La paradoja de la pyme tecnológica en Costa Rica
Manrique Feoli manrique.feoli@kinetos.com | Viernes 13 julio, 2018
Costa Rica es un país con condiciones privilegiadas para ser un referente tecnológico a nivel mundial en muchos aspectos; sin embargo, en el campo del emprendedurismo está teniendo una situación reciclada que la detiene.
El mundo atraviesa un momento histórico de transformación digital de la mayoría de las actividades y las empresas tecnológicas están tomando especial preponderancia en generar y abordar esta transformación. Emprendedores que hace escasos años solo tenían una idea hoy son los nuevos referentes en sus campos, así pues, los Wazes, Ubers, Amazons, Skypes crearon una disrupción en el control de tránsito, el transporte de personas, las ventas al detalle y las comunicaciones, para solo nombrar unas pocas.
Por lo tanto, países de vanguardia desde hace ya algunos años han enfocado sus baterías en incentivar las condiciones para que estas ideas cuajen en productos, pero que lo hagan dejando el valor agregado en sus tierras.
Este último es el caso del Reino Unido, que mediante una política de Estado generó una serie de medidas que hacen a cualquiera querer ser un emprendedor allí, como fue el caso de este servidor. Desde un Departamento de Inversión del Gobierno (DIT) que brinda apoyo logístico y enlaces con expertos en campos como legal, mercadológico y otros, hasta políticas de impuestos e incentivos de inversión asombrosos (ver legislación S.E.I.S).
Pues bien hacen su tarea estos gobiernos con políticas de largo plazo que intentan insertar a sus economías en la era de la tecnología y 4ta revolución industrial (hay varios otros ejemplos de países: Canadá, Alemania, Chile, etc.).
¿Qué pasa por estos rumbos mientras tanto? Sucede que las empresas carecen de todas estas condiciones, pero aún peor, tienen problemas un poco más estructurales que les impiden desarrollarse.
Irónicamente siendo el costarricense uno de los ciudadanos más capacitados en tecnología de la región, ocupando usualmente entre el primero y tercer lugar de América Latina y siendo inclusive buscado por empresas y países de clase mundial, por su alta educación, capacidad, y tenacidad a la hora de pasarse al otro lado e intentar ser emprendedor no la tiene nada fácil, de hecho, las tiene de perder.
El emprendedor nacional crea un producto que resuelve un problema de algún cliente nacional, por el tamaño del mercado no va a encontrar muchos otros clientes similares, el primer resultado es bajos ingresos para subsistir, sin tomar en cuenta que como el mercado es pequeño otros también con necesidad empezarán a realizar el mismo producto, pero a menor precio para competir. El cliente utiliza el producto y muy pronto tendrá una necesidad diferente y le consultará al emprendedor si le puede crear el otro producto, a lo que el empresario accede con tal de mejorar ingresos, ya tiene dos productos no lo suficientemente especializados, luego viene un tercero y cuarto. El resultado de esto son empresas con muchos productos poco especializados, lo que denominamos empresas muy horizontales.
¿Cuál es la solución? La más obvia pareciera ser buscar otros mercados, claro; sin embargo, es de esperar que este producto no está preparado para competir en mercados más sofisticados por su falta de especialización, y es muy costoso para el emprendedor especializarlo con sus recursos.
El emprendedor entra en ese círculo vicioso fatídico, dando vueltas “persiguiéndose la cola”, donde no tiene el dinero para entrar a nuevos mercados y no vende más porque el mercado no se lo permite.
Esta es una razón estructural básica, pero hay otras como las barreras que le impone el propio medio (y que todos experimentamos día a día) como: tramitomanía interminable, impuestos altos, cargas sociales, costo de vida al nivel de Europa, que todo se remana con una falta de acceso a capital y crédito de todo tipo.
El resultado es un empresario que más parece un mártir que un emprendedor.
La conclusión es que la única forma de lanzar una empresa hacia la globalidad es dando un empujón, aún más fuerte que el que se les da en otros países, a las empresas emergentes para que pueda el emprendedor llegar a entender bien un mercado global (no solo el local) y por ende pueda ajustar su solución a resolver un problema de clase mundial. De otra forma estará condenado a la “burbuja” descrita en que quedan las pymes tecnológicas en Costa Rica.