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Los empleados públicos del Presidente

Vladimir de la Cruz vladimirdelacruz@hotmail.com | Miércoles 17 septiembre, 2014


El discurso presidencial, halagador a los oídos de lo que la gente quería escuchar, fue insultante con los trabajadores estatales


Pizarrón

Los empleados públicos del Presidente

El Presidente Luis Guillermo Solís en su informe sobre los primeros 100 días, fue directo al precisar la situación que encontró en la Administración Pública, en las instituciones del Estado, de las cuales habló poco, ya que si lo hacía en extenso, duraría mucho. Sintetizó lo esencial para él.
Dio cuenta de lo que han hecho, según él, corruptamente los sectores políticos que gobernaron antes que él, de los empresarios que han medrado alrededor de la corrupción estatal, en los últimos cuatro gobiernos, e involucró a los sectores económicos, y a los trabajadores públicos, implícitamente organizados e individuales, en su análisis. Veamos.
Para él lo que acontece en el Estado y sus instituciones, son grandes escollos y graves retos: derechos que se violan en la administración con tolerancia y sin protestar, que quienes dirigen y trabajan en el Estado carecen de capacidad de gestión, tienen la mayoría de las oficinas públicas en desorden, con ineficiencia, irresponsabilidad, deshonestidad, que trabajan sin inventarios, ni presupuestos ni auditorías externas, que hay jefaturas sin subordinados, exceso abusivo de pagos de horas extras, pensiones a muertos, presas de pensiones sin resolver, atraso de pago de salarios, manejo de fondos sociales destinados a los ricos y no a los pobres, cuentas por cobrar, pérdidas operativas y de vehículos, que se trabaja irresponsable e incapazmente, premiándose a cínicos y sinvergüenzas, sin control de la corrupción, con funcionarios legales y mandos medios que han fallado, y con despilfarro institucional.
Acusó a los gremios, (asociaciones, cooperativas y sindicatos, de la Administración pública, sin llamarlos así), que han fallado con su silencio por obtener privilegios y porque se practica una cultura de ilegalidad.
Para el Presidente, todos los males por él denunciados son atribuibles a la clase política gobernante, pero también a los trabajadores del Estado que han complacido con ese estado de cosas sin protestar, actuar, ni denunciar.
Las oficinas públicas con jefes y directores, las operan trabajadores. Todos los males arriba apuntados por el Presidente se extienden así a los trabajadores en sus adjetivos: ineficientes, irresponsables, incapaces, abusadores de beneficios y privilegios, cínicos y sinvergüenzas, despilfarradores, corruptos y que, todos, requieren una nueva cultura organizacional, administrativa y compromiso institucional.
Cuando señaló lo de pagar a muertos y dar salarios en exceso, como a los maestros, en el fondo indicó que el error no produce derecho, y que hay obligación de recuperar o devolver esos pagos mal hechos. Sobre esos pagos se han deducido cargas sociales y cuotas de afiliación sindical por centenares de millones de colones. ¿Las Instituciones le devolverán las cargas al fisco? ¿Los sindicatos devolverán las cuotas mal recibidas?
La realidad del discurso presidencial, halagador a los oídos de lo que la gente quería escuchar, fue insultante con los trabajadores estatales, sus organizaciones sindicales y gremiales, al no sentar responsabilidades directas, en cuya generalización les involucró.
Esa noche el Presidente ilusionó con la igualdad e identidad de la masa con el gobierno de cambio que él propicia… pero unas noches atrás reprimió, en sus primeros 100 días, una manifestación… con saldo de 16 detenidos.
 

Vladimir de la Cruz

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