sumar ahora el que los conductores deben preocuparse por un nuevo factor distractor, el posible asaltante, de quienes deberían ir atentos solo al tránsito y a su responsabilidad al volante.

En medio de esta situación, que ha convertido al país en un lugar inseguro para vivir o para visitar, llama la atención que solo siguen escuchándose cada día las noticias de nuevos ataques del hampa pero no las de soluciones efectivas y a corto plazo para devolver la paz a la ciudadanía.

Por qué, si lo anterior es el clamor de toda una población, no pareciera escucharse. Por qué no considerarlo emergencia nacional y tomar medidas urgentes para frenar algo que no debería haber nacido nunca. Por qué no darle valor a la necesidad de paz de una población, a esa fuerza laboral que, como se sabe, es el principal insumo con que cuenta Costa Rica para intentar el camino de su desarrollo.







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