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Alberto Cañas afcanas@intnet.co.cr | Miércoles 03 noviembre, 2010


Muy poca divulgación ha dado la prensa a un acontecimiento trascendental que contribuye a revelarnos que existe una Costa Rica verdadera, auténtica, que mira hacia adelante, muy diferente de la que nos ofrecen y exhiben los sucesivos “gobiernos” (he entrecomillado la palabra con pésimas intenciones) que se vienen y nos vienen sucediendo tontería tras tontería. Este periódico la semana pasada y La Nación en su edición de ayer (solo que lo hizo en el suplemento que dedica cotidianamente a la farándula) han hecho referencia a la exposición Diseño 10 que está en la Antigua Aduana desde el 29 de octubre y permanecerá en ella hasta el próximo domingo.

Sí. Es una exposición de diseño. Una exposición de diseñadores. Una exposición artística pero además, y esto es importantísimo, una exposición industrial. Una exposición donde el talento artístico y el talento empresarial de los costarricenses (no de los grandotes gordos que se alimentan de la devaluación del colón) están hermosamente de manifiesto. Ahí está, visible, impresionante, esa pequeña empresa de la que tanto se habla y que es la que puede desarrollar armónicamente el país y justificarle el prestigio razonado y justo de que todavía goza, al menos entre quienes no se han dado cuenta del derrumbe en que venimos hace casi treinta años.

¿Están conscientes nuestros bancos nacionales de esa estupenda maravilla? ¿Tendrán o elaborarán un programa para financiarla debidamente? El apoyo a la pequeña empresa nacional ¿dejará de ser una expresión vacía para convertirse en lo que con ella habrían hecho banqueros memorables como Julio Peña y Elías Quirós?

El domingo pasado, cualquier josefino pudo haber escuchado la Novena Sinfonía de Beethoven por la mañana en un teatro donde no cabía un alfiler, visitar en la tarde esa exposición de que vengo hablando y asistir en la noche al teatro a ver una obra maestra de Pirandello. Si no país desarrollado, al menos una ciudad con pretensiones. Eso, y no los rascacielos vacíos que con tanta frecuencia son lavanderías de dinero, es lo que a la larga construye el desarrollo de un país.

No el número ni el tamaño de los ricos. Costa Rica es un país donde, es cierto, ha aumentado el número de ricos pero simultáneamente ha aumentado el número de pobres y la gente que duerme en las aceras. Y donde el gobierno informa que detendrá la construcción de dos parques anunciados con bombo, platillos y chirimías para financiar, entre otras cosas, mobiliario para las federaciones deportivas que se instalarán en el monstruoso mamotreto de La Sabana.

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