Catorce enanos
| Lunes 28 enero, 2008
Catorce enanos
Carlos Vasconcellos
América Economía
Visto demasiado tiempo como un gigante tan insensible como egoísta, Microsoft Internacional decidió reestructurarse en una “cooperativa” de enanos diligentes, que buscan generar las mejores respuestas locales para luchar contra sus “enemigos”: el software de código abierto, la piratería y la desafección fácil de sus usuarios.
En Latinoamérica, dicen sus ejecutivos, tal estrategia es un éxito: las ventas crecieron un 36% en el tercer trimestre de 2007, más del doble del promedio del mercado de software regional. Ahora es la segunda zona con mayor expansión dentro de la compañía de Bill Gates en todo el globo.
“Llegamos al mundo plano”, metaforiza la nueva estrategia Jean-Phillipe Courtois, presidente de Microsoft Internacional, en un hotel en Rio de Janeiro. Cita a Thomas Friedman, en un intervalo de la reunión mundial de la empresa. “Hoy, cada país responde al vicepresidente de su respectiva área que, a su vez, me informa a mí sobre el estado de avance de su trabajo”.
Pocas veces el lema dividir —o mejor, redividir— para conquistar fue tan adecuado. La reestructuración administrativa de las operaciones internacionales de Microsoft consistió en repartir el planeta en 14 zonas que no obedecen a criterios únicamente geográficos. Asia, por ejemplo, fue separada en cuatro áreas: Japón (segundo mercado mundial, después de Estados Unidos), China, India y Asia-Pacífico, que abarca 12 países, entre ellos, Corea del Sur, Singapur, Nueva Zelanda y Australia.
Courtois sabe de lo que habla. Dirige un negocio de $28 mil millones en ventas, con 100 subsidiarias y operaciones en 240 países. Tal división fue creada hace poco más de dos años y abarca todas las unidades de la empresa de Gates fuera de Estados Unidos y Canadá. Bajo la supervisión de Courtois está cerca del 55% de la facturación de la compañía.
El ejecutivo asegura que “la nueva estructura nos permite aprovechar mejor la inteligencia local de los países en que operamos y combinarla con nuestra fuerza global en investigación y desarrollo”.
No son palabras al viento o jerga ejecutiva. El mejor ejemplo de lo que describe Courtois es el desarrollo de Windows Starter Edition, una versión simplificada del sistema de Microsoft lanzada como alternativa más barata con el fin de reducir la piratería.
El producto fue desarrollado luego de que los ejecutivos de Microsoft Brasil percibieron que había espacio en el mercado para un software así.
De hecho, su éxito permitió que el programa fuera replicado en otros mercados con características semejantes a las del brasileño. Se trata de un software que difícilmente podría haber sido diseñado sobre los escritorios de la antigua estructura del comando de Microsoft, con base en Seattle.
Uno de los efectos del crecimiento ininterrumpido de Microsoft en América Latina es la exportación de talentos de la región a cargos claves de la compañía. El venezolano Eugenio Beufrand salió de la vicepresidencia de América Latina para comandar las operaciones en China, y el ex director de Microsoft de Brasil, Emílio Umeoka, asumió la región Asia-Pacífico.
“Los latinos tienen más oportunidades de destacarse en la nueva estructura”, dice el vicepresidente de Microsoft para América Latina, Hernán Rincón.
El ejecutivo es optimista. Dal Colletto, profesor de la Escuela de Negocios de São Paulo, coincide. Según él, a medida que los mercados latinoamericanos aumenten en sofisticación, la curva de crecimiento de la industria de software se acentuará. “En el grupo de los Bric (Brasil, Rusia, India y China), el mercado informático de India y China se expande por sobre el 15% anual, mientras Brasil no supera el 12% o el 13%”, dice Colletto. “Pero mientras China se expande más en producción de hardware, Brasil tiene un mercado interno más sofisticado, que crece en servicios, lo que contempla la producción de software”.
Pero América Latina también tiene desafíos. El mayor reto se presenta cuando los organismos públicos imponen reglas que alientan la adopción de programas de código abierto.
“Eso es poco democrático, pero felizmente ha sido aprovechado en pocas ciudades”, opina Rincón. Courtois, sin embargo, minimiza el problema. “Creo que la elección en este campo es hoy más pragmática”, continúa, aludiendo a la decisión del Parlamento alemán de volver a usar Windows después de una mala experiencia con software libre.
Otro obstáculo –aún más serio– es la piratería. En América Latina, los piratas tienen una participación de 66% en el mercado de software que supera el promedio mundial, según datos de 2007 de IDC y de Business Software Alliance (BSA). La buena noticia es que esos números caerán en 2008. “Pero aún somos la región con los mayores índices de piratería en el mundo, detrás de Asia”, dice Rodger Correa, director de Marketing de BSA.
Carlos Vasconcellos
América Economía
Visto demasiado tiempo como un gigante tan insensible como egoísta, Microsoft Internacional decidió reestructurarse en una “cooperativa” de enanos diligentes, que buscan generar las mejores respuestas locales para luchar contra sus “enemigos”: el software de código abierto, la piratería y la desafección fácil de sus usuarios.
En Latinoamérica, dicen sus ejecutivos, tal estrategia es un éxito: las ventas crecieron un 36% en el tercer trimestre de 2007, más del doble del promedio del mercado de software regional. Ahora es la segunda zona con mayor expansión dentro de la compañía de Bill Gates en todo el globo.
“Llegamos al mundo plano”, metaforiza la nueva estrategia Jean-Phillipe Courtois, presidente de Microsoft Internacional, en un hotel en Rio de Janeiro. Cita a Thomas Friedman, en un intervalo de la reunión mundial de la empresa. “Hoy, cada país responde al vicepresidente de su respectiva área que, a su vez, me informa a mí sobre el estado de avance de su trabajo”.
Pocas veces el lema dividir —o mejor, redividir— para conquistar fue tan adecuado. La reestructuración administrativa de las operaciones internacionales de Microsoft consistió en repartir el planeta en 14 zonas que no obedecen a criterios únicamente geográficos. Asia, por ejemplo, fue separada en cuatro áreas: Japón (segundo mercado mundial, después de Estados Unidos), China, India y Asia-Pacífico, que abarca 12 países, entre ellos, Corea del Sur, Singapur, Nueva Zelanda y Australia.
Courtois sabe de lo que habla. Dirige un negocio de $28 mil millones en ventas, con 100 subsidiarias y operaciones en 240 países. Tal división fue creada hace poco más de dos años y abarca todas las unidades de la empresa de Gates fuera de Estados Unidos y Canadá. Bajo la supervisión de Courtois está cerca del 55% de la facturación de la compañía.
El ejecutivo asegura que “la nueva estructura nos permite aprovechar mejor la inteligencia local de los países en que operamos y combinarla con nuestra fuerza global en investigación y desarrollo”.
No son palabras al viento o jerga ejecutiva. El mejor ejemplo de lo que describe Courtois es el desarrollo de Windows Starter Edition, una versión simplificada del sistema de Microsoft lanzada como alternativa más barata con el fin de reducir la piratería.
El producto fue desarrollado luego de que los ejecutivos de Microsoft Brasil percibieron que había espacio en el mercado para un software así.
De hecho, su éxito permitió que el programa fuera replicado en otros mercados con características semejantes a las del brasileño. Se trata de un software que difícilmente podría haber sido diseñado sobre los escritorios de la antigua estructura del comando de Microsoft, con base en Seattle.
Uno de los efectos del crecimiento ininterrumpido de Microsoft en América Latina es la exportación de talentos de la región a cargos claves de la compañía. El venezolano Eugenio Beufrand salió de la vicepresidencia de América Latina para comandar las operaciones en China, y el ex director de Microsoft de Brasil, Emílio Umeoka, asumió la región Asia-Pacífico.
“Los latinos tienen más oportunidades de destacarse en la nueva estructura”, dice el vicepresidente de Microsoft para América Latina, Hernán Rincón.
El ejecutivo es optimista. Dal Colletto, profesor de la Escuela de Negocios de São Paulo, coincide. Según él, a medida que los mercados latinoamericanos aumenten en sofisticación, la curva de crecimiento de la industria de software se acentuará. “En el grupo de los Bric (Brasil, Rusia, India y China), el mercado informático de India y China se expande por sobre el 15% anual, mientras Brasil no supera el 12% o el 13%”, dice Colletto. “Pero mientras China se expande más en producción de hardware, Brasil tiene un mercado interno más sofisticado, que crece en servicios, lo que contempla la producción de software”.
Pero América Latina también tiene desafíos. El mayor reto se presenta cuando los organismos públicos imponen reglas que alientan la adopción de programas de código abierto.
“Eso es poco democrático, pero felizmente ha sido aprovechado en pocas ciudades”, opina Rincón. Courtois, sin embargo, minimiza el problema. “Creo que la elección en este campo es hoy más pragmática”, continúa, aludiendo a la decisión del Parlamento alemán de volver a usar Windows después de una mala experiencia con software libre.
Otro obstáculo –aún más serio– es la piratería. En América Latina, los piratas tienen una participación de 66% en el mercado de software que supera el promedio mundial, según datos de 2007 de IDC y de Business Software Alliance (BSA). La buena noticia es que esos números caerán en 2008. “Pero aún somos la región con los mayores índices de piratería en el mundo, detrás de Asia”, dice Rodger Correa, director de Marketing de BSA.