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NOTA DE TANO


Pablo Salazar, ejemplo dentro y fuera de la cancha

Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Miércoles 17 julio, 2019

escudo herediano y pablo salazar

Aquellas “locuras” de Mario Sotela desangraron, en su momento, al Alajuelense y a otros clubes.

Liberia se convirtió en el “sueño americano” para varios futbolistas de renombre, que con todo derecho, renunciaron al equipo de sus amores y por unos dólares más se fueron a jugar a la Ciudad Blanca.

Como tenían calidad campeonizaron, pero el dulce sueño terminó en pesadilla; y una temporada después, no quedaba nada del equipo que conquistó la corona.

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No estoy muy seguro si fue por esto que Pablo Salazar dejó las filas de Liga Deportiva Alajuelense, o mediaron otros factores; lo cierto es que, como seguidor del León, vislumbré que, con la partida de Pablo, el equipo perdía a uno de los mejores defensas centrales del país, que bien pudo quedarse seis u ocho años más en la retaguardia manuda y hoy, retirarse con el club que lo formó.

Salazar caminó por varios clubes, defendió a la Universidad y al Cartaginés y recaló en el Herediano, donde su fútbol y liderazgo lo catapultaron sin mayores apremios a la capitanía.

En el Team vivió la etapa de las vacas flacas, y también gozó de las vacas gordas.

En los dos momentos, los angustiantes y los felices, fue capitán y líder, dio de comer al más necesitado y gozó con sus compañeros de equipo la cosecha de títulos.

Fueron muchas, pero muchas las ocasiones en las que me tocó calificar el fútbol de Pablo Salazar en mi columna “Así los Vimos”, y sus grandes jornadas y presentaciones le dan una paliza a los encuentros grises.

Sin ser un futbolista alto y potente, biotipo ideal para liderar una retaguardia, Salazar aportó otras virtudes muy suyas: intuición, anticipación, colocación, olfato defensivo y muy seguro en el uno contra uno.

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Costaba desbordarlo en un mano a mano.

Sabía que yo respetaba mucho su calidad como futbolista, y por eso fuimos amigos a la distancia. Cuando nos topamos ocasionalmente fuera de una cancha, el saludo afectuoso fue la tónica, propia de un caballero.

Pablo Salazar, el 21 del Herediano dice adiós, con procesos de selecciones nacionales, con anotaciones decisivas pues fue peligroso en ataque y el fútbol nacional pierde a un defensor enorme.

Personalmente, me quedó la espinita de no poder verlo destacar en su carrera deportiva, en el club que lo formó, que igual es el mío.

Mucha suerte a Pablo en la ruta que sigue, y como amigo lo invito a que siga siendo ejemplo como deportista y en su vida privada.

gpandolfo@larepublica.net

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