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De política y traspiés

Vilma Ibarra vilma.ibarra@gmail.com | Miércoles 15 mayo, 2013


El primer viaje regalado de la THX a Venezuela pasó en su momento fuera del alcance del radar de la prensa. Este a Perú fue detectado


Hablando Claro

De política y traspiés

Actores políticos somos todos. Nos reconozcamos en tal condición o no.
Claro que, como dice bien don Ottón Solís, en la regañada que le mandó muy bien mandada a la Presidenta Chinchilla, no es lo mismo ser cualquier “fulana de tal” que ser la Primera Servidora de la República, de modo que nadie le va a regalar a una así como así una vueltecita por las maravillas del Cuzco y Machu Picchu; en directa alusión al último gazapo de la casa de gobierno.
Este tipo de traspié irrita sobremanera a una opinión pública que no necesita ningún motivo adicional para alentar la protesta, la sospecha, la más abierta desconfianza y el repudio contra la clase política. Y eso es realmente lo molesto. Que no se midan las consecuencias de los actos. Ya no para resguardar la imagen de un gobierno que no puede levantar ni el tren de aterrizaje, sino para los efectos de las turbulencias que afectan en estos climas a la institucionalidad democrática.
Una puede entender las dificultades de no tener un Air Force Two. Aquí no contamos con avión presidencial y ni siquiera con helicóptero, porque de los dos de lujo que adquirió Seguridad Pública a precio estratosférico (¿sobrevaluado?) uno no ha llegado y el otro se nos descompuso no más en sus primeros trayectos.
Lo cierto es que sin transporte alado propio, hay que andar corriendo con naves de amigos pudientes, molestos vuelos comerciales, tiquetes, asientos (ojalá preferenciales) y tarifas (algunas hiper caras porque se compran apenas con unas horas de anticipación, lo que ha elevado a miles de pies de altura el presupuesto de periplos presidenciales).
Es comprensible entonces que la mandataria (y hemos de suponer que sus colaboradores íntimos; esos que van en el avión) se echen la ayudadita para conseguir el “ride” de los amigos. En todo caso, hay que admitir que ha sido práctica usual que un jefe de gobierno vaya a una Cumbre con otro colega que le dé aventón, desde México o Colombia, para citar casos cercanos.
Pero una cosa es ese tipo de ride, que puede ser de funcionarios públicos o incluso de empresarios privados, particularmente cuando coinciden en el lugar de destino y otra muy distinta que le proporcionen viajes gratuitos así sin más ni más.
Según mi colega Álvaro Murillo, la canadiense THX, dedicada al negocio de la explotación de hidrocarburos y que tiene solo una oficina pequeñita en el país, casi casi por el puro placer de mantener un pie afincado en esta mina verde que es Costa Rica, fue la que le prestó a la Presidenta su jet para que fuera a Lima el fin de semana a la boda del hijo del vicepresidente Liberman. Claro que eso fue sin que mediara interés alguno, porque de acuerdo con el Ministro de Comunicación ellos no quieren explotar aquí nada y el único proyecto que tenían era de palma y resultó un fracaso.
Esto suena sumamente extraño. Una empresa que no tiene negocios redituables en el país; que tampoco tiene manifiesta intención de hacer buenos negocios en el futuro ¿qué clase de empresa es?
El primer viaje regalado de la THX a Venezuela pasó en su momento fuera del alcance del radar de la prensa. Este a Perú fue detectado; con lo cual la bitácora quedó al descubierto. Es seguro que este asunto traerá viento de cola.
Ya quisiera ver la opinión pública al Fiscal General tan raudo y veloz como ha estado en otras oportunidades con casos de menor altura.
¿Era tan difícil comprar el propio tiquete en un vuelo comercial cualquiera para pasar el tiempo libre sin provocar tanto alboroto?

Vilma Ibarra

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