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COLUMNISTAS


La cercana y ajena muerte

Miguel Angel Rodríguez marodrige@gmail.com | Viernes 14 septiembre, 2018


Cada época de nuestra vida nos depara diferentes celebraciones.

De niños son los cumpleaños de compañeritos de escuela y de amigos las actividades en que socializamos. Luego vienen primeras comuniones y más tarde fiestas de quinceaños y graduaciones. Con más edad les toca el turno a los matrimonios de nuestras amistades, a los bautismos de sus hijos y después a sus matrimonios.

Claro que como la muerte llega en las más variadas edades, los funerales son parte de nuestro compartir a lo largo de toda la vida.

También es cierto que cuando ya somos viejos su frecuencia se acelera, y ya no son las muertes de los abuelos o papás nuestros o de nuestros compañeros las que nos convocan, sino la partida de este mundo de nuestros amigos, de nuestra generación.

Desde hace años Lorena —exagerando— me pregunta, ¿hoy a cuál funeral vas a asistir? Y muchas veces me ha ocurrido que en un mismo día deba acompañar a más de una familia en el dolor de la separación de alguno de sus miembros.

En estos días murieron cuatro personas de las que mucho recibí en muy diversas actividades: Muchas veces han muerto personas a quienes debo muy lindas, valiosas o inspiradoras experiencias que me fueron formando durante 78 años de vida. Pero en este caso se trata, además, de cuatro personas emblemáticas de nuestra sociedad.

Óscar Chaves fue un emprendedor exitoso, profesor, pionero en las cooperativas y luego en el sector financiero privado, que supo aunar a su creatividad productiva y a sus afanes en favor de nuestra sociedad, un admirable ejercicio intenso de la caridad cristiana.

José Francisco Aguilar, alajuelense de cepa, ingeniero químico, profesor, siempre interesado en los temas nacionales, que cuando la mayoría de las personas se recluyen se echó al hombro sacar adelante el Club Unión y hace un año se fue a recorrer los cantones de su provincia tratando de levantar una tardía candidatura a diputado.

Javier Rojas, que con su micrófono y su pasión nos llenó de ilusiones futboleras, enamorado de su país, de su equipo herediano, de nuestra Escuela Buenaventura Corrales, de Tibás y del río Torres, y siempre buscando cómo ayudar en las mejores causas.

Rafa Fernández, Rafael Ángel Fernández, el artista enamorado de la misteriosa exquisitez femenina, que bañó con la belleza de su gran obra a toda Costa Rica, a quien pude respetuosamente visitar en 2002 cuando enfermó gravemente para darnos una lección de fortaleza levantándose para dedicarse de nuevo a su creación artística.

A mi edad la muerte es más impactante, pues la propia es cada día más cercana.

No importa cuán arraigada sea nuestra fe en la vida eterna, no importa cuán grande sea nuestra esperanza en la inmensidad del amor de Dios, la gran mayoría de los creyentes vivimos dándole la espalda a la muerte, rehuyendo contemplarla.

Pero esa actitud es cada vez más difícil en la vejez.

Los abuelos, los papás, los tíos, y amigos y muchos familiares contemporáneos ya han partido. Algunos hemos sufrido el desgarrador dolor de la muerte de un hijo que nunca nos abandona, otros han perdido la compañía terrenal de su pareja. Todos vivimos compartiendo con personas amadas que están ausentes.

Y todas esas experiencias nos obligan a ir mirando la muerte con más frecuencia y aceptación.

Para quienes tenemos la dicha de la fe religiosa, esa contemplación es más llevadera. Se nos acabará la vida terrena y la cercanía con las personas que llenan nuestra existencia con sus afectos y vivencias. Pero nos encaminamos al encuentro con el amor misericordioso de Dios y con quienes nos han precedido en ese camino.

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