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Arnoldo Mora mora_arnoldo@hotmail.com | Martes 01 enero, 2008


En estos días que, para no pocos, desgraciadamente, no son más que tiempo de bullicio y excesos, para otros dichosamente lo son de quietud o, paradójicamente, de bullicio interior, de esa algarabía que suele provocar una lectura apasionada.

La pasión que nos despierta un libro determinado proviene ante todo de su contenido y de su expresión literaria. Pero también suele darse el caso de que provenga de su relación con nuestra propia vida.

Hay libros que hablan de la vida de su autor, lo cual es frecuente, pero su experiencia existencial alude a experiencias que el propio lector ha vivido de manera no menos apasionada y significativa en un periodo de su vida, si bien en otras circunstancias, porque se dio una distancia generacional.

Pero aun así, el libro interesa porque habla de una parte de la vida que a uno le es tan cercana como al autor; en mi caso y en el de Xinia, mi esposa, afrontando los riesgos personales y familiares de estar al frente de comités de solidaridad con los exiliados del Cono Sur y de los grupos guerrilleros de Centroamérica.

Tal es el caso de una novela que recién han publicado conjuntamente la EUNED y la Editorial Legado. La obra se titula Te llevaré en mis ojos y su autor es Rodolfo Arias Formoso. El tema de la obra no es novedoso en la literatura costarricense reciente. Constituye una especie de biografía novelada de toda una generación, la llamada en nuestro medio “Generación de Alcoa”.

Esta época llevó a esos jóvenes a forjar un ideal de vida utópico y a luchar para hacerlo realidad. La utopía la ven plasmada en una sociedad futura pero no lejana que ellos identificaron con la sociedad socialista, cuyo héroe epónimo fue el Che Guevara. Gracias a esta generación y a algunos de sus profesores, la Universidad (que entonces era solo la Universidad de Costa Rica) cambió en su atmósfera e, incluso, en su organización luego del III Congreso Universitario.

El estudio de los clásicos del socialismo, luego de ser por décadas proscrito, se convirtió en lectura obligatoria y la militancia en partidos “revolucionarios” se hizo igualmente algo así como un proceso iniciático, gracias al cual el joven se emancipaba de la tradición familiar y se convertía en hombre o mujer hecho y derecho.

Lo anterior es narrado en la novela que comento siguiendo una estética realista, cuyo antecedente en la historia de la literatura costarricense se me antoja ser una novela corta ya clásica en nuestras letras. Me refiero a “A ras del suelo” de Luisa González. Con la diferencia de que Arias Formoso, no solo habla de sí mismo y de su propio itinerario político de juventud, sino que hace de su generación el verdadero protagonista. Sin embargo, el destino de sus compañeros de lucha tomará rumbos diferentes, sobre todo frente al inesperado desenlace que la historia les habría de deparar, haciendo que la utopía socialista se convirtiera, en unos casos, en un ideal por el cual seguir luchando y, en otros, en un pasado de ensueño a desechar.

Arias Formoso nos entrega una obra de madurez, extensa (¿demasiado?) y con altibajos en su pathos narrativo, pero que constituye una experiencia existencial de toda una generación que hoy frisa los 50, es decir, que se prepara para ser abuelos, si no es que ya lo son, y que quiere dejar testimonio escrito a las nuevas generaciones de lo que ellos fueron y soñaron en unos años de juventud que, como canta el poeta, se fueron para no volver…o quizás no.

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