“Lo único constante es el cambio” - Heráclito

Cuando se inventaron los carruajes autopropulsados, el Gobierno de Inglaterra creó una ley que obligaba a que una persona caminara en frente del vehículo (a 50 metros) advirtiendo el peligro a los que utilizaban carruajes tirados por caballos y peatones.

La velocidad máxima de estos carruajes no podía exceder los 3 Km/hora en la ciudad y los 6 KM/hora en el campo. Se imaginan ustedes cómo serían nuestras carreteras si esta ley estuviera en vigencia.

El párrafo anterior muestra claramente cómo el ser humano se resiste al cambio y sobre todo a los cambios tecnológicos, pero también nos enseña que al final la tecnología prevalece.

En todo cambio tecnológico siempre encontraremos cosas negativas y cosas positivas. La tecnología de la bomba nuclear, por ejemplo, tiene la potencialidad de destruir el mundo, pero las aplicaciones de esta tecnología en la medicina, la generación de energía, la industria y el comercio superan en mucho los beneficios.

La mayoría de los cambios tecnológicos traen generalmente como consecuencia el ahorro de tiempo, haciendo las tareas más humanas y permitiendo al hombre ser más eficiente, eficaz a cambio de obtener más calidad de vida. Los ejemplos sobran de cómo la tecnología ha hecho más fácil la vida de esta generación en comparación con la de nuestros abuelos.

Como país tenemos el reto de adaptar la tecnología a nuestras necesidades y de abrazar los cambios tecnológicos en vez de rechazarlos, porque si no lo hacemos, las naciones que lo hagan nos dejarán atrás. Cuántas filas, horas de espera, presas, trámites engorrosos, emergencias y muertes podríamos evitar si la mentalidad fuera aceptar los cambios tecnológicos y hacer más eficientes nuestros servicios públicos.

Es importante pues, que hagamos el esfuerzo de siempre encontrar el lado positivo del cambio que trae la tecnología y si nos afecta negativamente, buscar reinventarnos y aprender a hacer las cosas diferentes porque no tenemos otra opción.