CHISPORROTEOS
Alberto Cañas afcanas@intnet.co.cr | Miércoles 10 octubre, 2007
Alberto F. Cañas
El resultado del referendum del domingo, aunque para muchos fue sorpresivo, no debió serlo para nadie.
Por una razón: no fue un acto aislado, y desde el comienzo fue planteado, lo plantearon o se planteó a sí mismo, no como una consulta pequeña y limitada sobre un asunto concreto, sino como un plebiscito sobre la Costa Rica que estamos viviendo, la que nos están recetando, y para pronunciarse sobre ella, mucha gente no necesitó ni pasar la vista por el texto del Tratado de Libre Comercio. Muchos votaron porque los del SI los asustaron. Muchos votaron porque el NO equivalía a pronunciarse sobre el estado del país, visto como algo diferente a las engañosas estadísticas monetaristas.
Sobre este punto de fondo, el estado del país, los costarricenses estamos visiblemente divididos. Las dos últimas elecciones presidenciales lo han demostrado. La presidencia de Abel Pacheco tuvo que pasar por dos elecciones (cosa que nunca había ocurrido aquí), y Oscar Arias está en Zapote en vista de una diferencia de votos, inferior a la cual sólo se conoce la que eligió a José Joaquín Trejos en 1966. Aún más: recordemos que el 5 de febrero del 2006, Arias despidió a su gente y la mandó a dormir, casi convencido de que había perdido la elección.
En resumen: que la ideología neoliberal vigente en el Estado costarricense desde 1986 (y durante los cuatro años siguientes por sorpresa), fue endosada con fuerza por el pueblo la última vez en 1998, y el desastre y corrupción del gobierno de ese año los viene sufriendo desde entonces. Los dos últimos gobiernos neoliberales: el del 2002 y el del 2006, han dejado los pelos en la tranquera.
Esa división tajante de mitad y mitad se proyectó fuertemente sobre el referendum del domingo y, como afirmé cuando se tramitaba la ley que estableció en Costa Rica la figura del referendum, el fifty-fifty se resolvió, según cabía esperarlo, en favor del que tuvo y gastó más dinero. Era predecible, pero los profetas no siempre toman en cuenta todos los factores.
En una elección propiamente dicha, en la que se juegan personalidades, los candidatos son determinantes por su atractivo individual, su capacidad oratoria, su simpatía, etcétera. Estos elementos no entran en juego en un plebiscito, y el referendum del domingo se resolvió sin ellos. Es de observar que los señores Casas y Sánchez resultaron buenos profetas, y que lo que ellos aconsejaron, debidamente acatado por los directores de la campaña del SI, aparentemente tuvo éxito y convenció a suficientes indecisos.
Me resulta muy divertido pensar que los capitanes del SI deben de estar muy agradecidos con los señores Casas y Sánchez, porque lo que ellos propusieron tuvo éxito. Si el resultado del domingo hubiese sido el otro, entonces los capitanes del NO habrían de estar muy agradecidos con los señores Casas y Sánchez, porque a ellos se les habría podido atribuir un voto de protesta que favoreciera esa tesis.
Lo evidente es esto: el país está dividido en dos fracciones, no sé si irreconciliables. Y entre ellas, supongo, habrá de resolverse la elección del 2010. Claro que si el establishment de la corrupción consigue (como en el 2006) dividir a quienes se oponen a ella, seguirá gobernando. Si se unen en torno al más fuerte, como ocurrió en 1947, el país entrará en una nueva etapa más decente.
afcanas@intnet.co.cr
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