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COLUMNISTAS


Trotando mundos

Humberto Pacheco humberto.pacheco@pachecocoto.com | Martes 25 septiembre, 2007


El averanado otoño europeo nos sirvió de fondo en Praga para enterarnos, en nuestro periódico favorito el International Herald Tribune, del desastre económico en que los genios han convertido a nuestro mundo. Lo de “nuestro mundo” va bien porque, como pequeñísima economía que somos, un estornudo de los grandes nos puede causar convulsiones y paro cardiaco.

La crisis que ha desatado el mercado secundario de hipotecas en Estados Unidos e Inglaterra podría dar al traste con el boyante mercado de bienes raíces que tanta inversión y empleo ha traído a nuestro país. Sí le agregamos la gravísima alarma internacional que disparó la noticia de la desacertada expropiación de las baulas, que se podría manejar mucho mejor con los propietarios que contra ellos y no traería los negros recuerdos de un pasado vergonzoso, el daño puede ser de grandes proporciones.

Simultáneamente, la dimensión de los recientes sucesos mundiales nos hace preguntarnos si los agoreros que nos están llenando de correos electrónicos, preguntándonos que qué oscuro fin pretenden los Estados Unidos con el TLC, verdaderamente creerán que hay una conspiración norteamericana para apoderarse de Costa Rica. ¿Se habrán tomado el tiempo para analizar las cifras de nuestro modestísimo tratado sin darse cuenta de que —aún tomando a toda Centroamérica y la República Dominicana— las cifras para los norteamericanos son miados de gallina? ¿Serán honrados sus planteamientos ó será más bien mala fe informativa para llevar agua sus molinos?

El jueves pasado el Herald traía una batería de artículos fascinantes entre los que quisiera comentar uno, no sin antes advertir su origen. Una visita de Thomas Friedman a Doha y Dalián lo dejó alarmadísimo, al ver el giro de dos ciudades que se han convertido en gemelas de Nueva York, con rascacielos y todo, en un abrir y cerrar de ojos. La primera, la capital de Qatar, un pequeño estado al este de Arabia Saudí; la segunda una ciudad al noreste de China. Las dos —por gran dicha para sus ciudadanos— en plena prosperidad gracias en el primer caso al precio del petróleo y en el segundo a haberse convertido en un vasto valle del silicón estilo California- y de hecho en nuestra devastadora competencia.

Lo que alarmó a Friedman es que ambas estén consumiendo una enorme cantidad de energía, dejando sin efecto todos los esfuerzos de ahorro energético que algunas sociedades avanzadas están desarrollando. Aunque Doha y Dalián tienen el mismo derecho que Nueva York, afirma el autor, ni ésta ni aquéllas tienen derecho a derrochar energía. Este tipo de consumo desmedido, dice, se desayuna el ahorro que produjo el cambio a luces residenciales fluorescentes, se almuerza el de los carros híbridos y se cena los avances con energía solar y eólica. Mientras no cambiemos nuestro estilo de vida en forma dramática, los parches porosos al medio ambiente no servirán para nada, concluye el autor.

Irónicamente, agregamos nosotros aunque suene contradictorio a una política ambiental, a Costa Rica le ha llegado la hora de buscar petróleo y gas urgentemente, para no mantenerse atada a la importación de un producto indispensable que ya superó el devastador precio de US$80.00 por barril. Y de explotar el oro intensamente, pues su precio, tal como lo pronosticaron hace rato las Hermanas Aden, se disparó nuevamente y ya alcanza los US$700.00 la onza, mientras que el dólar, moneda que rige nuestra economía, va de picada como un avioncito de guerra derribado. Achará el tiempo que hemos perdido!

Sí no lo hacemos podría ser que los esfuerzos que empeñemos por preservar el ambiente resulten académicos. Esto, sin dejar de recordarles que en tiempos de intensa crisis económica mundial se acrecienta el peligro de una descomunal guerra de la que en estos tiempos no escaparía nadie...

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