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COLUMNISTAS


Economía del comportamiento y el TLC

Carlos Denton cdenton@cidgallup.com | Miércoles 19 septiembre, 2007


Lástima que los economistas, tanto los que apoyan el “sí”, como los que están en el campo del “no” en lo que es el referendo sobre el TLC, son discípulos y practicantes de la rama ya cuestionada de esa “ciencia.” Los debates entre estos tienen poca credibilidad, porque ambos pretenden pronosticar usando técnicas lineales, o en algunos casos comparativas, con otras situaciones en el extranjero. La verdad es que no es seguro lo que pasaría en Costa Rica si se aprueba o no el TLC.

Lo que es definitivo es que si gana el “sí” habrá cambio en el país, y si gana el “no” prevalecerá el statu quo. Los del “sí” son los que anhelan el cambio para permitir al costarricense usar su creatividad para competir en la economía mundial, mientras que los segundos, los conservadores, prefieren el país tal cual. ¿Tiene el costarricense la capacidad intelectual y creativa para competir y salir adelante en la economía mundial? No se sabe, pero los del “sí,” basados en deseos emocionales y de orgullo nacional, quieren tomar el riesgo, porque encuentran la situación actual insoportable, con una clase media estancada y una pobreza endémica. Los del no tienen temor, y prefieren evitar el riesgo. En ninguno de los dos lados prevalece argumentación racional.

El ser humano racional, que toma decisiones percibidas como de su interés propio, ha sentado las bases de lo que se conoce como el estudio de la economía, desde que se incorpora esta disciplina como profesión en las universidades del mundo. Por esto mismo, Thomas Carlyle le dio a la ciencia economía el nombre de “ciencia atroz”, porque es relativamente obvio que la gran mayoría de los seres humanos no siempre se comportan en forma racional cuando manejan sus recursos económicos.

Si fueran racionales en su comportamiento con los recursos económicos, no existirían los casinos, ni las loterías, y las caridades no tendrían con qué sobrevivir. No habría empresas pequeñas nuevas, y serían pocos los que comprarían automóviles, porque los costos de transportarse en una máquina de este tipo son muchísimo más elevados que lo que vale un pasaje de transporte público. Al final de cuentas el apoyo al TLC es un “acto de fe” en la capacidad de los costarricenses.

La verdad es que el ser humano muchas veces no se comporta racionalmente, ni tampoco consistentemente, y por eso se dice que los economistas, consecuente con el hecho de que son seguidores de la “ciencia atroz”, tienen gran habilidad de explicar lo que pasó en una economía, pero casi ninguna capacidad de pronosticar lo que pudiera pasar en el futuro. Cuando proyectan hacia el futuro, por ejemplo al analizar el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB), lo hacen en forma lineal. El que crea riqueza en un país, el empresario pequeño, no piensa ni actúa en forma lineal, toma riegos irracionales, y a veces sale adelante. Para este, y para el consumidor general, está el TLC.

Afortunadamente para los economistas en formación ha aparecido un nuevo enfoque que se llama “economía del comportamiento”. Daniel Kahneman y Vernon Smith ganaron el Premio Nobel en 2005 precisamente por su trabajo en esta área. Sería interesante ver un debate sobre el TLC entre economistas de esta rama del pensamiento, que incorpora elementos de la psicología en sus análisis.

La decisión sobre el TLC no será tomada por el pueblo por razones, sino por emociones.

Miembro Colegio de Ciencias Económicas

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