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COLUMNISTAS


Conmemorar para elevar la conciencia

Eleonora Badilla ebadilla@castrocarazo.ac.cr | Lunes 16 marzo, 2020


La Organización de Naciones Unidas ONU el tema Soy de la generación de la igualdad: por los derechos de las mujeres, para conmemorar el Día Internacional de la Mujer en el 2020. Ambos (tema y conmemoración) coinciden con la celebración del 25 aniversario de la Declaración de Beijing (1995) que señaló una vía urgente y progresista para devolver a las niñas y a las mujeres los derechos y oportunidades que siempre hemos debido tener, pero que lamentablemente aún no alcanzamos. Si bien no negamos que hemos visto avances en la condición de algunas mujeres en ciertos lugares del mundo, la realidad es que, tal como recuerda la misma ONU, en la mayoría de los casos y tantos países: “…las mujeres y las niñas siguen siendo infravaloradas; trabajan más, ganan menos y tienen menos opciones; y sufren múltiples formas de violencia en el hogar y en espacios públicos. Además, existe una amenaza significativa de reversión de los logros feministas que tanto esfuerzo costó conseguir.” Todas las condiciones de desventaja mencionadas anteriormente pueden ser consideradas violencia hacia las mujeres en los ámbitos personal, social, emocional, familiar, laboral y jurídico.

El día que se pide masiva y mundialmente por la no violencia contra las mujeres es el 25 de noviembre de cada año, pero frente ante la oleada creciente de maltrato y abuso que estamos presenciando, no puedo dejar pasar el Día Internacional de la Mujer sin volver a recordar con dolor, a las que sufren, a las que tienen miedo, a las que ya no están. Los casos más extremos y dramáticos de violencia son ( aunque los otros tipos no son menos graves) la violencia doméstica, la obstétrica y el femicidio.

En Costa Rica, en 2019 se registraron 14 femicidios y 50 homicidios contra mujeres y para el 19 de febrero recién pasado, ya contabilizamos 4 femicidios: 3 en Alajuela y 1 en San José, siendo que las 4 víctimas eran costarricenses. En el caso de violaciones, y de acuerdo con la ONU, para el año 2019 la cifra cerró 36.7 casos por cada 100 mil habitantes, ubicando a nuestro país en el octavo puesto a nivel mundial.

El fenómeno de la violencia contra las mujeres, como sabemos, es global. Sin pretender hacer comparaciones, y solo a manera de ilustración, los datos de países sobre los que podríamos especular que las mujeres tienen mejores condiciones de vida que muchos otros, son igualmente alarmantes. Ni siquera mencionaré aquellos países donde se practica la ablación, el matrimonio infantil y la ausencia total de derechos humanos para las mujeres.

Según el diario dominical Le Matin Dimanche, basándose en estadísticas de Eurostat, la violencia doméstica es mayor en Suiza que en otros países europeos (aunque en todos el fenómeno se manificesta en mayor o menor grado). Más aún, Nora Narkwalder, profesora de Criminología en la Universidad de San Gallen dijo que aunque la tasa de asesinatos en Suiza ha descendido considerablemente, la caída ha sido menor en el ámbito doméstico. De acuerdo con Amnistía Internacional, en Finlandia, alrededor de 50.000 mujeres sufren violencia sexual cada año, incluida violación. La mayoría de los responsables de estos delitos nunca responden de ellos ante la justicia. Igualment sucede en Suecia, donde en 2017, sólo el 6% de casos de personas adultas desembocó en enjuiciamiento lo que afecta la confianza en los sistemas de justicia.

El movimiento mundial #MeToo (que nació en octubre de 2017 para denunciar la agresión y el acoso sexual a raíz de las acusaciones de abuso sexual contra el poderoso productor de cine y ejecutivo estadounidense Harvey Weinstein), está transfiriendo el poder del victimario a las víctimas, quienes están tomando valor para hacer visible el acoso y el abuso a las mujeres, en ámbitos insospechados.

Los ejemplos y los casos se multiplican, al punto que podríamos pensar que la violencia contra las mujeres es una pandemia: es como una enfermedad que se extiende por prácticamente todo el planeta y alcanza a millones personas, sean victimarios o víctimas. Y lamentablemente, se extiende a niños, niñas, jóvenes y a muchas otras formas de vida vegetal y animal en el planeta.

La prevención, atención, cura y erradicación de esta enfermedad, que nos puede llevar a la extinción como especie, es complejísima y requiere de accciones interrelacionadas de diversas áreas de conocimiento y el quehacer humano. Una de ellas, fundamental e imprescindible es la educación. Pero no la educación tradicional que no ha podido detener esta epidemia de violencia contra la vida, y que nos ha llevado a este punto de pandemia. Tampoco se trata de, solamente, introducir innovaciones pedagógicas, didácticas y tecnológicas en los procesos de aprendizaje.

Se requiere de una educación emancipadora que, intencionadamente promueva el desarrollo de la conciencia, es decir de la búsqueda intencionada del conocimiento interior de la persona, partiendo del respeto a sí misma, a los y las demás y a la naturaleza en estrecha interrelación con la realidad social, cultural y biológica. Es en síntesis lo que muchos autores y autoras llaman la Ecoformación.

La conmemoración del Día de la Mujer debe ser propicio para comenzar a elevar nuestra conciencia sobre la responsabilidad personal y social que tenemos para comenzar a sanar y avanzar hacia un mundo respetuoso y pacífico.




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