Cuando el protagonista es Israel
| Martes 16 septiembre, 2014
El sionismo se presenta como una especie de nacionalismo monstruoso, un pueblo fantasma que se atreve a pedir lo mismo que las verdaderas naciones
Cuando el protagonista es Israel
Con cierta perspectiva luego de la finalización del enésimo enfrentamiento en Oriente Medio, además de las valoraciones que se producirán in situ, también es obligado hacer lo propio en cuanto a lo que generó en quienes no somos a priori protagonistas.
En el mismo momento había otros 12 conflictos abiertos en el mundo, pero cuando el protagonista es Israel, se percibe un intoxicado furor en determinados sectores que alarman, no por el contenido básico de la opinión, es comprensible estar en contra de las decisiones del gobierno de Benjamín Netanyahu, sino por la intensidad de la pasión volcada hacia el tema y la priorización casi exclusiva del mismo.
En la mezcla de rancia rebeldía y poca información dentro del amparo de la amplia, simple y uniformada opinión que se retroalimenta con la mercantilización de la noticia intermitente, aparece el peor de los componentes del fenómeno mediático de Israel, el visceral y milenario odio al judío.
Este coctel se sintetiza en la convergencia de la doble carga emocional, el moderno odio al imperio y el antiguo odio al judío, que eleva al pañuelo palestino como símbolo justo de desobediencia, transformándose en venda con respecto al ahondar sobre las características de sus portadores originales, del conflicto y del mundo en general.
El Homo Videns de Giovanni Sartori ya ni siquiera necesita ver lo que consume del caos informativo, la banalidad del mal ha devenido en la banalidad de la opinión.
En la construcción de esa fobia endémica al hebreo, la focalización de frustraciones buscó pretextos tan ilógicos que la joya de la máxima irracionalidad histórica se montó sobre la culpa del ser más que el de hacer.
Las naciones se ondean orgullosas exhibiendo sus glorias y reclamando sus lógicos espacios para amparar a sus miembros, ni el irredentismo prusiano se salió demasiado del margen justo de las reivindicaciones nacionales, pero el sionismo se presenta como una especie de nacionalismo monstruoso, el reclamo de un pueblo fantasma que se atreve a pedir lo mismo que las verdaderas naciones; intentar existir, de nuevo se les exige no ser ni hacer. La pesadilla kafkiana en donde no hay escape del error ya se había institucionalizado en Auschwitz.
Desde una perspectiva más racional, las culpas mutuas y bloqueadas se difuminan para distanciarse emocionalmente y poder construir. Por cada grito furioso en toda manifestación paradójica, que reúne a musulmanes, progresistas y ultraderechistas, se pierde un precioso tiempo, aprovechable en intentar elevarse del juicio superficial que instrumentaliza la desgracia ajena como símbolo interesado, del ajedrez de las potencias y del exacerbado antisemitismo transmitido generacionalmente, para aportar ideas que colaboren en desanudar el crónico dilema de una tierra fundada en el desencuentro.
Cuando se abandone la culpa con sus tentáculos que aprisionan escalonados sobre el odio, el rencor y la venganza, florecerá impregnada de rigor y universalidad, la responsabilidad.
Augusto Manzanal Ciancaglini
Politólogo