Canciller birmano justifica represión
| Martes 02 octubre, 2007
Canciller birmano justifica represión
Junta Militar dice considerarse una víctima de plan “neocolonialista”
Naciones Unidas
EFE
Nyan Win, ministro de Asuntos Exteriores de Birmania (Myanmar), justificó ayer la violenta represión de las recientes manifestaciones en favor de la democracia en su país porque son parte de una estrategia “neocolonialista” de desestabilización.
Nyan, en su intervención ante la 62 Asamblea General de la ONU, aseguró hoy que “la normalidad ha regresado a Myanmar”, tras la actuación de las autoridades en respuesta a una “estrategia neocolonialista”.
“El destino de cada país debe ser determinado únicamente por su gobierno y pueblo, no se puede imponer desde afuera. Por nuestra parte, estamos convencidos en proseguir hacia la democracia a través de nuestro propio camino”, afirmó.
La represión ejercida por el gobierno militar birmano en la última semana provocó inquietud en la comunidad internacional, así como varias reuniones del Consejo de Seguridad de la ONU para estudiar la imposición de sanciones a esa país asiático de difícil acceso.
Además, Ban Ki-moon, secretario general de la ONU, envió a su representante especial, el egipcio Ibrahim Gambari, a Birmania, para entrevistarse con el jefe de la Junta Militar, el general Than Shwe, y pedirle que acabe con la represión a las manifestaciones.
Las protestas, convocadas para denunciar el alza de precios de los combustibles y para pedir democracia, comenzaron con pequeños grupos el 19 de agosto y terminaron por congregar a más de 300 mil personas en todo el país el pasado 24 de septiembre, después de que los monjes budistas se pusieran a la cabeza.
Desde la tribuna de la ONU, el jefe de la diplomacia birmana aseguró hoy que la situación en su país no se hubiera deteriorado, si las protestas de “un pequeño grupo de activistas” en contra del alza de los combustibles “no hubiese sido explotada por oportunistas políticos”.
Señaló que quisieron convertir la situación en un “enfrentamiento político”, ayudados por “algunos países poderosos”.
Estos “oportunistas”, según el ministro birmano, también se aprovecharon de las protestas de un “pequeño grupo de monjes budistas” que exigían una disculpa porque algunos de sus compañeros habían sido maltratados por autoridades locales.
“Las fuerzas de seguridad se contuvieron y no intervinieron durante casi un mes, pero cuando la multitud se mostró provocadora y revoltosa, no les quedó más remedio que declarar un toque de queda”, explicó.
Pero los manifestantes ignoraron las advertencias, prosiguió el canciller, quien indicó que las fuerzas de seguridad “tuvieron que actuar para controlar la situación”.
Para el representante de la Junta Militar birmana, la citada estrategia “neocolonialista” incluye diseminar información falsa sobre violaciones de derechos humanos en su país, la que “presentan como una lucha por la democracia”.
Agregó que luego imponen sanciones para reducir el país a la pobreza, financian la creación de malestar y, finalmente, intervienen en nombre de la paz y la seguridad internacional.
En un claro mensaje a quienes, como Estados Unidos, penalizan al régimen militar, Nyan advirtió que “las sanciones económicas son contraproducentes y la único que hacen es retrasar el camino hacia la democracia”.
Birmania vive una situación tensa desde que la semana pasada sus fuerzas de seguridad utilizaron la violencia para reprimir una oleada de manifestaciones en favor de la democracia de la población civil y los monjes budistas.
Al menos 16 personas han muerto desde el 26 de septiembre, entre ellas dos extranjeros, a causa de la actuación del Ejército y la policía.
Aunque la cifra de muertos podría ser muy superior si se confirman las informaciones de la disidencia, que denuncian que el régimen militar ha hecho desaparecer decenas de cadáveres.
Gambari, quien tiene previsto reunirse el martes con el jefe de la Junta Militar birmana, el general Than Shwe, se entrevistó el domingo en Rangún con la líder del movimiento democrático birmano, Aung San Suu Kyi, premio Nobel de la Paz en 1991, en el domicilio donde ésta se encuentra confinada desde 2003.
Junta Militar dice considerarse una víctima de plan “neocolonialista”
Naciones Unidas
EFE
Nyan Win, ministro de Asuntos Exteriores de Birmania (Myanmar), justificó ayer la violenta represión de las recientes manifestaciones en favor de la democracia en su país porque son parte de una estrategia “neocolonialista” de desestabilización.
Nyan, en su intervención ante la 62 Asamblea General de la ONU, aseguró hoy que “la normalidad ha regresado a Myanmar”, tras la actuación de las autoridades en respuesta a una “estrategia neocolonialista”.
“El destino de cada país debe ser determinado únicamente por su gobierno y pueblo, no se puede imponer desde afuera. Por nuestra parte, estamos convencidos en proseguir hacia la democracia a través de nuestro propio camino”, afirmó.
La represión ejercida por el gobierno militar birmano en la última semana provocó inquietud en la comunidad internacional, así como varias reuniones del Consejo de Seguridad de la ONU para estudiar la imposición de sanciones a esa país asiático de difícil acceso.
Además, Ban Ki-moon, secretario general de la ONU, envió a su representante especial, el egipcio Ibrahim Gambari, a Birmania, para entrevistarse con el jefe de la Junta Militar, el general Than Shwe, y pedirle que acabe con la represión a las manifestaciones.
Las protestas, convocadas para denunciar el alza de precios de los combustibles y para pedir democracia, comenzaron con pequeños grupos el 19 de agosto y terminaron por congregar a más de 300 mil personas en todo el país el pasado 24 de septiembre, después de que los monjes budistas se pusieran a la cabeza.
Desde la tribuna de la ONU, el jefe de la diplomacia birmana aseguró hoy que la situación en su país no se hubiera deteriorado, si las protestas de “un pequeño grupo de activistas” en contra del alza de los combustibles “no hubiese sido explotada por oportunistas políticos”.
Señaló que quisieron convertir la situación en un “enfrentamiento político”, ayudados por “algunos países poderosos”.
Estos “oportunistas”, según el ministro birmano, también se aprovecharon de las protestas de un “pequeño grupo de monjes budistas” que exigían una disculpa porque algunos de sus compañeros habían sido maltratados por autoridades locales.
“Las fuerzas de seguridad se contuvieron y no intervinieron durante casi un mes, pero cuando la multitud se mostró provocadora y revoltosa, no les quedó más remedio que declarar un toque de queda”, explicó.
Pero los manifestantes ignoraron las advertencias, prosiguió el canciller, quien indicó que las fuerzas de seguridad “tuvieron que actuar para controlar la situación”.
Para el representante de la Junta Militar birmana, la citada estrategia “neocolonialista” incluye diseminar información falsa sobre violaciones de derechos humanos en su país, la que “presentan como una lucha por la democracia”.
Agregó que luego imponen sanciones para reducir el país a la pobreza, financian la creación de malestar y, finalmente, intervienen en nombre de la paz y la seguridad internacional.
En un claro mensaje a quienes, como Estados Unidos, penalizan al régimen militar, Nyan advirtió que “las sanciones económicas son contraproducentes y la único que hacen es retrasar el camino hacia la democracia”.
Birmania vive una situación tensa desde que la semana pasada sus fuerzas de seguridad utilizaron la violencia para reprimir una oleada de manifestaciones en favor de la democracia de la población civil y los monjes budistas.
Al menos 16 personas han muerto desde el 26 de septiembre, entre ellas dos extranjeros, a causa de la actuación del Ejército y la policía.
Aunque la cifra de muertos podría ser muy superior si se confirman las informaciones de la disidencia, que denuncian que el régimen militar ha hecho desaparecer decenas de cadáveres.
Gambari, quien tiene previsto reunirse el martes con el jefe de la Junta Militar birmana, el general Than Shwe, se entrevistó el domingo en Rangún con la líder del movimiento democrático birmano, Aung San Suu Kyi, premio Nobel de la Paz en 1991, en el domicilio donde ésta se encuentra confinada desde 2003.