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Trotando mundos

Humberto Pacheco humberto.pacheco@pachecocoto.com | Martes 09 octubre, 2007


Trotando mundos

Humberto Pacheco

Después de 35 años volví a recorrer la ciudad de Luxemburgo aprovechando un viaje de trabajo que me dejó algún tiempo libre. Desde entonces, las veces que he estado aquí siempre fue del aeropuerto al hotel a una oficina al aeropuerto, perdiéndome de ver una ciudad tan bella y espectacular como pocas. En esa primera visita había tenido la oportunidad de ver sus maravillas, incluyendo el casco antiguo que se sienta sobre un peñón natural circundado, a todo su alrededor, por un profundo cañón ó valle de cientos de metros de ancho en el que también se asienta parte de la ciudad, la cual continúa al otro lado sobre otra meseta de la misma altura del casco central. Rodeando todo el casco central se sitúa una bien conservada antigua muralla que nos da la sensación de que, en su apogeo, la ciudad era infranqueable.
La belleza natural, compaginada por la de las construcciones de la época y las bien empatadas contemporáneas, crea un cuadro que jamás se vuelve a olvidar. Yo la volví a ver tal como mi memoria la atesoraba, lo que me dio una muy grata sensación. También estaba allí, con toda su imponencia, un altísimo elevador público que transporta al público que lo necesita de la altura a la bajura y viceversa, en estado de inmaculada limpieza.
Luxemburgo, como comentamos en otra columna, es un país pequeñito en área y también en población. Sin embargo, sus cuatrocientos cincuenta mil habitantes no le temen a la competencia y por ello el movimiento Un Mundo sin Fronteras ha tomado aquí mucha fuerza.
Ojalá que cuando Uds. lean estas líneas nuestro pueblo haya votado a favor de esa partitura. No quiero imaginar lo que harían agricultores y fabricantes con sus productos sí se quedan sin el importantísimo mercado norteamericano, basado actualmente en una frágil Iniciativa de la Cuenca del Caribe, graciosa concesión unilateral, ni los costarricenses trabajadores sin los empleos de alta calidad que ha traído a nuestro país la inversión extranjera atraída por nuestras ventajas exportadoras; inversión que al verse privada de un mercado importantísimo para sus productos, quizás nos abandone ó, en el mejor de los casos, no aumente. ¿Adonde emplearemos a los jóvenes que en grandes cantidades vienen para arriba y están saliendo de colegios y universidades?
Cuando Uds. lean esta columna, escrita la semana anterior a su publicación, ya el Referendo habrá pasado. No obstante, como hemos dicho frecuentemente aquí y en nuestras conversaciones, sea cual sea el resultado del mismo, nosotros lo respetaremos. Dolería perder, pero eso es parte de la vida en una verdadera democracia y, sí así sucediera, seremos los primeros en aceptarlo y en hacerlo respetar sin contemplaciones. Eso sí, esperamos que los costarricenses que se han alineado con la tesis contraria, especialmente aquellos que han amenazado con la violencia sí perdiera su punto de vista (de los extranjeros infiltrados en esa militancia no esperamos nada bueno), tengan la integridad de respetar la voluntad de sus conciudadanos y depongan sus intenciones belicosas. Estas no riman con el ser costarricense.
La elección no es una tema que deja mucho espacio a la discusión. Se gana ó se pierde, pero se acepta y se hace respetar. Por eso pelearon y perdieron la vida en el 48 muchos heroicos costarricenses; por eso peleamos en el 55 —y muchos perdieron la vida— los jóvenes idealistas de entonces. Los costarricenses no tenemos otro camino que el de la libertad electoral y el respeto a las ideas.

vikocr@racsa.co.cr

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