Promesa de una nueva etapa

Los nuevos aires que la administración de Barack Obama ha prometido imponer en Washington comienzan a soplar con fuerza.

Las esperanzas de América Latina de mantener una relación renovada con la potencia mundial se levantaron después de la reunión del presidente electo con Felipe Calderón, su homólogo mexicano. Obama no se limitó a la lucha contra el narcotráfico y la migración, temas que han centrado durante años las relaciones latinoamericanas con Estados Unidos. El medio ambiente y la seguridad energética se colaron entre los asuntos comerciales y de seguridad.

Hillary Clinton prometió durante su audiencia de confirmación como próxima secretaria de Estado que Estados Unidos inaugurará un nuevo curso en política exterior guiado por la diplomacia y el pragmatismo y en el que el país recurrirá a la fuerza solo como “último recurso”.

Clinton anticipó que Washington volverá a apostar por “una enérgica colaboración con América Latina” y aseguró que hay oportunidades para “reforzar la cooperación” en todo el hemisferio y trabajar en objetivos comunes en materia económica, de seguridad y ambiental.

La expectativa en América Latina ante la llegada de Obama a la Casa Blanca es alta y sus gobiernos esperan que el lema del “cambio” defendido con tanto énfasis durante la campaña, se traslade también a sus políticas hacia la región.

Aunque con una seria crisis económica sobre sus espaldas, es dudoso que América Latina escale puestos en la agenda del mandatario electo, si es posible esperar una relación que diversifique sus enfoques.

Temas como la cooperación energética, el respeto al medio ambiente, se podrían unir a la lucha contra el narco y la inmigración para crear una agenda amplia entre Estados Unidos y la región latinoamericana.

Después de ocho años de verse relegada en la agenda de prioridades de Washington y de crecientes choques entre las autoridades estadounidenses y gobiernos de varios países latinoamericanos, la región puede guardar esperanzas de un cambio positivo.