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COLUMNISTAS


La Bandera Azul de Tamarindo

Carlos Denton cdenton@cidgallup.com | Miércoles 31 octubre, 2007


Confieso que he visitado Tamarindo dos veces este año, y en ambas ocasiones pasé varias horas en el mar. Me gusta brincar las olas y meter la cabeza por debajo del agua; creo que el agua salada es buena para limpiar los senos del cráneo; nado con los ojos abiertos buscando conchas, o para tratar de ver algún animalito. Hago gárgaras por lo bien que hace el agua a la garganta.

La noticia de que el agua en que nadaba tiene 4.600 coliformes por 100 mililitros (lo máximo aceptable es 240) y que el 93% de estos está compuesto por Escherichia coli (excremento humano) me ha dejado desconcertado. La verdad es que estaba haciendo todas estas abluciones en un inodoro; la Bandera Azul Ecológica de Playa Tamarindo es un embuste. La Bandera debería ser retirada de inmediato, y aunque lograran limpiar el agua los líderes empresariales de Tamarindo y las autoridades de Santa Cruz, no deberían ser elegibles para recibir ese honor en 2008.

El Ministerio de Salud debería colocar rótulos grandes en la playa recomendando a los visitantes no meterse en el mar por la contaminación del agua. Algunos dirán que los hoteles y otros negocios van a sufrir por una medida de este tipo; los empresarios dueños de los negocios son los que han permitido este abuso, y mi opinión es que tienen que vivir las consecuencias de su negligencia.

Lo lamentable de la noticia de la contaminación de Tamarindo es que pueda haber otras playas populares con el mismo problema y no han perdido la Bandera Azul porque nunca lograron ganarla. En la lista de las playas con Bandera que publica el Instituto de Acueductos y Alcantarillados, no está Playas del Coco, para citar un ejemplo. Allí se bañan muchas personas —¿deberían la autoridad advertirles del problema?

En América Latina hay playas famosas y populares, que después fueron abandonadas por los turistas cuando las aguas se contaminaron; Playa Caleta de Acapulco es un ejemplo y Playa Copacabana de Río de Janeiro es otro. Las autoridades de esas dos ciudades realizan esfuerzos para limpiarlas. Han tenido cierto éxito, pero pasarán muchos años antes de que regresen los turistas internacionales para zambullirse en sus aguas.

La respuesta para lo que ha ocurrido en Tamarindo tiene que ser drástica. La Municipalidad de Santa Cruz ha demostrado su incapacidad o desinterés de regular lo que está ocurriendo en el centro playero. Se han dado permisos de construcción a edificios de siete y más pisos que prometen poner tanques sépticos con algún tipo de tratamiento a las aguas negras; pero las autoridades santacruceñas están permitiendo que estos viertan sus aguas “grises” directamente al mar. (El agua gris es la que produce el lavado de la ropa, de los trastos y de las duchas). Me dijo un residente de Tamarindo ¿Quién sabe si no mezclan un poco de agua negra con la gris en temporada alta cuando el tanque séptico no da abasto?

Para que personalmente me animara a nadar en Tamarindo tendrían que eliminar las “grises” y las negras. Si bien es cierto que nadar en excremento humano es totalmente inaceptable, no me apetece mucho entrar a agua contaminada por la grasa de la sartén donde cocinaron las papas fritas de la noche anterior, o entre los residuos del detergente que lavó la ropa interior del cocinero.

¡Qué horror, Tamarindo!

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