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Sábado, 20 de abril de 2024



FORO DE LECTORES


COVID-19…Solidaridad a todo nivel o el daño será mayor.

Wilberth Quesada wquesada@abogados.or.cr | Sábado 11 abril, 2020

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La actual pandemia se muestra implacable con el ser humano a escala planetaria. Súbitamente el ser humano, social por naturaleza, se ha visto enclaustrado en su hogar como única medida principal para enfrentar ese flagelo, salvadas aquellas medidas directa o indirectamente relacionadas con su contención, o las que, en razón de su naturaleza, son esenciales para que la especie humana sobreviva y la economía no termine por colapsar.

Ahora bien, el COVID significa un antes y un después para los humanos en cuanto a su modo de vincularse en todos los espectros relacionables. Definitivamente, una vez que ese mal pueda ser superado, en Dios confiamos, querámoslo o no, ese abanico de vinculaciones y relaciones casi infinito en sus naturalezas, tipos y matices ha de modificarse. Así, desde la familia hasta los bloques políticos pasando por los países que los integran, las relaciones de poder, de dependencia, económicas, políticas, culturales, sociales…TODAS, deben variar: En lo que hace a las familias, el efecto del QUÉDATE EN CASA no es otro que acercar a cónyuges e hijos entre sí, quiéranlo o no, ahí donde ha estado únicamente el celular, el trabajo, el estudio, el gimnasio…manifestación del “yoyo” hedonista que ha carcomido como un cáncer al planeta entero –. TODOS deben tolerarse, coordinar; ser creativos, o, por lo menos, colaborar en lo mínimo: ser solidarios para no perder su vida o la de un ser querido. Ello debe exigir, de parte de los estados, avanzar hacia la igualdad efectiva del hombre y la mujer, en todos los ámbitos, y hacia el respeto de todos los integrantes de la familia.

En el caso de las relaciones jurídicas y económicas, esa solidaridad debe entenderse como consecuencia obvia de la crisis: independientemente de la batería de medidas legislativas y reglamentarias, así como administrativas que las administraciones públicas ya están aplicando y anuncian, debe ser claro que el inquilino, el deudor, y, en general, todo aquel que deba o requiera de los recursos de otro, está siendo absolutamente dañado e incumplirá en su mayor parte, por lo que nada gana el acreedor, el dueño del capital, el arrendante, público o privado, con buscar hacer cumplir los contratos por los canales normales de la ejecución contractual (supuesto complicado ante la existencia de supuestos de exención de responsabilidad que plantea la pandemia), porque, en el evento que obtuviera una sentencia favorable, lo que tendría a su haber sería, en el mejor de los casos, una carga financiera (por ejemplo bienes en administración) que debería asumir a la espera de que las cosas cambien porque no hay cómo sacarles provecho en la hora actual, toda vez que, también, esa posición acreedora está totalmente golpeada por el COVID-19, al estarse, como nunca antes, ante un planeta complemente dependiente de los otros “jugadores” nacionales e internacionales. Así, se impone renegociar condiciones ajustadas a la realidad de todos; disminuir la “rentabilidad” (que disfraza muchas veces un abuso) para subsistir, cuando menos.

De ello no escaparán los estados y bloques políticos y económicos: en un entorno mundial sumamente endeudado antes del flagelo, las políticas públicas para enfrentarlo están disminuyendo los recursos públicos disponibles los que, a su vez, se ven amenazados en cuanto a su disposición futura en la medida en que los contribuyentes y demás obligados a nivel tributario y parafiscal, se están privando de medios para siquiera subsistir porque, a su vez, sus clientes, también están sufriendo idéntica realidad al ver diezmados, o perdidos del todo, sus ingresos. Ante ello, esos estados y bloques buscarán por todos los medios llevar recursos a sus economías para que, cuando menos, se asegure el mínimo funcionamiento de la organización política y sus integrantes económicos básicos: empresas y consumidores. Ello, sin duda, impedirá, o dificultará, pagar las deudas de esos estados y bloques, tanto internas como externas. Nuevamente, ante un mundo híper endeudado en todos los niveles, cada acreedor deberá renegociar los términos de la deuda interna y/o externa sino quiere quedar con papeles sin valor efectivo.

Es claro que en este panorama no puedo excluir situaciones casi apocalípticas –de las que no deseo ni pensar-, y, más realistamente, un reordenamiento del (Des) “Orden Internacional” en perjuicio, clara está, de los de siempre, que lleve a una mayor, e indeseable, concentración de la riqueza nacional e internacional. No obstante, nuestra especie debería, aunque sea por una vez, reflexionar que el COVID-19 ha desnudado la incapacidad del sistema egoísta actual en todos sus niveles, por lo que debe avanzarse hacia modelos solidarios –no de izquierdas ni de derechas trasnochadas-, en las que la política pública –nacional e internacional-, así como la privada, por lo menos, no desmejoren tanto a los que menos tienen.







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