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Sinceramente

Emilio Bruce ebjreproduccion@gmail.com | Viernes 01 diciembre, 2017


Sinceramente

El conocido político, escritor y pensador Sergio Erick Ardón Ramírez hace unos días escribió en su muro de Facebook : “Dios me libre, Dios me guarde, y la virgen Santa Inés, después de todo esto que hemos pasado, equivocarnos otra vez”. ¡Cuánta razón le asiste, cuánto temor le embarga! Tiene toda la razón en lo que expresa, elegir a un populista vociferante podría ser el peor error de nuestra época y sus consecuencias posiblemente traerían dolor, pobreza, alienación y desconsuelo a los costarricenses. Cometer el error de tratar de castigar con el voto es contrario a toda razón. Construir un país entre todos con quienes presentan propuestas, ideas, metas y argumentos es lo que se impone.

El país después de este gobierno está lleno de rabia. La ira se trasluce en todos los intercambios sociales, en todos los análisis políticos, en todas las conferencias y encuentros en lo que se conversa del futuro político de Costa Rica. “Nos engañaron”… “Son unos chanchos”… “¿Cuál cambio?”… Pero “culito que quiere rejo, ¡que le den tieso y parejo!... y las consecuencias de la elección anterior las hemos visto reflejadas en el accionar del país desde los primeros días. Este gobierno ha marchado de tropezón en tropezón generado por la falta de experiencia de sus líderes principales y por la ausencia de profesionales con espuela en la administración pública.

Sin mayoría en la Asamblea Legislativa no hicieron más que lanzar ataques a los partidos que podrían haber trabado acuerdos con su fracción. No se patea primero y se piden favores después. Es de simple sentido común. Es lamentable pero desde el Discurso de los 100 días… se empleó esa táctica.

No debe el país con sus electores volver a incurrir en error al momento de escoger a los próximos gobernantes. El costo de escoger mal puede ser altísimo, las consecuencias de votar por lo que conscientemente se sabe que es nocivo para Costa Rica resulta tremendamente destructivo.

Es menester conocer por quién se desea votar. Las corazonadas no son método racional de escoger y sufragar. Conocer a las personas en su preparación, en sus planteamientos, en sus metas y objetivos es lo menos que podemos y debemos hacer. Pero quizás más importante que eso es conocer cuáles son sus intenciones, cuáles sus propósitos, qué pretenden alcanzar. Es que en este campo nos han engañado tantas veces con “el mejor equipo y no se corrompe…”, “eliminar las presas”… “construir infraestructura”… que nos vamos a ver obligados a hacer un verdadero esfuerzo. Resulta fundamental saber quiénes van a ser los miembros del equipo y su compromiso. Un presidente con sus dos vicepresidentes solos los tres no harán nada de nada. Deberán mostrarnos a los futuros ministros y presidentes ejecutivos.

Una persona que es capaz de cualquier cosa no es presidenciable. La intencionalidad de las personas y su personalidad son grandes indicadores de lo que pueden llegar a hacer. Un carácter de dictador no llega a formar consensos. Una personalidad autoritaria puede parecernos conveniente para lograr que se hagan cosas, pero siempre hay que ver la otra cara… Un régimen de fuerza nos puede llevar a una confrontación política y social sin precedentes recientes.

¿Será que los partidos que concursan por el poder y que son despiadadamente atacados, vejados y agraviados por el populismo, si este llega a ganar, le ayudarán a cumplir con sus propósitos? Honestamente no lo creo. Hay personalidades que polarizan y las hay que invitan al consenso y al acuerdo. Resulta muy peligroso elegir a un matón. Una persona capaz de cualquier cosa es persona de la que podemos esperar que haga cualquier cosa buena y mala.

El futuro es negociar, tener claro qué necesita el país y cómo hacerlo, unir a la familia costarricense, convocar a los pueblos y a sus líderes para en conjunto hacer cosas mayores y positivas. Nada de esto se logra con el garrote en la mano, agrediendo, insultando o difamando crudamente.

“Dios me libre, Dios me guarde y la Virgen Santa Inés…” no debemos equivocarnos otra vez.

ebruce@larepublica.net

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