Vivir en la calle
| Lunes 08 octubre, 2007
Vivir en la calle
Vivir en la calle, dormir en la acera, comer cualquier cosa con las manos mugrientas, hacer las necesidades en cualquier esquina, eso es lo que viven a diario cientos de compatriotas nuestros en las calles de San José, han descendido a los más profundo del vicio y de la miseria humana. ¿Que es lo que está pasando? ¿Por qué estas personas no encuentran su lugar en el mundo?
Son muchos los epítetos que a diario usamos para referirnos a ellas e incluso nos sentimos molestos con su presencia, los llamamos: enfermos, vagabundos, viciosos, escoria. Pero, ¿nos hemos puesto a pensar qué hay detrás de la desagradable fachada de esos, nuestros prójimos? ¿Podremos hacer algo para rescatar a esta parte de la humanidad, que son al fin y al cabo personas como todos nosotros, seres frágiles que en su mayoría están deseando que les tiendan una mano?
De hecho hay muchos programas; es innegable, las municipalidades, las iglesias, las asociaciones de beneficencia, los voluntarios y la Cruz Roja hacen lo suyo, pero el problema sigue ahí, es cada día más evidente y se extiende a otras ciudades.
¿Es acaso este el producto de una deficitaria distribución de la riqueza en nuestros días? ¿O será falta de una atención integral que ponga barreras más poderosas a la propagación de los vicios, entre ellos el alcoholismo y la drogadicción, al avance del desempleo y a la deserción escolar?
Sea el motivo que sea, ahí están. No podemos hacer la vista gorda e ignorar el problema. Es cierto que el estado “cocinero” ha venido en detrimento en las recientes décadas, las ideologías de corte social se esfumaron, cuesta encontrar alguna corriente global de pensamiento más humana y que no sea puramente mercantilista.
En los tiempos actuales estamos en el impasse “de ver qué sucede”. Hoy esperamos que muchos de los problemas que antes atendía el estado como timonel de la vida nacional, los resuelva la empresa privada o la sociedad civil, que en el caso nuestro, aún no están preparadas suficientemente para asumir esa responsabilidad.
Busquemos nosotros en nuestra idiosincrasia costarricense un equilibrio entre administración y sociedad civil para darle seguimiento y solución a muchos de los males que la vida de hoy nos trae, no esperemos que sea el estado el que se ocupe de las soluciones y no espere el estado que la empresa privada y las organizaciones sociales generen las ideas y lo hagan todo también.
Tal vez la solución está en el largo plazo y en la aplicación de algunas recomendaciones como una buena prevención y profilaxis social que les ponga especial atención a la niñez y a la juventud en lo referente a la salud y a la educación, una mejor distribución de la riqueza nacional y la generación de empleos debidamente remunerados.
También, avanzando hacia un mayor desarrollo económico y hacia la modernización con eficiencia de los sistemas tributarios, posiblemente podamos desterrar los males más visibles, como la pobreza, la indigencia y la vida en la calle, propios en mayor medida, de los países pobres y subdesarrollados.
Johnny Sáurez Sandí
Abogado y notario
Vivir en la calle, dormir en la acera, comer cualquier cosa con las manos mugrientas, hacer las necesidades en cualquier esquina, eso es lo que viven a diario cientos de compatriotas nuestros en las calles de San José, han descendido a los más profundo del vicio y de la miseria humana. ¿Que es lo que está pasando? ¿Por qué estas personas no encuentran su lugar en el mundo?
Son muchos los epítetos que a diario usamos para referirnos a ellas e incluso nos sentimos molestos con su presencia, los llamamos: enfermos, vagabundos, viciosos, escoria. Pero, ¿nos hemos puesto a pensar qué hay detrás de la desagradable fachada de esos, nuestros prójimos? ¿Podremos hacer algo para rescatar a esta parte de la humanidad, que son al fin y al cabo personas como todos nosotros, seres frágiles que en su mayoría están deseando que les tiendan una mano?
De hecho hay muchos programas; es innegable, las municipalidades, las iglesias, las asociaciones de beneficencia, los voluntarios y la Cruz Roja hacen lo suyo, pero el problema sigue ahí, es cada día más evidente y se extiende a otras ciudades.
¿Es acaso este el producto de una deficitaria distribución de la riqueza en nuestros días? ¿O será falta de una atención integral que ponga barreras más poderosas a la propagación de los vicios, entre ellos el alcoholismo y la drogadicción, al avance del desempleo y a la deserción escolar?
Sea el motivo que sea, ahí están. No podemos hacer la vista gorda e ignorar el problema. Es cierto que el estado “cocinero” ha venido en detrimento en las recientes décadas, las ideologías de corte social se esfumaron, cuesta encontrar alguna corriente global de pensamiento más humana y que no sea puramente mercantilista.
En los tiempos actuales estamos en el impasse “de ver qué sucede”. Hoy esperamos que muchos de los problemas que antes atendía el estado como timonel de la vida nacional, los resuelva la empresa privada o la sociedad civil, que en el caso nuestro, aún no están preparadas suficientemente para asumir esa responsabilidad.
Busquemos nosotros en nuestra idiosincrasia costarricense un equilibrio entre administración y sociedad civil para darle seguimiento y solución a muchos de los males que la vida de hoy nos trae, no esperemos que sea el estado el que se ocupe de las soluciones y no espere el estado que la empresa privada y las organizaciones sociales generen las ideas y lo hagan todo también.
Tal vez la solución está en el largo plazo y en la aplicación de algunas recomendaciones como una buena prevención y profilaxis social que les ponga especial atención a la niñez y a la juventud en lo referente a la salud y a la educación, una mejor distribución de la riqueza nacional y la generación de empleos debidamente remunerados.
También, avanzando hacia un mayor desarrollo económico y hacia la modernización con eficiencia de los sistemas tributarios, posiblemente podamos desterrar los males más visibles, como la pobreza, la indigencia y la vida en la calle, propios en mayor medida, de los países pobres y subdesarrollados.
Johnny Sáurez Sandí
Abogado y notario