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De cal y de arena

Alvaro Madrigal cuyameltica@yahoo.com | Jueves 25 octubre, 2007


La encarnizada polémica en torno al Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos destapó los vicios de un proceso de negociación caracterizado por el secretismo y la ausencia de mecanismos eficaces para tomar el pulso a la sociedad civil a la hora de elaborar las posiciones del país. Tanto como que —infidencias del mismo Presidente de Costa Rica de entonces— ni siquiera a él se le consultó la última posición adoptada por los negociadores en temas cruciales como el de las telecomunicaciones y los seguros. El cacareado “cuarto adjunto” solo sirvió para llenar una formalidad protocolaria y simular vocación por la transparencia. Para escarnio de muchos de los que desfilaron por ahí, se les oyó pero no se les escuchó. Aún resuenan las airadas quejas de sectores afectados por el TLC porque a la hora de la hora, al Tratado se le incorporaba lo que la burocracia decidía. Y si no, véase en qué pararon las objeciones de los sectores de lácteos y carne de porcino. De modo que la experiencia del proceso de negociación del TLC enseña lo nefasto que sería repetir los vicios en el caso del Acuerdo de Asociación con la Unión Europea. Es de temer que así suceda, vista la prominencia que se les ha cedido a los mismos que se habituaron a trabajar dentro de una cripta y la arrogancia con que algunos jerarcas de ciertos gremios empresariales apuran la marcha, como si se tratase de un tema para buhoneros y como si la controversia en torno al Cafta no hubiese sido atizada en buena medida por el secretismo, el misterio, la apropiación indebida del destino nacional. Hay instancias de participación de la sociedad civil (así se les denomina) que levantan la mano y piden aportar en las negociaciones con la U.E. Se apegan al Protocolo de Tegucigalpa que creó el Sistema de la Integración Centroamericana (SICA) y que así lo dispone. Pero desde el gabinete alguien subestimó su representatividad. ¿Anticipo de la suerte de sus reclamos? Algo así parece que les espera a los “Auxiliares de la Función Pública Aduanera” quienes dieron a conocer sus observaciones, críticas y sugerencias al expediente de la Unión Aduanera en razón de que lo planteado conduce a todo menos a la Unión Aduanera de Centroamérica, y piden —sin que se les dé pelota— que se involucre a la sociedad civil. ¿Verá la Unión Europea estas cosas compatibles con el espíritu de participación de la sociedad civil en todo lo que atañe al Acuerdo de Asociación con el istmo?

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Y como para engrosar el estuche de las monerías de la política contemporánea, esta joya: el diputado jefe de la fracción del Movimiento Libertario solicitó el parecer del gobierno de Estados Unidos sobre un proyecto de ley que resume las principales normas de la legislación de implementación del TLC. Semejante expresión de malinchismo que no es sino una afrenta a la potestad soberana del Congreso, solo se vio en los tiempos de los Contratos-Ley. De repente el Secretario de Comercio Exterior de Estados Unidos equiparará la consulta a un encargo para que redacte el proyecto de ley. Como en los tiempos de Mr. Chatfield, Encargado de Negocios de Su Majestad, que quería imponer una especie de protectorado británico en este rincón.

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