El peligro de la antipolítica
| Lunes 18 junio, 2012
El peligro de la antipolítica
Las faltas éticas de algunos miembros de la clase política y la percepción ciudadana de la ausencia de rumbo y de una mala gestión gubernamental, son factores que aumentan el desprestigio de los políticos y la política.
Y es que en los últimos meses, todas las semanas, hemos sido sorprendidos con escándalos por presuntas faltas de probidad y por probables casos de corrupción que involucran a funcionarios públicos, a partidos políticos y a dirigentes.
Investigaciones judiciales, renuncias, allanamientos, despidos, levantamiento de inmunidades, son las noticias que nos sobresaltan a diario.
Además, el poco edificante espectáculo que brindan los partidos a través de sus representantes en el Congreso incrementa la frustración de la ciudadanía. La inoperancia del parlamento es fiel reflejo de la incapacidad de esas agrupaciones para legislar con eficiencia y para formular nuevas propuestas.
Este panorama provoca que en los medios de comunicación y en las redes sociales sean cada vez más las voces de la antipolítica y que estas voces tengan cada día un tono más agresivo, incitando a “tomar las armas”, a “golpes de Estado”, a “no votar” y utilizando insultos y palabras groseras contra nuestra Presidenta, los diputados y los magistrados. Esas voces cometen el error de “meter a todos los políticos en el mismo saco”, al generalizar la crítica de que todos los políticos son iguales.
La desconfianza en los políticos y la política en general, es un problema serio y peligroso que si no lo abordamos a tiempo nos puede llevar a enfrentar las catastróficas consecuencias que han sufrido otros países, en los que sus ciudadanos se han dejado encantar por hábiles demagogos que con la bandera de la antipolítica han accedido al poder con resultados nefastos en lo económico, en lo social y en lo político.
Urge entonces dedicar esfuerzos que tiendan a revalorizar la actividad política y recobrar la credibilidad de los costarricenses en sus dirigentes.
Para ello se debe, entre otras cosas: exigir transparencia en todos los niveles de la administración pública y acabar con la impunidad por actos de corrupción; obligar a los partidos políticos a un cambio de actitud, a ponerles fin a las promesas que no pueden cumplir, a extirpar la podredumbre que los carcome, a buscar acuerdos para definir políticas de Estado, a ponerle fin a la judicialización de la política; realizar una reforma electoral que profundice nuestra democracia con mecanismos que mejoren nuestro sistema de representación popular, que acorte el tiempo y reduzca el costo de los procesos electorales y repensar el funcionamiento del parlamento, y revisar nuestro sistema presidencialista.
En fin, se deben procurar cambios que permitan a nuestro sistema político, a los partidos y a las instituciones responder adecuadamente a las demandas de la gente. Para ello es indispensable una ciudadanía responsable, que en lugar de estimular la antipolítica, haga política y presione por los cambios que mejoren su ejercicio.
Luis París Chaverri
Ex embajador ante la Santa Sede
Las faltas éticas de algunos miembros de la clase política y la percepción ciudadana de la ausencia de rumbo y de una mala gestión gubernamental, son factores que aumentan el desprestigio de los políticos y la política.
Y es que en los últimos meses, todas las semanas, hemos sido sorprendidos con escándalos por presuntas faltas de probidad y por probables casos de corrupción que involucran a funcionarios públicos, a partidos políticos y a dirigentes.
Investigaciones judiciales, renuncias, allanamientos, despidos, levantamiento de inmunidades, son las noticias que nos sobresaltan a diario.
Además, el poco edificante espectáculo que brindan los partidos a través de sus representantes en el Congreso incrementa la frustración de la ciudadanía. La inoperancia del parlamento es fiel reflejo de la incapacidad de esas agrupaciones para legislar con eficiencia y para formular nuevas propuestas.
Este panorama provoca que en los medios de comunicación y en las redes sociales sean cada vez más las voces de la antipolítica y que estas voces tengan cada día un tono más agresivo, incitando a “tomar las armas”, a “golpes de Estado”, a “no votar” y utilizando insultos y palabras groseras contra nuestra Presidenta, los diputados y los magistrados. Esas voces cometen el error de “meter a todos los políticos en el mismo saco”, al generalizar la crítica de que todos los políticos son iguales.
La desconfianza en los políticos y la política en general, es un problema serio y peligroso que si no lo abordamos a tiempo nos puede llevar a enfrentar las catastróficas consecuencias que han sufrido otros países, en los que sus ciudadanos se han dejado encantar por hábiles demagogos que con la bandera de la antipolítica han accedido al poder con resultados nefastos en lo económico, en lo social y en lo político.
Urge entonces dedicar esfuerzos que tiendan a revalorizar la actividad política y recobrar la credibilidad de los costarricenses en sus dirigentes.
Para ello se debe, entre otras cosas: exigir transparencia en todos los niveles de la administración pública y acabar con la impunidad por actos de corrupción; obligar a los partidos políticos a un cambio de actitud, a ponerles fin a las promesas que no pueden cumplir, a extirpar la podredumbre que los carcome, a buscar acuerdos para definir políticas de Estado, a ponerle fin a la judicialización de la política; realizar una reforma electoral que profundice nuestra democracia con mecanismos que mejoren nuestro sistema de representación popular, que acorte el tiempo y reduzca el costo de los procesos electorales y repensar el funcionamiento del parlamento, y revisar nuestro sistema presidencialista.
En fin, se deben procurar cambios que permitan a nuestro sistema político, a los partidos y a las instituciones responder adecuadamente a las demandas de la gente. Para ello es indispensable una ciudadanía responsable, que en lugar de estimular la antipolítica, haga política y presione por los cambios que mejoren su ejercicio.
Luis París Chaverri
Ex embajador ante la Santa Sede