Pobreza y armamentismo
| Lunes 21 julio, 2008
Pobreza y armamentismo
Los seres humanos somos criaturas extrañas. La naturaleza nos dotó de un espacio vital, de un paraíso verde, único entre millones de estrellas, aun habiendo recibido esta distinción, no la valoramos, no hemos tenido ojos para ver, y menos para contemplar el tesoro recibido.
Por el contrario, durante siglos, desde tiempos muy remotos, hemos atropellado la obra divina y no cejamos en nuestros esfuerzos por destruir la vida y mejorar cada día las herramientas que utilizamos para destruirnos.
A pesar de las capacidades de crear y de construir, de los grandes avances tecnológicos, sigue habiendo hambre y miseria en el mundo. Cada día más de 1.000 millones de seres humanos sobreviven con $1, otros 1.000 millones mal viven con $2 diarios, pueblos enteros estoicamente esperan la paz, en condiciones infrahumanas: sin agua, sin energía eléctrica, sin alimentación adecuada se aglutinan bajo pequeñas carpas en zonas desérticas, siempre con la esperanza de volver a sus hogares, si es que estos a[un están en pie.
Es paradójico lo que acontece en nuestros tiempos de iluminación, y descubrimientos, donde nos hacemos llamar hombres y mujeres civilizados. Es horroroso y vergonzoso corroborar cuántos miles de millones de dólares y fortunas se gastan anualmente en el perfeccionamiento de sofisticadas armas y en la compra y venta de los más modernos equipos bélicos que son utilizados única y exclusivamente para matar hombres, mujeres, niños y niñas en muchas zonas del mundo, bajo la excusa de la seguridad nacional, so pretexto de la defensa de soberanías, en guerras inventadas y sin sustento jurídico internacional, en conflictos religiosos y lo peor aun, para matar en el “nombre de Dios”.
Solamente en 2006, los países de todo el mundo, mal gastaron $1,204 billones en la adquisición de armamento, lo que significa un triste despilfarro de la nada despreciable suma de $184 por habitante del planeta. Este negro negocio creció, en 2006 un 3,5% con relación a 2005 y la tendencia al alza continuó en 2007 y nada indica que la tendencia disminuya este año. Es de anotar que en el decenio
entre 1997 y 2006, el gasto para la adquisición y modernización de “juguetes bélicos”, se incrementó en un 37%.
Son innumerables los países subdesarrollados e incluso muchos de los denominados “fallidos” que vergonzosamente dedican la mayoría de sus presupuestos nacionales al mantenimiento de poderosas fuerzas armadas y a la adquisición de equipos militares, todo a costa de la educación, de la salud y del bienestar de sus pueblos.
Del otro lado están los países ricos y poderosos, aquellos en los que la moral es relativa o es doble, esos que predican la paz y la democracia, que hablan de globalización, pero que, matriculados en una filosofía mal entendida de la libertad y del libre comercio, promueven pujantes industrias que se dedican a la fabricación y al comercio de armas a lo largo y ancho del planeta, armas que lo único que traen consigo es llanto, pobreza, dolor y muerte.
Mientras no exista un código de conducta pacifista escrito o no, hasta tanto no entendamos el significado de la palabra paz, hasta tanto no nos desprendamos del egoísmo que nos ciega y del deseo incontrolado de acumular, de controlar y exhibir riqueza material, no lograremos detener la inhumana producción de herramientas para matar y en ese sentido, tampoco podremos desprendernos del flagelo de la miseria que, así como las armas, destruye igualmente a millones de nuestros congéneres.
Johnny Sáurez Sandí
Los seres humanos somos criaturas extrañas. La naturaleza nos dotó de un espacio vital, de un paraíso verde, único entre millones de estrellas, aun habiendo recibido esta distinción, no la valoramos, no hemos tenido ojos para ver, y menos para contemplar el tesoro recibido.
Por el contrario, durante siglos, desde tiempos muy remotos, hemos atropellado la obra divina y no cejamos en nuestros esfuerzos por destruir la vida y mejorar cada día las herramientas que utilizamos para destruirnos.
A pesar de las capacidades de crear y de construir, de los grandes avances tecnológicos, sigue habiendo hambre y miseria en el mundo. Cada día más de 1.000 millones de seres humanos sobreviven con $1, otros 1.000 millones mal viven con $2 diarios, pueblos enteros estoicamente esperan la paz, en condiciones infrahumanas: sin agua, sin energía eléctrica, sin alimentación adecuada se aglutinan bajo pequeñas carpas en zonas desérticas, siempre con la esperanza de volver a sus hogares, si es que estos a[un están en pie.
Es paradójico lo que acontece en nuestros tiempos de iluminación, y descubrimientos, donde nos hacemos llamar hombres y mujeres civilizados. Es horroroso y vergonzoso corroborar cuántos miles de millones de dólares y fortunas se gastan anualmente en el perfeccionamiento de sofisticadas armas y en la compra y venta de los más modernos equipos bélicos que son utilizados única y exclusivamente para matar hombres, mujeres, niños y niñas en muchas zonas del mundo, bajo la excusa de la seguridad nacional, so pretexto de la defensa de soberanías, en guerras inventadas y sin sustento jurídico internacional, en conflictos religiosos y lo peor aun, para matar en el “nombre de Dios”.
Solamente en 2006, los países de todo el mundo, mal gastaron $1,204 billones en la adquisición de armamento, lo que significa un triste despilfarro de la nada despreciable suma de $184 por habitante del planeta. Este negro negocio creció, en 2006 un 3,5% con relación a 2005 y la tendencia al alza continuó en 2007 y nada indica que la tendencia disminuya este año. Es de anotar que en el decenio
entre 1997 y 2006, el gasto para la adquisición y modernización de “juguetes bélicos”, se incrementó en un 37%.
Son innumerables los países subdesarrollados e incluso muchos de los denominados “fallidos” que vergonzosamente dedican la mayoría de sus presupuestos nacionales al mantenimiento de poderosas fuerzas armadas y a la adquisición de equipos militares, todo a costa de la educación, de la salud y del bienestar de sus pueblos.
Del otro lado están los países ricos y poderosos, aquellos en los que la moral es relativa o es doble, esos que predican la paz y la democracia, que hablan de globalización, pero que, matriculados en una filosofía mal entendida de la libertad y del libre comercio, promueven pujantes industrias que se dedican a la fabricación y al comercio de armas a lo largo y ancho del planeta, armas que lo único que traen consigo es llanto, pobreza, dolor y muerte.
Mientras no exista un código de conducta pacifista escrito o no, hasta tanto no entendamos el significado de la palabra paz, hasta tanto no nos desprendamos del egoísmo que nos ciega y del deseo incontrolado de acumular, de controlar y exhibir riqueza material, no lograremos detener la inhumana producción de herramientas para matar y en ese sentido, tampoco podremos desprendernos del flagelo de la miseria que, así como las armas, destruye igualmente a millones de nuestros congéneres.
Johnny Sáurez Sandí