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Edgar Ayales: pasión por los números, la familia y Costa Rica

Fabio Parreaguirre fparreaguirre@larepublica.net | Sábado 17 mayo, 2014




Costa Rica perdió ayer a un gran economista y persona, no solo desde la perspectiva técnica sino sobre todo en lo humano.

Para Edgar Ayales, la ciencia de los datos y las cifras era una forma de revelar los deseos del trabajador, del inversionista, de la familia, de los amigos.

Esta es una entrevista de semblanza publicada en mayo del 2014, semanas después de que dejara su cargo como ministro de Hacienda en el gobierno de Laura Chinchilla.

Luego de una semana de haber dejado el Ministerio de Hacienda hace cuatro años, Édgar Ayales nos recibió en su casa, para conversar sobre su vivencia de hacerse cargo de las finanzas de un país, en el que no había vivido, pero siempre siguió por 30 años.

Cafecito recién chorreado, con unos pancitos de queso dignos del paladar de un dios hechos por su esposa María Elena, empezamos a conocer más la vida de este sonriente economista.

¿Fue la cereza en su pastel, haber sido ministro de Hacienda?

Ciertamente —se sonríe—, el ser ministro, yo creo que para un economista, no hay ninguna otra posición tan alta a la que se pueda aspirar, claro, que no sea de elección popular, y el que me hayan dado el honor de serlo fue algo inesperado.
Yo he sido un técnico toda mi vida, estar en una posición política conllevó ciertas dudas. Para mí, ser ministro de Hacienda claro que fue la culminación de mi trabajo como economista. Creo que fue un honor inmerecido porque nunca hice carrera política en el país. Espero haber cumplido. Al menos sé que di todo mi empeño y pasión para sacar la tarea adelante, esos dos años.

Ahora, ¿qué prefiere, ser economista o político?

Son muy diferentes, lo técnico lo hice toda mi vida profesional en organismos internacionales, en estos dos años lo traté de conjugar con el político, que fue algo apasionante, pero yo no puedo dejar de hacer lo técnico, por eso fue que me involucré mucho en todos los trabajos y en especial con el diálogo fiscal.

Ese, ¿lo considera su proyecto estrella, fue su mayor pasión como ministro?

Creo que mi pasión fue en dos momentos, primero cumplir con el mandato de la Presidenta de estabilizar los problemas coyunturales que existían al momento de mi nombramiento en mayo de 2012, con respecto a las tasas de interés, bajar el crecimiento del déficit.
Pero está claro que el reto más grande y que profesionalmente fue el más interesante, fue el diálogo nacional fiscal, que nos llevó a generar las recomendaciones, porque aprendimos mucho de esas reuniones.
Lo más interesante fue hablar de impuestos y del fisco, un tema muy sensible, en pleno año electoral, eso nunca se había realizado en el país.

¿Qué le faltó?, dos años pasan velozmente, más si se está ocupado.

Me hubiera gustado poder ver alguna de las ideas del documento de recomendaciones de la hoja de ruta fiscal ya en la Asamblea, y mucho más ya ejecutándose.
Pero creo que mi tarea no ha terminado, estoy muy interesado en seguir ayudando a los gobiernos a alcanzar las soluciones, a crear diálogos, a estar cerca con las cosas que aprendí; sin dudarlo, la vida ya no será la misma, ahora me siento más comprometido con el país.

Y hablando de su vida, ¿qué sigue para Édgar Ayales?

Voy a retomar mi vida de hace dos años cuando regresé a Costa Rica, después de 30 años de vivir en el extranjero y trabajar para el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo; claro, ya no igual que antes, claramente, porque cuando uno tiene una experiencia como la de ser ministro, se desarrolla un cariño diferente por el país.
No creo que yo sea el que tenga las soluciones, para nada, solo que  me gustaría seguir contribuyendo, apoyar a los gobiernos en sus esfuerzos para resolver los problemas.

¿Por qué siempre está sonriendo?

Yo soy muy feliz con mi vida, tengo una suerte inmensa, tengo un matrimonio ejemplar de más de 40 años, una relación extraordinaria con mi esposa, hijos, nietos, soy inmensamente feliz y sé que se me refleja en la cara.
Yo trato de dimensionar las cosas, no me gusta ver los problemas de un tamaño más grande, y por eso es que siempre creo que uno tiene que ser positivo y optimista.
Siempre hay que hacer un esfuerzo para resolver los problemas, pero pensando siempre que el resultado final tiene que ser bueno.
Veamos a Costa Rica, es cierto que tenemos problemas, pero son más las cosas hermosas que uno escucha y ve del país, seguimos siendo ejemplares en muchos campos. Los problemas se pueden resolver sin autoflajelarse, de lo que más me preocupó al volver al país hace tres años, fue ver cómo ha cambiado el costarricense, que ya no es tan orgulloso del país, somos muy criticones, tendemos a ver las cosas mal.

¿Cuál es su mejor recuerdo de trabajar para el país, fuera del ministerio?

Yo trabajé en el Banco Central más de diez años, una parte muy bonita de mi experiencia profesional, al inicio del gobierno de Monge. Venía regresando de mis estudios en Inglaterra y era asesor del presidente del Banco Central, Carlos Manuel Castillo, él me pidió que le ayudara con las negociaciones con el FMI para sacar a Costa Rica de la gran crisis financiera.
Y en ese momento el ministro de Hacienda era don Federico Vargas, y el se trajo de Chile a un asesor, era Rodrigo Bolaños, los dos fuimos asesores del Gobierno que negociamos con el FMI, con un programa extraordinario que incluso se usó en libros de texto en Washington, por ser un programa de ajuste macroeconómico muy exitoso.

 







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