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EDITORIAL


Peleándose confites

El pleito por los viajes evidencia el bajo nivel que tenemos en el Primer Poder de la República y, muy especialmente, en los partidos políticos

Redacción La República redaccion@larepublica.net | Sábado 09 julio, 2011


Editorial


Resulta insólito que en nuestra Asamblea Legislativa se haya suscitado un enfrentamiento entre grupos de diputados por motivo de los viajes oficiales que realicen o no los congresistas.

Esto no es más que una evidencia del bajo nivel que tenemos no solo en el Primer Poder de la República, sino, muy especialmente, en los partidos políticos.

Los viajes son muy buenos para cualquier persona y los legisladores deberían poder hacerlos, razonablemente, y sacar el mayor provecho de esos periplos. Cada desplazamiento a otro país contribuye a un mayor conocimiento, a una mejor visión de mundo, entre muchos otros beneficios.

Lo que no está bien es que no haya en el Congreso un ambiente en el que se tenga la seguridad de que cada diputado, cuando solicita tiempo y viáticos para viajar lo hace para obtener esos beneficios y no solo para él sino para que redunden en provecho del país, ya que dichos movimientos se hacen generalmente con fondos públicos.

Los diputados deben viajar, pero debe existir un control sobre esas salidas. La parte administrativa y un cierto rendimiento de cuentas corresponden a la propia Asamblea y el resto, la cuestión de conciencia que implica actuar correctamente, es una tarea de los partidos políticos.

Es ahí donde se llega al factor que causa innumerables males que hoy padecemos. Es tarea de los partidos políticos seleccionar a quienes tengan los mejores atributos para representar a la sociedad y formarlos adecuadamente si van a aspirar a puestos de poder.

Si los partidos políticos, en vez de seleccionar personas con un alto nivel de conciencia, entre otras cualidades, y formarlas adecuadamente para los puestos de poder, son simples maquinarias electorales, se comprende fácilmente que luego en vez de debates de altura, para aprobar o desaprobar leyes en beneficio del país, los legisladores se enfrasquen en asuntos como si deben viajar o no y quién utilizó mayor presupuesto.

Los ciudadanos productivos, que financian esos viajes con sus tributos, seguramente estarían muy complacidos de que se realicen si a cambio contaran con legisladores de primera categoría que lograran, en tiempo adecuado, redactar buenas leyes, que luego no fueran devueltas por la Contraloría por mal hechas, para un mejor funcionamiento del país y una mejor calidad de vida para todos.

Sin embargo, estamos muy lejos de eso. Seguimos condenados al bochornoso accionar y a los infructuosos pleitos que se producen en el Parlamento.










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