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La Cumbre de la Unidad

Arnoldo Mora mora_arnoldo@hotmail.com | Viernes 05 marzo, 2010



La Cumbre de la Unidad


La semana pasada tuvo lugar en el litoral caribeño de México la Cumbre de los países de América Latina y el Caribe. Lo que pudo haber sido uno más de tantos y tantos encuentros de jefes de Estado, fue esta vez calificado de “histórico”. Y no es para menos, pues a nadie se escapó su referencia a otros intentos de esta naturaleza en el pasado.
El primero de ellos fue el Congreso Anfictiónico llevado a cabo en 1826 a iniciativa del propio Bolívar. La traición de algunos de sus generales inspirada en una mentalidad mezquina y miope y alentada por Inglaterra y Estados Unidos, se convirtió en la pesadilla que llevó al Libertador a la tumba; “he arado en el mar”, exclamó este sumido en la máxima desolación. A fines del siglo XIX e impulsado por pensadores como Martí y Rodó, surgió el latinoamericanismo en contraposición al panamericanismo impulsado por el naciente imperialismo yanqui. A inicios de la segunda mitad del siglo XX, la guerra popular en contra de las dictaduras en Centroamérica dio origen al Grupo de Contadora, sustituido más tarde por el Grupo de Río.
Estos antecedentes los vemos ahora cuajar en la actual Cumbre de la Unidad. No se trata, por ende, de una idea peregrina e improvisada, sino del primer paso en firme para realizar un ideal que una a todos los hijos de la Patria Grande de Bolívar y Martí.
El momento no puede ser más oportuno. El siglo XX terminó en 1989 con la caída del Muro de Berlín. Desde entonces han comenzado a caer muros en todas partes y de toda naturaleza.
Impulsados por la actual revolución científico-técnica en los medios de comunicación que ha hecho posible Internet, los pueblos se comunican directamente. Si con la caída del Muro de Berlín se acabó el mundo bipolar, con la actual decadencia de Estados Unidos llega también a su fin el peligroso intento, encabezado por los gobiernos de los Bush, de imponer a la humanidad un mundo unipolar.
Hoy el mundo es multipolar debido al surgimiento de “potencias emergentes” especialmente en Oriente. En cuanto a América, la potencia emergente es Brasil, cuya política exterior fue la gran triunfadora en esta cumbre. La consolidación de gobiernos antiimperialistas en diversos países de la región ha robustecido esta tendencia y sacado a Cuba del ostracismo, mientras Uribe, el principal aliado de Washington, inicia su declive. Todo lo anterior nos explica por qué, un tanto apresuradamente, la diplomacia norteamericana multiplica sus intentos por atemperar el descontento, como lo dijera la presidenta de Argentina Cristina Fernández, hacia el gobierno de Obama, causado por el apoyo de este al golpe de Estado en Honduras y por la militarización (20 mil soldados) de Haití con ocasión del terremoto. El ensangrentado muro levantado en la frontera con México no es solo una desgarradora constatación de que existen dos Américas, sino una herida que no podrá fácilmente sanar la diplomacia de Hillary Clinton.
En consecuencia, la exclusión de los países de la América anglosajona está plenamente justificada por la historia de ayer, la problemática de hoy y las expectativas de mañana. El paso dado en las bellas y cálidas playas del Caribe mexicano parece irreversible, como lo soñó el Libertador luego de derrotar el colonialismo español hace casi dos siglos.

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