Gracias a la vida
Arturo Jofré arturojofre@gmail.com | Viernes 15 octubre, 2010
Gracias a la vida
Se acabó la odisea en el desierto del norte de Chile. A partir de ahora los mineros del mundo serán vistos de otra forma. El rescate que le arrebató a la tumba 33 mineros, nos deja lecciones de vida a todos. Lo hermoso es saber que muchos millones de personas simultáneamente estaban haciendo una cadena invisible de solidaridad, eran los mejores sentimientos que emergían de los más distantes lugares del mundo.
Mineros chilenos nos demuestran una vez más que la camaradería, aun en el infierno, puede salvar al hombre. Esta hermosa frase la escribió ayer Cristian Warnken, uno de mis columnistas internacionales preferidos. No me imagino los primeros 17 días de encierro, cuando nada presagiaba en el interior de la mina que ocurriría el milagro. Cada hora de esos 17 días debió ser un tormento mental horrible y permanente.
En ese cementerio anticipado alguien logró sostener su liderazgo como jefe de turno, racionó el alimento y el agua, manteniendo sanos a todos hasta abandonar la mina. Sepúlveda, con su optimismo sin límites evitó que los matara la tristeza. Carlos Mamani, el minero de origen boliviano, esparció junto a otros la esperanza divina, anunciando el milagro en medio del infierno. Otros soñaron y sufrieron con el llanto comprimido. Por eso y mucho más, qué hermoso saber que la camaradería, aun en el infierno, puede salvar al hombre.
Los mineros del desierto, como los describe Pablo Neruda, son hombres de rostros quemados; toda su expresión de soledad y de abandono se deposita en los ojos de oscura intensidad. El poeta nos dice que entrar en aquellas planicies, enfrentarse a aquellos arenales, es entrar en la luna. En pocos sitios del mundo la vida es tan dura y al par tan desprovista de todo halago para vivirla. La tierra desnuda, sin una sola hierba, sin una gota de agua, es un secreto inmenso y huraño. Yo no entendía su idioma, dice el poeta, es decir, su silencio.
Cuando de la cápsula salía cada minero, me recordaba esa descripción nerudiana al verlos salir de la mina después de una dura jornada: desde el socavón del pique ha subido un hombre como si ascendiera desde el infierno, con la cara transformada por el trabajo terrible, con los ojos enrojecidos por el polvo. Solo que a estos mineros los vimos como resucitados, llenos de agradecimiento a Dios y a la vida.
Para Chile este hecho marca un hito importante. Chile ha tenido que soportar una división social que poco a poco se ha ido superando. Los mineros han mostrado al mundo a una sociedad abrazada sin distinciones, a ingenieros y rescatistas haciendo una labor técnica insuperable, a un presidente Piñera que asume con decisión un desafío de gran magnitud y lo dirige con excelencia.
Todas las sociedades necesitan hechos que las unan, que impulsen la solidaridad, que nos den la esperanza de un mañana mejor, aunque a veces estas grandes cosas lamentablemente tengan rostro de tragedia.
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