¡Que nadie te la robe!
| Lunes 06 julio, 2009
¡Que nadie te la robe!
La reacción ante las situaciones difíciles marca una diferencia vital en el camino hacia el éxito en un equipo. ¿Quién está exento a enfrentar dificultades? ¿Qué ruta es una línea recta? Puede haber diversas formas de responder a esas vicisitudes, pero todas contemplan la serenidad como una alhaja de gran valor.
Es fácil decirlo, pero no tanto lograrlo; requiere que, ante las complicaciones, hagamos un viaje a la conciencia, allí donde nace la serenidad. Si hay responsabilidad por problemas surgidos a nivel personal o del equipo, habrá que aceptarla con valentía, vivir sus consecuencias y empezar a resolver lo que corresponda. Si no tenemos cuota de culpabilidad, la carga emocional es menor, pero al ser parte del problema podemos aportar a su solución.
Quienes tienen la honestidad de aceptar la culpa que les corresponda, recobran más rápidamente su paz interior y se sienten ligeros de tensiones agobiantes. Lo contrario atormenta esa paz y afecta las relaciones en el equipo. La terquedad de evadir la responsabilidad agranda los problemas y posterga su solución.
El aferramiento a la voz de una conciencia limpia convierte la ecuanimidad en una armadura ante otros que hacen de la ira su arma. La serenidad protege contra la insensatez, la injusticia, la envidia, y la pérdida de cordura de actores que atentan contra la buena marcha del equipo.
Estos actores dañinos pueden robarnos un poco de tiempo y paciencia, pero no lo esencial: el respeto por nosotros mismos. Mientras la autoestima esté intacta, la mente estará en condiciones de discernir y las emociones serán serenas, con lo cual es factible producir pensamientos efectivos y decidir acciones que, en verdad, protejan el rumbo seguro del equipo. “Hay pleitos que aún ganándolos uno pierde, y otros que aún perdiéndolos uno gana;” esta popular afirmación nos ayuda a distinguir las reacciones con coraje: el padre del éxito, de las basadas en la ira: la madre del fracaso.
Si nos roban la serenidad nos lanzan al abismo de la pérdida del control personal y trataremos de ganar hasta las disputas intrascendentes. Allí la cordura se pierde y la disciplina estratégica del equipo pasa a un segundo plano, dominada por el ego y la ira desenfrenada. Si respondemos a lo malo nos apropiamos de él, y luego tendremos que buscarle acomodo dentro de nosotros mismos o compartirlo con otras personas, a quienes afectamos sin merecerlo.
En cambio, el coraje consiste en escoger las batallas que vale la pena luchar, en decir no a la tentación de responder insultos y blasfemias que, si somos y estamos fuertes, no nos afectan.
¡Serenidad! Una joya inteligente. ¡Que nada ni nadie te la robe!
German Retana
german.retana@incae.edu
La reacción ante las situaciones difíciles marca una diferencia vital en el camino hacia el éxito en un equipo. ¿Quién está exento a enfrentar dificultades? ¿Qué ruta es una línea recta? Puede haber diversas formas de responder a esas vicisitudes, pero todas contemplan la serenidad como una alhaja de gran valor.
Es fácil decirlo, pero no tanto lograrlo; requiere que, ante las complicaciones, hagamos un viaje a la conciencia, allí donde nace la serenidad. Si hay responsabilidad por problemas surgidos a nivel personal o del equipo, habrá que aceptarla con valentía, vivir sus consecuencias y empezar a resolver lo que corresponda. Si no tenemos cuota de culpabilidad, la carga emocional es menor, pero al ser parte del problema podemos aportar a su solución.
Quienes tienen la honestidad de aceptar la culpa que les corresponda, recobran más rápidamente su paz interior y se sienten ligeros de tensiones agobiantes. Lo contrario atormenta esa paz y afecta las relaciones en el equipo. La terquedad de evadir la responsabilidad agranda los problemas y posterga su solución.
El aferramiento a la voz de una conciencia limpia convierte la ecuanimidad en una armadura ante otros que hacen de la ira su arma. La serenidad protege contra la insensatez, la injusticia, la envidia, y la pérdida de cordura de actores que atentan contra la buena marcha del equipo.
Estos actores dañinos pueden robarnos un poco de tiempo y paciencia, pero no lo esencial: el respeto por nosotros mismos. Mientras la autoestima esté intacta, la mente estará en condiciones de discernir y las emociones serán serenas, con lo cual es factible producir pensamientos efectivos y decidir acciones que, en verdad, protejan el rumbo seguro del equipo. “Hay pleitos que aún ganándolos uno pierde, y otros que aún perdiéndolos uno gana;” esta popular afirmación nos ayuda a distinguir las reacciones con coraje: el padre del éxito, de las basadas en la ira: la madre del fracaso.
Si nos roban la serenidad nos lanzan al abismo de la pérdida del control personal y trataremos de ganar hasta las disputas intrascendentes. Allí la cordura se pierde y la disciplina estratégica del equipo pasa a un segundo plano, dominada por el ego y la ira desenfrenada. Si respondemos a lo malo nos apropiamos de él, y luego tendremos que buscarle acomodo dentro de nosotros mismos o compartirlo con otras personas, a quienes afectamos sin merecerlo.
En cambio, el coraje consiste en escoger las batallas que vale la pena luchar, en decir no a la tentación de responder insultos y blasfemias que, si somos y estamos fuertes, no nos afectan.
¡Serenidad! Una joya inteligente. ¡Que nada ni nadie te la robe!
German Retana
german.retana@incae.edu