Por la víspera se saca el diputado
| Miércoles 26 mayo, 2010
Por la víspera se saca el diputado
Dos minutos tarde, el primer día de clase, bastaron para que mi profesora de inglés del colegio me diera una severa reprimenda pública, que se resume en el célebre adagio “la primera impresión es la que cuenta”. Eso significó que dirigiera todos mis esfuerzos en demostrarle cuán equivocada estaba y que yo no era ese muchacho irresponsable que delineó sin siquiera conocerme. Quizá esa era su intención en un principio.
Con esta anécdota como base y a la espera de que muchos de los lectores hayan tenido experiencias semejantes, me refiero ahora a la primera impresión que nos causaron nuestros queridos diputados y diputadas. No es necesario que profundice mucho en el tema, salta a la vista que la opinión pública está convencida de que los miembros de la Asamblea Legislativa llegaron a buscar cómo favorecerse (¿Cuál servicio a la patria? Aquí la cosa es ver cuánto logro que me paguen).
Si la excusa es que el salario es bajo, esta cae por su propio peso. ¿O es que no se debe empezar por remunerar de manera justa a los que menos ganan?
El bien común se construye siempre empezando por los más necesitados. Ya no importa que se echen para atrás o que el aumento se haga, nadie cambiará la imagen que el pueblo costarricense se ha llevado de ellos.
Es cierto que la primera impresión es la que cuenta, pero como línea base. Muchos políticos anteriores han llegado con promesas y discursos sobre las maravillas que harán en el futuro y, cuando nada hacen, solo nos queda desilusionarnos.
Estos diputados empezaron tocando fondo, por lo que el panorama está puesto para que cualquier cosa buena que hagan mejore su imagen pública (¿será eso lo que pretenden?).
No sea que esta primera impresión sea la del novio en etapa de conquista, vestido con sus mejores galas. Si ese fuera el caso, que muera toda esperanza.
Las protestas del pueblo son como un reto lanzado a las puertas de la Asamblea Legislativa: señoras y señores, demuestren para qué y para quién están sentados en esas curules.
Rafael León Hernández
Psicólogo
Dos minutos tarde, el primer día de clase, bastaron para que mi profesora de inglés del colegio me diera una severa reprimenda pública, que se resume en el célebre adagio “la primera impresión es la que cuenta”. Eso significó que dirigiera todos mis esfuerzos en demostrarle cuán equivocada estaba y que yo no era ese muchacho irresponsable que delineó sin siquiera conocerme. Quizá esa era su intención en un principio.
Con esta anécdota como base y a la espera de que muchos de los lectores hayan tenido experiencias semejantes, me refiero ahora a la primera impresión que nos causaron nuestros queridos diputados y diputadas. No es necesario que profundice mucho en el tema, salta a la vista que la opinión pública está convencida de que los miembros de la Asamblea Legislativa llegaron a buscar cómo favorecerse (¿Cuál servicio a la patria? Aquí la cosa es ver cuánto logro que me paguen).
Si la excusa es que el salario es bajo, esta cae por su propio peso. ¿O es que no se debe empezar por remunerar de manera justa a los que menos ganan?
El bien común se construye siempre empezando por los más necesitados. Ya no importa que se echen para atrás o que el aumento se haga, nadie cambiará la imagen que el pueblo costarricense se ha llevado de ellos.
Es cierto que la primera impresión es la que cuenta, pero como línea base. Muchos políticos anteriores han llegado con promesas y discursos sobre las maravillas que harán en el futuro y, cuando nada hacen, solo nos queda desilusionarnos.
Estos diputados empezaron tocando fondo, por lo que el panorama está puesto para que cualquier cosa buena que hagan mejore su imagen pública (¿será eso lo que pretenden?).
No sea que esta primera impresión sea la del novio en etapa de conquista, vestido con sus mejores galas. Si ese fuera el caso, que muera toda esperanza.
Las protestas del pueblo son como un reto lanzado a las puertas de la Asamblea Legislativa: señoras y señores, demuestren para qué y para quién están sentados en esas curules.
Rafael León Hernández
Psicólogo