Nota de Tano
Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Sábado 12 julio, 2014
No es la primera vez que las selecciones o una de ellas que quedan fuera de la final y deben disputar el tercer lugar del Mundial, desean no jugarlo. En esta ocasión fue el técnico de Holanda, Luis Van Gaal el que manifestó abiertamente la negativa, aunque no se pudo zafar del compromiso. La FIFA lo obliga, es parte del calendario y hay contratos y patrocinios que lo respaldan.
Jugar ese partido es una “agüevazón”; los futbolistas están desanimados por perder la ocasión de ser finalistas y lo que desean es regresar a casa, irse a disfrutar las vacaciones luego de temporadas recargadas y extenuantes. Y más en Brasil cuando la humedad y el calor hizo estragos en lo físico.
Quizá la FIFA debería tomar la decisión de suspender ese “partido maldito” y otorgarle el tercer lugar del Mundial al seleccionado que tenga mejor promedio, más puntos o haya metido más goles, o lo que sea, en comparación con su rival de turno en las etapas previas de la semifinal. También podrían designarse dos terceros lugares para efectos de premiación.
Porque...¿qué ganas puede tener Holanda de enfrentar a Brasil, después de perder la semifinal desde el lanzamiento de los penales y peor aún, qué deseos pueden tener los brasileños de jugar por el tercer lugar, tras la masacre ante los tanques germanos?
Y hablando de la final, Alemania se presenta como favorita para derrotar a la Argentina y conquistar su cuarta corona del planeta, con lo que cazaría a la bella Italia. Nada de gracia nos hace a los seguidores de la “azzurra” que se produzca ese empate en títulos mundiales ganados, de ahí que millones de “tifosis” están apuntados al triunfo argentino. Todo lo contrario, si Argentina campeoniza, alcanza precisamente a los alemanes con tres gallardetes.
Es de suponer que si Alejandro Sabella miró el partido entre Brasil y Alemania, habrá comprendido que jugar abierto es suicida, la lógica indica que los suramericanos deben plantar una retaguardia con el mismo orden, concentración y solidez con la que se le pararon a los veloces tulipanes, desaparecidos del mapa gran parte del juego. Van Persie fue un fantasma, Robben no se vio y Sneijder jugó en mitad de cancha.
Javier Mascherano debe liderar una retaguardia que juegue de forma perfecta para anular la máquina colectiva que arranca con Kroos y termina con Muller o Klose y esperar la magia de Messi, la inspiración de Lavezzi o un tiro de gracia de Higuaín para dejarse la corona.
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