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Solución fiscal real y duradera

Miguel Angel Rodríguez marodrige@gmail.com | Lunes 15 septiembre, 2014


Parece indispensable volver a considerar las garantías económicas: esto es una regla que modere el crecimiento del gasto estableciendo límites al déficit primario del sector público no financiero


Necesitamos una solución fiscal que sea real y duradera

El mensaje del Presidente Solís en su toma de posesión, su informe de los 100 días y la presentación del presupuesto nacional nos obligan a analizar con seriedad nuestra situación fiscal y sus soluciones.
No se trata de discusiones teóricas como algunos pretenden hacer creer. El desequilibrio fiscal es un problema serio cuando se prolonga y hace crecer la deuda pública a niveles inmanejables. Los más viejos recordamos, con angustia, el dolor que sufrieron miles de familias costarricenses con la crisis de inicios de los ochenta, cuando el desempleo, la pobreza y los precios se duplicaron y tuvimos que esperar, en algunos campos, décadas para recuperarnos. Por eso causa justificada ansiedad el déficit fiscal del sector público actual, a cuyo desmedido nivel no llegamos desde aquella época.
Para salir de esa crisis, se tuvo que desinflar el estado disminuyendo sustancialmente la planilla gubernamental. Se tuvo que acabar la cría de elefantes blancos y vender con grandes pérdidas empresas estatales. Se acabó el buen ritmo de inversión en infraestructura que entonces teníamos. La educación pública sufrió grave retroceso. Se tuvo que modernizar y transformar el sector financiero. Tuvimos que abrirnos a la competencia y aumentar la eficiencia de las empresas que en exclusiva disfrutaban entonces del mercado nacional.
A pesar de ese antecedente, me pareció aceptable la posición del candidato Luis Guillermo Solís cuando advirtió en campaña que no buscaría cambios para subir los impuestos hasta dos años después del inicio de su gobierno. Se trataba, entendí, de lograr un programa de control del crecimiento del gasto y de mejoras en el cobro de los tributos que le diera fuerza moral a la nueva administración, para pedirle a los costarricenses que nos socáramos la faja y aumentáramos las tasas de los impuestos. Y eso, pensé, estaba bien pues ya desde hace 13 se han negado los representantes políticos a aprobar nuevos tributos que se hicieron necesarios desde entonces por no haberse aceptado la solución de apertura de monopolios del estado y cambio de algunos activos públicos.
Pero las declaraciones del Sr Vicepresidente-Ministro de Hacienda señalando antes de presentar el presupuesto para 2015 que: “En el déficit, yo me estoy ajustando a lo que salió del Banco Central.” causaron honda preocupación. Eso significaba atenerse al llamado déficit pasivo, o sea el que resulta de no tomar medida alguna. Luego agravan las preocupaciones los aumentos de transferencias corrientes como las que se derivan del acuerdo con las universidades, y un aumento salarial que con pluses significa en un semestre más que la inflación meta para un año. Y termina de elevar la temperatura de la preocupación el presupuesto presentado, que eleva el gasto -sin incluir ni intereses ni amortización- con un crecimiento real superior al 5%, frente a un incremento de la producción de poco más del 3%.
Con este panorama parece indispensable volver a considerar las garantías económicas: esto es una regla que modere el crecimiento del gasto estableciendo límites al déficit primario del sector público no financiero.

Nota:  Se elimina un error incluido por el autor en la versión impresa que equivocadamente señaló: "un aumento salarial que con los pluses significa alrededor de un 10%"
 

Miguel Ángel Rodríguez

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