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Con la mirada en el futuro

Eleonora Badilla ebadilla@castrocarazo.ac.cr | Miércoles 08 abril, 2020


Hace exactamente veinticinco años en 1995, Nicholas Negroponte (director fundador del Laboratorio de Medios Media Lab del Instituto Tecnológico de Massachusetts MIT) publicó un libro cuya idea central era que la computación no sería sobre computadoras, sino sobre la vida. El libro, Ser Digital (Being Digital), veía la luz en un mundo en el que las computadoras más pequeñas era escritorio y pocas personas las utilizaban; los teléfonos celulares y otras tecnologías digitales portátiles eran prácticamente inexistente y la World Wide Web www (la versión 1.0, 1994) tenía un año de nacida. Era el mundo en el que cada aparato y cada medio era individual, independiente y tenía su función propia: el teléfono; la cámara de fotografías; el repositorio de datos; el correo electrónico, los archivos para imágenes; los sonidos… y en su libro Negroponte se adelantaba a predecir que todos serían uno y hablaba de los multimedios. Escribió: “se trata de la mezcla de video, audio… suena complicado, pero se trata solamente de bits fusionados”.

Hoy con un teléfono celular, personal, inteligente y multimedial en nuestras manos, no nos suena nada complicado. Pero en 1995 eso de que la computación modificaría prácticamente todos los aspectos de nuestra vida y de que los bits llegarían a fusionarse, eran ideas muy abstractas, difíciles de comprender.

En estos veinticinco años hemos ido aprendiendo paulatinamente, poco a poco, procrastinando, a utilizar y a sacar provecho de la multimedialidad de la tecnología digital, que además se ha hecho portátil e inalámbrica. Hay aspectos de la vida que han ido modificándose por la computación, tal como dijo Negroponte. La medicina es un ejemplo claro, de un área que lo ha hecho rápidamente. Pero otros aspectos, como el trabajo de oficina o la educación (con algunas excepciones) han sufrido cambios muy pequeños, muy despacio.

Hasta que, veinticinco años después, llegó la pandemia.

El aislamiento social, recomendado para poder contener la propagación del virus, ha obligado a que la tecnología digital se convierta, literalmente de la noche a la mañana, en una herramienta necesaria para la continuación del trabajo, el aprendizaje y la comunicación. De la semana pasada a esta, ahora sí, la computación ya no es sobre las computadoras, sino sobre la vida.

La emergencia nos ha hecho enfrentar los miedos y a deponer las resistencias al trabajo remoto y a que la educación suceda en espacios temporales y geográficos alejados. Hemos tenido que aprender, de inmediato, qué hacer con la computación como parte de la vida.

La tentación en educación, en medio de esta urgencia, es seguir haciendo con la tecnología, lo mismo que veníamos haciendo cuando no queríamos utilizarla tan intensivamente. La intuición es pasar las clases, los contenidos y la evaluación, tal como la teníamos planeada, para los espacios virtuales, las redes y la nube.

Pero no debemos caer en la tentación y más bien tenemos que tomar vías contraintuitivas. Porque, si hacemos lo mismo, el futuro va a ser igual que el pasado, cosa que no queremos. Y además, el futuro trae una normalidad desconocida.

Es decir, la tarea de educación es doble: hay que atender la emergencia y pensar en cómo aprovechamos la oportunidad para diseñar formas creativas para usar la tecnología digital en el aprendizaje. Como decía don Mauro Fernández, el democratizador de la educación de nuestro país: “hay que trabajar con los datos del presente y la mirada puesta en el futuro”.

Hay que reflexionar mucho para que, en el futuro cercano, el aprendizaje con apoyo de la tecnología, no sea sobre las computadoras, sino sobre la vida.

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