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EDITORIAL


Vandalismo contra la democracia

Redacción La República redaccion@larepublica.net | Sábado 19 enero, 2008


Editorial


No parece casualidad que sean por lo menos cinco los diputados, y provenientes de distintos partidos políticos, los que denuncian amenazas, intimidaciones y atentados contra su seguridad hasta en las afueras de sus casas.

Varillas dobladas convertidas prácticamente en armas, como las mostró esta semana a LA REPUBLICA el legislador Jorge Eduardo Sánchez, son algunos de los recursos en lo que han mal empleado su creatividad los enemigos de la democracia.

Disentir sobre los proyectos de ley y su trámite en el Plenario es una opción totalmente válida e incluso enriquecedora para los debates que se deben producir en un régimen pluralista como el nuestro.

Pero esa diferencia de opiniones ha de ser respetando los mecanismos existentes en un estado de derecho, no persiguiendo y coaccionando a quienes piensan y actúan distinto.

No se puede admitir que un sector recurra a “herramientas” peligrosas y violentas con el fin de impedir el libre tránsito de un congresista o su llegada al Plenario, solo porque su voto será a favor de determinada iniciativa.

Tal y como se informó el jueves pasado, en el caso de uno de los legisladores han sido hasta siete las intimidaciones que ha sufrido en su casa, lo que ha puesto en riesgo no solo su integridad sino también la de su familia.

Casualmente son los diputados que se han manifestado a favor del Tratado de Libre Comercio entre Centroamérica y Estados Unidos (Cafta) los que han recibido este tipo de “presiones” en las última semanas.

Sin embargo, olvidan estos grupos de vándalos que fue la mayoría de los costarricenses quienes, vía referéndum, se manifestaron a favor del Cafta en octubre pasado.

Respetar la voluntad popular es querer a un país y a quienes en él habitan. Dejar que las personas, democráticamente electas, puedan cumplir con sus tareas, es también una demostración de educación y civismo el cual evidentemente se está perdiendo en Costa Rica.

Sin embargo, estamos a tiempo de recuperar nuestra cultura patriótica. Denunciar estos actos es un buen paso, lograr extinguirlos es el salto que se debe dar.







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