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Alberto Cañas afcanas@intnet.co.cr | Sábado 20 octubre, 2007


En mis memorias he contado cómo influyó en mi formación, antes de cumplir 12 años (cito) “el enterarme de que un peón de la hacienda de mi familia con el que yo había logrado hacer amistad, una de esas amistades que sólo se hacen con los campesinos, había sido despedido porque se averiguó que en las elecciones de esos días había votado por un candidato que no era el del patrono. Esto… me planteó cuestiones sumamente serias que han caminado conmigo toda la vida, primero desde un punto de vista sentimental y más tarde desde una posición casi filosófica”.

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En la Segunda República que ayudé en lo que pude a construir, esas cosas parecieron desaparecer. Y el recuerdo de los cafetaleros trayendo a sus peones a San José en 1917 a desfilar aclamando a Federico Tinoco, fue disolviéndose.

Pero hace unos días me encontré con una muchacha, nieta de una vieja servidora de mi familia que trabaja en cierta empresa cuyo nombre no hace al caso, y a la que había convencido de votar NO el domingo 7 como adherente del PAC que ha sido, y me contó: “El viernes nos pagaron y nos dijeron que volviéramos el lunes, a trabajar si ganaba el SI, y a cobrar las prestaciones si ganaba el NO, porque cerraban”. No quise preguntarle cómo había votado. Y luego una amiga mía de toda mi estimación me ha contado haber escuchado historias idénticas.

Observen ustedes los espectaculares resultados del referéndum en los lugares donde hay zonas francas maquilas, etc.: Cartago, Belén, Barreal por ejemplo.

Es triste saber que a compatriotas humildes y necesitados se les humilla en esa forma, se les tuerce la voluntad de esa manera. Y frustrante saber que eso, con lo horrible que es, es perfectamente legal, aunque sea perfectamente inmoral. Que, aunque fuese ilegal no podría castigarse, porque ninguna víctima de la presión se jugaría por segunda su puesto. 

Pero en este país, lo único que importa es la legalidad. “Estoy limpio”, dicen los delincuentes protegidos por la prescripción, y a fe que lo están. Y el resultado del domingo 7 es absolutamente legal. Lo que importa e interesa en este país es que nuestros actos se ajusten a las defectuosas leyes que dictan unos diputados a quienes los poderosos desprecian y de quienes los medios de comunicación se burlan, y no a las normas eternas de la ética y del amor al prójimo. Excúsenme. Ya sé que la palabra prójimo es una antigualla.

Mucho respeto por la democracia, claro está. Todo es democrático. Pero muy poco respeto por el ser humano. Eso es lo que estamos viviendo. En su campaña de 1953, cuando los oligarcas nostálgicos de entonces quisieron revivir las prácticas antiguas, don Pepe Figueres decía en las tribunas: “Acéptenles el dinero y voten por quien les dé la gana”. Pero es que ya para entonces, por la existencia del Código de Trabajo, el despido salía caro, y los oligarcas no tenían ya manera de saber por quien votaban sus trabajadores.

Que en sus condominios exclusivos (que significa excluyentes) celebren nuestros nuevos ricos su formidable éxito. Los demás, sin olvidarnos del pasado, pensemos qué hay que hacer para barrer de una vez por todas en el 2010 a los ricos corruptores y a los políticos corrompidos. Para que volvamos a la que ahora veo como la verdadera edad de oro de la democracia costarricense: el período 1948-1970, cuando cada cuatro años cambió el partido en el gobierno, pero la república avanzó en línea recta.

NOTA BENE. Hago terminar en 1970 el período de oro porque fui parte del gobierno del 70 y me parece indecoroso echarme flores, aunque sean parciales.

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