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Las glorias pasadas

| Viernes 03 febrero, 2012


Las glorias pasadas

A propósito del artículo “Cemento o cerebro… Panamá contra Costa Rica”, publicado el 1° de febrero por La República, que pone en la balanza la infraestructura panameña y la educación costarricense como sus respectivas puntas de lanza para su posicionamiento en el istmo, me surgen de inmediato varias reflexiones que no puedo dejar pasar sin escribirlas.
Primero, nuestra perenne necesidad de andarnos comparando, tan tica como el pinto. Luego, la situación actual de Costa Rica. No es un secreto para nadie; lo que disfrutamos hoy es producto de lo que mentes visionarias previeron décadas atrás. A estas glorias pasadas debemos esa educación con la que nos llenamos la boca, el acceso a la salud de la que goza —¿o gozó?— la población, y la electrificación de casi todo el país.
Pero aquello que se sembró en el pasado, ya lo cosechamos. Y lo que sembramos hoy no permite tener muy buenas expectativas.
Lo que hace Panamá es establecer los cimientos para proyectos futuros. Quizá hoy los estudios nos den ventaja en el tema educativo, pero ¿por cuánto tiempo? La infraestructura se queda, los cerebros se fugan.
Esto es algo que los estadounidenses supieron aprovechar en el pasado: reclutar las grandes mentes cuando sus propias naciones se volvieron inhóspitas para ellas.
Costa Rica también aprovechó en su momento migraciones de personas con muy alta educación que debieron salir de sus países por razones diversas.
Hoy ya no son las guerras o conflictos políticos internos, pero quizá sí la falta de espacio para crecer profesionalmente, la carencia de infraestructura o inversión necesaria, las que hagan que Costa Rica deje ir a las personas que tanto se esforzó por educar.
“Constrúyelo y ellos vendrán”, decía una película hollywoodense y parece que en parte es esta la estrategia panameña. Pero no dudo que también proveerá mejor educación para su gente. Y mientras tanto, nosotros ¿qué?, si no podemos siquiera deshacernos de los huecos en las calles.
Será que podemos sacar provecho a nuestra necesidad de andar comparándonos y —¿por qué no decirlo?— envidiando. Panamá nos inspira a competir hacia el desarrollo. Esa es una contienda mucho más sana que andar viendo si esto es mío o tuyo, o que si nos creemos más o menos.
Ortega y Gasset decía que nuestra vida se había vuelto tan fácil, cómoda y segura que dimos por sentados todos los logros en infraestructura, comunicaciones, salud, entre otros, y dejamos de preocuparnos por asegurar su continuidad. ¿Será eso lo que nos pasó a los costarricenses?

Rafael León Hernández
Psicólogo






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