Nota de Tano
Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Jueves 02 octubre, 2008
Intensidad es el nombre del juego.
Un canal de cable nos transmite seis u ocho partidos del campeonato argentino diariamente; mi querido “Machaco”, fanático del Racing, no se los pierde y nos comentó maravillas esta semana del empate entre la Academia y River 3-3, “un partidazo” que en el campeonato costarricense se mira “cada muerte de obispo”, dijo don Miguel.
Miles de mortales amantes del fútbol disfrutamos del arranque de la “Champion”, el torneo de clubes europeos más famoso del mundo en el que hemos presenciado choques y goles espectaculares.
¿Les gustó el segundo de Messi, ayer?
Y el fútbol mexicano también inunda nuestras pantallas, para enseñarnos un torneo competitivo muy superior en ritmo al lluvioso campeonato de invierno local.
El fútbol de Europa es mucho más intenso que el argentino; este, más intenso que el de México; este, más intenso que el costarricense.
¿Qué factores influyen para que el fútbol nacional no logre equipararse con los estilos de juego de naciones más desarrolladas?
Las respuestas pueden estar en aspectos de infraestructura; formación; actitud mental; alimentación; preparación física; cultura deportiva; cultura en general; profesionalización de la dirigencia, educación de la prensa deportiva y decenas de factores que hacen que el fútbol de Europa tenga un vértigo; el de argentina un ritmo y el de México una velocidad que superan en mucho a lo que vemos cada domingo en nuestras maltratadas canchas de juego, expuestas a los torrenciales aguaceros como los que nos ha recetado San Pedro cada tarde de esta última semana.
A menos de 24 meses de un nuevo Mundial de Fútbol, ahí camina la Selección Nacional en procura de una tercera clasificación consecutiva a la máxima cita balompédica del universo. Todo un honor que una nación pequeña y modesta en su fútbol de cuarto mundo, asista a tres Copas del Mundo seguidas, si es que lo logramos.
En América del Sur, donde se practica ese mejor fútbol que el nuestro del que hablamos, pocos países pueden darse ese lujo, con excepción de las potencias Brasil y Argentina.
Pero, pero…
¿Qué ganamos con estas participaciones?
¿Qué hemos avanzado, ya no digamos desde Italia 90, sino desde Corea-Japón 2002?
¿En qué hemos mejorado desde que abrimos el Mundial en Alemania?
No se ha dado ninguna revolución en nuestras ligas menores; no se ha fichado un solo maestro, tipo José Pekerman, para que venga a enseñarles a jugar fútbol a nuestros niños talentos; ni siquiera se ha abierto a pleno pulmón el Proyecto Gol; ningún paso gigante de la Federación de Fútbol: ahí vamos con el nadadito de perro; ganando partidos, amarrando clasificaciones a mundiales de todo nivel; pegando batazos aislados de parte de clubes y selecciones, pero nada, absolutamente nada, ninguna decisión o acuerdo que permita que nuestros fútbol tenga eso que se llama: intensidad.
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