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Acoso moral

| Jueves 27 diciembre, 2012


La misma patología de quien acosa lo hace incapaz de darse cuenta que está dañando a otras personas y encuentra justificación para todas sus acciones, con el agravante de que logra convencer de lo mismo a otros en la organización


Acoso moral

José Ortega y Gasset nos explicaba que no debíamos comprender la moral como un ornamento añadido al hombre, sino la vida humana llevada a plenitud.
Una persona con la moral en alto es aquella que tiene sus metas vitales claramente establecidas y sus anhelos y actuaciones se encaminan a alcanzarlas. Por eso entendemos que está con la moral baja quien no se siente pleno ni dueño de su destino.
No es casual que también se le denomine “acoso moral” al acoso psicológico o mobbing, ya que el victimario busca siempre la aniquilación moral de la persona acosada, es decir, que no se sienta dueña de sí, capaz de controlar su vida, a merced de las circunstancias o, en una palabra: desmoralizada.
La misma patología de quien acosa lo hace incapaz de darse cuenta que está dañando a otras personas y encuentra justificación para todas sus acciones, con el agravante de que logra convencer de lo mismo a otros en la organización.
El comportamiento del acosador, quien prevé en su víctima una amenaza hacia su carrera, imagen, admiración o credibilidad, utiliza su desarrollada capacidad de seducción para desacreditarla ante terceras personas, así como para aislarla afectivamente de fuentes de apoyo en el trabajo. Poco a poco, la persona acosada pierde toda esperanza de encontrar una salida, malogra su autoconfianza y hasta se culpa de la situación.
No es extraño que una gran cantidad de incidentes de acoso terminen con la salida de la persona de la empresa, ya sea porque se rinde, porque su desgaste físico y emocional hace que se decida prescindir de ella, o porque el acosador logró que se le responsabilizara del conflicto o de alguna falsedad de la que le inculpó.
El acoso psicológico no se circunscribe al ámbito laboral, sus efectos alcanzan la totalidad de la vida de la persona, pues el sentimiento de incompetencia e indefensión va también minando sus relaciones interpersonales en otros contextos: familia, amigos, grupos sociales, entre otros.
Las personas que han padecido este tipo de acoso, con suma frecuencia encuentran dificultades para conseguir un nuevo trabajo y rehacer su vida, esto porque el acosador se encargó de desacreditarla ante posibles empleadores y sus socavadas capacidades laborales no la hacen atractiva para una contratación. La persona se siente sin moral, e involuntariamente ocasiona que otros la rechacen. Este es el resultado de un proceso de destrucción sistemático que consume entera a la víctima.
Es útil y posible rehabilitar a las personas que han sufrido acoso moral, pero es preferible prevenir. Las empresas deben estar atentas a las señales, cuando una o varias personas antes sumamente productivas se van transformando en sombras de lo que fueron, cuando encontramos inconsistencias entre los discursos y acciones de quienes podrían ser acosadores, y no ignorando o desacreditando (sin verificar) a quienes tienen el valor de denunciar el acoso, pues no hay nada que destruya más la moral de un trabajador, que buscar apoyo en la organización y que esta le dé la espalda.

Rafael León Hernández
Psicólogo






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