Gente normal, grandes hazañas
| Lunes 14 enero, 2013
Cada viaje a una cumbre me recuerda la frase de un montañista: “Los sueños al principio parecen imposibles, si trabajas, con el tiempo se vuelven difíciles para luego convertirse en inevitables”
Gente normal, grandes hazañas
Como montañista he tenido la gran bendición de ascender al punto más alto de Costa Rica en 63 ocasiones.
Chirripó me ha visto con muchos sombreros, voluntario en los años 90 siendo apenas un adolescente que colaboraba en el mantenimiento en los senderos, único medio para lograr ascender aquella montaña que desde niño me cautivó. Luego como estudiante, ya después como profesor me animé a compartir aquel sentimiento de verse pequeño ante la maravilla de aquel lugar.
Contar las historias de duendes, lagos, aves y plantas de aquel lugar me hizo pensar, ante los comentarios de conocidos y amigos, en iniciar la aventura de un negocio en el que llevo siete años, acompañar a las personas hasta la cumbre fue el cometido.
Ha sido un camino largo, pero esta columna no es para narrar la historia de un pequeño negocio y el reto que el mismo ha implicado, eso lo dejaremos para otra columna, aquí lo que deseo contarles es la historia detrás de los montañistas que me han acompañado.
Pensar en el punto más alto de un país, pensar en cuatro días en una aventura de montaña conlleva temores. Recordar los comentarios de alguien por ahí que habló de las ampollas, el frío y las uñas negras, le agrega a la receta un condimento de drama y dificultad adicional, pero a pesar de eso, he visto ascender a esa montaña cerca de 700 montañistas.
¿Atletas? ¿Deportistas de alto nivel? Si acaso de esos he visto unos 20, gente que se ha formado en algún deporte y me ha acompañado con el mérito que otorga una disciplina deportiva; sin embargo, la mayoría han sido personas con una rutina de ejercicio normal, moderada y en algunos casos corrieron pocos meses antes para bajar algunos kilos y caminaron un poco más para estar medianamente listos para un gran reto.
Con esto no quiero decir que basta levantarse de ver televisión y salir corriendo para el Chirripó, nada de eso, ir preparado es indispensable y cuanto mejor se encuentre el estado físico más se disfruta, pero deseo hacer hincapié en el valor que tiene en el montañismo y en cualquier actividad la actitud, esa condición mental indispensable para alcanzar el éxito, el cual pasa primero por creer que se puede.
Se puede tener el mejor equipo, la mejor formación académica que sin actitud las cosas no se logran. Adultos mayores, personas con capacidades especiales y niños son los montañistas que he visto en Chirripó y más admiración me han generado, no es que los más entrenados no merezcan un reconocimiento, claro que sí, pero es importante reconocer la disposición y carácter de gente normal que logra grandes hazañas.
Una de las satisfacciones más grandes que he recibido en este ir y venir del Chirripó son las frases de admiración propia, palabras como: “no sabía que era capaz de lograr algo tan importante”, “no estoy tan viejo”, “con este viaje estoy más motivado para seguir haciendo ejercicio”, en fin, historias de éxito.
Por eso, cada viaje a una cumbre me recuerda la frase de un montañista: “Los sueños al principio parecen imposibles, si trabajas, con el tiempo se vuelven difíciles para luego convertirse en inevitables”.
Que el éxito en cualquier área de su vida se vuelva algo inevitable.
Giovanni Rodríguez Rodríguez
Ingeniero industrial
Sustainable Management Program, INCAE