Agua con caché
| Sábado 18 julio, 2009
Agua con caché
Con sabor a platos típicos, decorada con diamantes o con gotas de lluvia, el agua se ha vuelto tan lujoso como el vino
El lujo ha conquistado las necesidades básicas, transformando el agua en una bebida de prestigio a veces milenaria, procedente de lugares como los glaciares de Canadá, y otras con añadidos como proteínas, sabor a ostras fritas o diamantes adornando el envase.
“El agua ha llegado a ser tanto o más prestigiosa que el vino en algunos lugares. La gente es capaz de pagar mucho dinero por tipos de agua como una que tiene diamantes Swarovski incrustados en la botella y puede llegar a costar unos 100 euros”, explicó a Efe la directora de la escuela española de cata, Carmen Garrobo.
Algunas marcas ofrecen agua de miles de años provenientes de icebergs mientras otras se caracterizan por su exotismo, como una de la isla de Tasmania, que incluye 9.750 gotas de lluvia en cada botella.
Una vez adquirida, el agua también puede ser modificada cambiando de color, sabor, propiedades y consistencia.
Una marca estadounidense ha creado agua embotellada con sabor a platos típicos de la cocina inglesa, italiana e incluso oriental: agua con sabor a perrito caliente, pescado con papas, ostras fritas o pizza. También experimentan para crear agua con sabor a sushi, entre otros.
El objetivo es poder beberse la comida para, según afirmó a Efe un representante de esa marca Till Krautkrämer: “no perder el tiempo comiendo”. Pero este desayuno, comida y cena embotellada no está disponible en las tiendas, sino en galerías de arte porque “se vende como objeto de coleccionista”, explicó.
Algunos bares y restaurantes tienen una carta de aguas para los clientes que pueden elegir entre de manantial, volcánicas, sagradas, de mares, océanos —desalinizadas— y lagos, de ríos subterráneos y del deshielo de grandes montañas.
El restaurante Colette en París es un bar de aguas donde los clientes, entre los que suelen figurar varias celebridades, pueden elegir entre cientos de aguas del mundo, algunas de ellas con un costo superior a 70 euros el botellín.
Un miembro de dicho bar Guillame Salmon explicó a Efe que hay muchas diferencias entre una marca y otra: “seleccionamos las botellas según el diseño, la historia que llevan detrás y por supuesto por el sabor”.
Y no solo es el agua en sí la que va creciendo en valor, algunos grandes diseñadores como Christian Lacroix o firmas como Custo Barcelona envasan agua vistiéndola con trajes de cristal de edición limitada.
Así, el agua se ha convertido en un referente de estatus social, con el objetivo de idear un agua para cada persona, algo que para otros es completamente innecesario.
El presidente de la asociación estadounidense de agua Healthy Water Association, Paul Mason, criticó su comercialización como producto de lujo.
“Parece que solo los monjes, las personas ascetas y un puñado de otras almas puras son inmunes a la publicidad y la búsqueda de estatus social”, según explicó a Efe.
Pero para los más entendidos hay grandes diferencias entre agua y agua. En Berkeley Springs se celebra anualmente un festival internacional donde sumilleres de agua de todo el mundo deciden cuál es la que tiene mejor cuerpo, sabor y calidad, como si se tratara de un vino.
“Hay aguas mejores que otras, pero también es una cuestión de gustos. Hay mucha diferencia entre un agua y otra, y eso se nota en el sabor”, explicó Garrobo.
A veces la mejor opción es beber del grifo, ya que el agua que recorre las tuberías puede superar en calidad al de aquella embotellada.
El agua potable puede provenir de cualquier sitio, sea exótico o no. En noviembre de 2008 en la Estación Espacial Internacional se aplicó un sistema de reciclaje de orina y sudor para convertirlo en agua potable. El dicho: “de este agua no beberé” ha pasado a la Historia.
Madrid
EFE
Con sabor a platos típicos, decorada con diamantes o con gotas de lluvia, el agua se ha vuelto tan lujoso como el vino
El lujo ha conquistado las necesidades básicas, transformando el agua en una bebida de prestigio a veces milenaria, procedente de lugares como los glaciares de Canadá, y otras con añadidos como proteínas, sabor a ostras fritas o diamantes adornando el envase.
“El agua ha llegado a ser tanto o más prestigiosa que el vino en algunos lugares. La gente es capaz de pagar mucho dinero por tipos de agua como una que tiene diamantes Swarovski incrustados en la botella y puede llegar a costar unos 100 euros”, explicó a Efe la directora de la escuela española de cata, Carmen Garrobo.
Algunas marcas ofrecen agua de miles de años provenientes de icebergs mientras otras se caracterizan por su exotismo, como una de la isla de Tasmania, que incluye 9.750 gotas de lluvia en cada botella.
Una vez adquirida, el agua también puede ser modificada cambiando de color, sabor, propiedades y consistencia.
Una marca estadounidense ha creado agua embotellada con sabor a platos típicos de la cocina inglesa, italiana e incluso oriental: agua con sabor a perrito caliente, pescado con papas, ostras fritas o pizza. También experimentan para crear agua con sabor a sushi, entre otros.
El objetivo es poder beberse la comida para, según afirmó a Efe un representante de esa marca Till Krautkrämer: “no perder el tiempo comiendo”. Pero este desayuno, comida y cena embotellada no está disponible en las tiendas, sino en galerías de arte porque “se vende como objeto de coleccionista”, explicó.
Algunos bares y restaurantes tienen una carta de aguas para los clientes que pueden elegir entre de manantial, volcánicas, sagradas, de mares, océanos —desalinizadas— y lagos, de ríos subterráneos y del deshielo de grandes montañas.
El restaurante Colette en París es un bar de aguas donde los clientes, entre los que suelen figurar varias celebridades, pueden elegir entre cientos de aguas del mundo, algunas de ellas con un costo superior a 70 euros el botellín.
Un miembro de dicho bar Guillame Salmon explicó a Efe que hay muchas diferencias entre una marca y otra: “seleccionamos las botellas según el diseño, la historia que llevan detrás y por supuesto por el sabor”.
Y no solo es el agua en sí la que va creciendo en valor, algunos grandes diseñadores como Christian Lacroix o firmas como Custo Barcelona envasan agua vistiéndola con trajes de cristal de edición limitada.
Así, el agua se ha convertido en un referente de estatus social, con el objetivo de idear un agua para cada persona, algo que para otros es completamente innecesario.
El presidente de la asociación estadounidense de agua Healthy Water Association, Paul Mason, criticó su comercialización como producto de lujo.
“Parece que solo los monjes, las personas ascetas y un puñado de otras almas puras son inmunes a la publicidad y la búsqueda de estatus social”, según explicó a Efe.
Pero para los más entendidos hay grandes diferencias entre agua y agua. En Berkeley Springs se celebra anualmente un festival internacional donde sumilleres de agua de todo el mundo deciden cuál es la que tiene mejor cuerpo, sabor y calidad, como si se tratara de un vino.
“Hay aguas mejores que otras, pero también es una cuestión de gustos. Hay mucha diferencia entre un agua y otra, y eso se nota en el sabor”, explicó Garrobo.
A veces la mejor opción es beber del grifo, ya que el agua que recorre las tuberías puede superar en calidad al de aquella embotellada.
El agua potable puede provenir de cualquier sitio, sea exótico o no. En noviembre de 2008 en la Estación Espacial Internacional se aplicó un sistema de reciclaje de orina y sudor para convertirlo en agua potable. El dicho: “de este agua no beberé” ha pasado a la Historia.
Madrid
EFE